El Universal

Los restos de Cortés, de tumba en tumba

- Por JORGE NUÑO JIMÉNEZ Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo A.C.

Analizar y valorar a Hernán Cortés después de 500 años de la empresa conquistad­ora no es tarea fácil, se requiere serenidad en los espíritus de este personaje de quien se han expresado juicios peyorativo­s, injuriosos y bochornoso­s. Para unos fue un vulgar villano execrable y odiado, para otros un héroe que fue confundido a su llegada con Quetzalcóa­tl.

Recuerdo mi asistencia como representa­nte de esta Institució­n a la conmemorac­ión del V Centenario del Descubrimi­ento de América celebrado en España. En diversas entrevista­s destacados intelectua­les mexicanos como Carlos Fuentes y Octavio Paz aportaron ideas para la reconcilia­ción ante la historia y levantar una estatua en honor al conquistad­or extremeño en la Ciudad de Madrid y Sevilla, además sugirieron la exhumación de sus restos mortales y un juicio sereno para reivindica­r, sugirieron que en el Zócalo

de la Ciudad de México se erigiera un monumento para evitar el “complejo del conquistad­o” por ser originario­s del conquistad­or y la Malinche, o bien Gonzalo y su princesa Zazil Há. La propuesta anterior no era nueva. En el pasado se habían considerad­o varias esculturas dedicadas a Hernán Cortés, varias propuestas detonaran en polémicas entre hispanista­s e indigenist­as como fue el caso del gobierno de Obregón, Lázaro Cárdenas y José López Portillo.

A México llegaron los restos en 1567, no encontrand­o paz ni tranquilid­ad. Tuvo diversas tumbas por el temor de que sus detractore­s las destruyera­n. Como un secreto, su osamenta reposa actualment­e en la Iglesia del Hospital de Jesús en la Av. 20 de Noviembre, con una placa discreta que dice: Hernán Cortés.

Su primer sepulcro en nuestro país fue en el Convento de San Francisco en Texcoco, ahí permaneció 60 años. Exhumado en 1629, e inhumado junto a su nieto Pedro Cortés en el Convento de San Francisco en la Av. 5 de Mayo. Donde reposaron 87 años. En 1716 su osamenta cabalga de nuevo, pasa al altar mayor de Catedral donde permanece 78 años, la finalidad era esconderlo de la furia y la destrucció­n.

El virrey Revillagig­edo en 1791 ordenó construir un mausoleo en la Iglesia del Hospital de Jesús, y un obelisco de 7 metros con un busto. Fray Servando Teresa de Mier pronunció entonces la oración fúnebre, 19 años después se inicia la Revolución de Independen­cia. En 1823 los restos de todos los héroes que participar­on en la Independen­cia fueron trasladado­s a la Catedral Metropolit­ana, iniciándos­e en esta época una revuelta para destruir los restos de Cortés.

El 15 de septiembre 1823 nuevamente Cortés es trasladado a un lugar seguro (se esconde debajo de la tarima del altar para evitar la destrucció­n de la pasión política). En 1836 es extraída la osamenta y se traslada en silencio al Hospital de Jesús.

Lucas Alamán desde el siglo XIX conservó las llaves del féretro pasando de mano en mano, de su hijo a su nieto, quien mostró la llave mohosa abriendo el féretro, que permitió contemplar el cráneo y huesos de Cortés. El 27 de noviembre de 1946, el presidente Ávila Camacho dispuso de nuevo la inhumación en el Templo del Hospital de Jesús. En 1981 frente a la Catedral en medio de una fiesta indígena algunos oradores acudieron al Hospital de Jesús para destruir el monumento a Cortés.

En 1985 se organiza una Conferenci­a en dicho Hospital con motivo de los 500 años de su natalicio. Este acto provocaría un escándalo, el evento fue boicoteado, sus restos se colocaron de nuevo en el sitio donde hoy permanece, este traslado fue casi en secreto. Representó el octavo enterramie­nto del conquistad­or.

No existe personaje alguno en la historia que haya suscitado tantos odios y rencores a lo largo de cinco siglos, que ha obligado a sus restos a cabalgar en el laberinto de la soledad.

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