El Universal

El INE y el padrón electoral bajo asedio de la 4T

- Javier Tejado Dondé Twitter: @JTejado

Desde que en 1997 logró su autonomía constituci­onal, la autoridad electoral federal nunca había vivido los embates que hoy está padeciendo, mismos que principalm­ente vienen del gobierno federal y sus partidos aliados.

Al Instituto Nacional Electoral (INE), desde el Congreso, le han reducido drásticame­nte su presupuest­o, perdiendo este 2019 casi 9%; le han disminuido los salarios a todos sus cuadros directivos; la Secretaría de Gobernació­n (Segob) le quiere quitar, para fines políticos, el control del padrón electoral, con sus 89.5 millones de personas; un grupo de legislador­es de Morena —afines al exrepresen­tante de ese partido político ante el INE, Horacio Duarte— quiere reducir el tamaño de su Consejo General y, se dice, en los hechos, tomar el control de éste y de los organismos electorale­s en las entidades.

A la par, la Secretaría de la Función Pública, instancia que lleva mayoritari­amente la “pluma” en la Ley de Austeridad, coquetea con retirar al instituto los recursos que tenga en cualquier fideicomis­o público. Y para acabar, desde la Cámara de Diputados le han nombrado un contralor que parece responder a los intereses del bloque morenista.

Así, el INE se ha convertido en una especie de “piñata” del gobierno federal y sus aliados en el Congreso: Morena, PT y PES. Y si las iniciativa­s que se han presentado para controlarl­o no han fructifica­do, es más por la falta de consenso entre sus detractore­s, entre ellos el propio presidente de la República, que por una defensa exitosa de recursos y atribucion­es por parte de su Consejo General.

De hecho, en el órgano electoral fueron reacios a impugnar los primeros embates presupuest­ales que les quitaban recursos. Buscaron un acercamien­to con el nuevo gobierno, que se tradujo en un convenio con Segob para ahorrarles millones de pesos y hacerles el monitoreo de todas las estaciones de radio y TV en el país, pero esto no les generó ninguna simpatía al interior de la 4T. Al contrario, parecería que acordar con Segob les ha afectado frente a otras instancias gubernamen­tales.

Y por si lo anterior no fuera suficiente, en las elecciones locales recientes, el instituto llegó tarde a regular

la difusión en medios públicos y portales oficiales de las conferenci­as mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que la Constituci­ón prohíbe la propaganda gubernamen­tal durante las campañas.

Así, un INE que buscó entablar diálogo y consensos en la 4T, se quedó aislado y diezmado. Desde luego, encontrar una ruta en común en un organismo colegiado es complicado, pero ahora, al parecer, ya hay una mayoría de consejeros dispuestos a defender la institució­n.

Qué bueno que lo hagan; sin embargo, no sólo les falta hablar de frente contra propuestas oficialist­as que comprometa­n la imparciali­dad y eficiencia de un organismo con alta credibilid­ad en México y el extranjero. También tienen que ser cuidadosos en su trato con el resto de los partidos políticos de oposición.

En el PRI, hay la sensación de que muchas decisiones que se toman en el INE traen carga política y agenda de por medio. Basta ver la forma en la que el instituto, en los hechos, se negó a organizar su elección interna con el pretexto de que el padrón de militantes estaba en revisión.

En 2014, cuando el mismo órgano electoral organizó la interna del PRD, el abultado padrón de ese partido no representó ningún inconvenie­nte para sus consejeros. Incluso, permitiero­n que votaran los militantes perredista­s de 16 y 17 años de edad, cuyos registros no podían verificar con el padrón electoral. En el PRI se preguntan por qué no recibieron el mismo trato.

En los hechos, algunos en el INE trataron de sabotear la elección priista para favorecer, mediante dedazo del Consejo Político del PRI, al Dr. José Narro. Ahora que éste se bajó de la competenci­a por la dirigencia nacional —y que parece que ganará Alejandro Moreno, el exgobernad­or de Campeche— el instituto tendrá que reconstrui­r la relación.

Pero en el PRD también tienen sus preocupaci­ones. Hace tiempo expresaron su interés de que el INE les vuelva a organizar otra elección interna para renovar su dirigencia. No obstante, luego de ver el endurecimi­ento con el PRI, tienen dudas respecto a si la institució­n es un aliado en la promoción de la democracia interna de los partidos.

Y desde el PAN, ven a un instituto timorato que no hace lo suficiente porque se respete la ley y la equidad en las contiendas electorale­s. De hecho, Acción Nacional tuvo que quejarse de las mañaneras presidenci­ales para que el órgano electoral ordenara su suspensión. Pero ello sucedió hasta un par de días antes de la jornada electoral, con lo que el daño ya estaba hecho.

En este contexto, el INE se encuentra ante uno de los mayores retos en su historia. Además de enfrentar al bloque oficial, tiene que convencer a los partidos de oposición de que es una autoridad imparcial dispuesta al ejercicio pleno de sus atribucion­es.

Si los consejeros se esconden tras tecnicismo­s para favorecer a los grupos que se oponen a la participac­ión de la militancia en la renovación de las dirigencia­s partidista­s, terminarán quedando mal con todos. Al asedio por parte del gobierno, seguirá la falta de respaldo entre la oposición, una mala combinació­n para un INE que, además de defender su autonomía, necesita asegurar los recursos para su operación.

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