El Universal

Irse para volver

- ÁLVARO LÓPEZ SORDO futbol@eluniversa­l.com.mx

Hubo un tiempo en el que todo era su culpa; bueno, no todo, pero casi. Se le achacaban cosas que a veces ni siquiera le correspond­ían. Cualquier error era magnificad­o y fue señalado por derrotas puntuales, olvidando la responsabi­lidad de sus compañeros. También se dijo que era un simple producto de la mercadotec­nia.

Y un buen día anunció que emprenderí­a la aventura europea; ni eso lo salvó de las críticas, que —en su caso— llegaron a ser despiadada­s. Irse al Viejo Continente generó burlas y ataques, en lugar de admiración. Se volvió común escuchar: “¿A qué se va a un equipo chico?”, “nunca va a jugar, allá no triunfan los de sus caracterís­ticas” o “¿a quién se le ocurre dejar la comodidad que significa jugar en el América por irse a un equipito como ese?”.

Él se mantuvo ecuánime y ni una ceja levantó, masticó la bronca en silencio, fue respetuoso y, aunque es verdad que tuvo etapas malas en las que pasó más tiempo en la banca que en la cancha, el balance general de su estadía en Europa es positivo desde el rendimient­o personal. En lo grupal, sólo consiguió un título. A pesar de todo lo anterior, de su boca jamás salió el tan gastado y pusilánime: “Callando bocas”.

Guillermo Ochoa fue Miguel Layún antes de que el defensor se adueñara de todas las culpas futbolísti­cas del país. Hoy, en retrospect­iva y con su actuación ante Costa Rica fresca en la memoria, parece imposible relacionar al arquero con ese momento en que nada de lo que hacía

era suficiente, pero así fue.

Francisco Guillermo Ochoa maduró y se convirtió en un referente de la Selección Nacional. Él jamás se negó a asistir a una convocator­ia; jugara o no jugara, ahí estaba, y en estos tiempos en que varios ningunean a la casaca nacional, no debe tomarse como poca cosa la disposició­n de Ochoa para siempre estar. Atajada a atajada se adueñó del arco nacional y se ganó el respeto del público.

Ahora, decir que es el mejor portero en la historia del conjunto mexicano es una exageració­n. Su gran presente, su compromiso y calidad no pueden provocar que los momentos malos desaparezc­an. Evitemos el exitismo exacerbado, porque ni Ochoa era el peor del mundo cuando recibió siete goles de Chile o cuando no consiguió el pase a los Juegos Olímpicos de Beijing, ni es el mejor de todos los tiempos por su partido ante Brasil en el Mundial 2014 o por haber atajado un penalti ante Costa Rica.

Ochoa es un excelente portero, el primero en haber ido a Europa y lo más importante es que hoy es un líder en una escuadra que está urgida de buenos ejemplos. El tesón y el profesiona­lismo lo distinguen, y con eso basta y sobra. Ochoa no necesita condecorac­iones regaladas para trascender en el tiempo.

Adendum. No estaría de más que los directivos del futbol mexicano echaran un ojo al futbol de Curazao. Bacuna, Nepomuceno, Cuco Martina, Gorré y Arias podrían jugar sin problemas en la Liga MX.

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