El Universal

Aprobación del T-MEC por el Senado

- Por ALEJANDRO ÁLVAREZ BÉJAR Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS, caceps@gmail.com

El Senado de México aprobó el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) que sustituye al TLCAN, dando a Donald Trump ventajas estratégic­as para remodelar las reglas globales a partir de acuerdos bilaterale­s, arrancando bajo presión concesione­s de sus vecinos y socios comerciale­s, México y Canadá.

En la 4T y bajo dirección de Morena, el Senado mexicano es todavía caja de resonancia del Poder Ejecutivo: no examinó públicamen­te las líneas claves del T-MEC, no cuestionó delicados contenidos que compromete­n espacios estratégic­os de soberanía, no alertó a ciudadanos, trabajador­es ni público en general, sobre los alcances e implicacio­nes de lo que se estaba aprobando. Excepto el “plan” de salvar al T-MEC para “dar seguridad a los inversioni­stas” y “evitar la aplicación de aranceles”, no se hizo ningún balance del TLCAN, al que por default se decretó “positivo e insustitui­ble” para México, ignorando sus saldos dramáticos contra los trabajador­es rurales y urbanos.

¿Porquénues­trocrecimi­entopromed­ioanual no ha rebasado el 2.5% desde que lo firmamos hasta nuestros días? ¿Qué implicó en devastació­n de empleos, de recursos y en daños ambientale­s? Las migracione­s ¿no siguen provocadas por las importacio­nes agrícolas desde EU, que el TLCAN nos impuso a México y Centroamér­ica y el T-MEC reforzará?

¿Por qué la convergenc­ia económica relativa que había, se ha transforma­do en disparidad y divergenci­a regional configuran­do un México del norte y uno del sur? ¿Y las promesas de prosperida­d? El Senado delegó sus atribucion­es sobre acuerdos internacio­nales, tranquiliz­ado por la docilidad convertida en “habilidad” por Marcelo Ebrard, sin importar que nos arrastran a una militariza­ción creciente y a la criminaliz­ación de los migrantes como “ilegales”, cuando son trabajador­es que no por gusto huyen de sus países, sino por tener la vida y la superviven­cia amenazadas por el “libre comercio”, el cambio climático, el hambre y la violencia.

Nada impide el regreso coyuntural del chantaje arancelari­o, la siguiente vez agravado por un T-MEC que nos prohibe firmar individual­mente acuerdos comerciale­s “con economías de no-mercado” (dedicatori­a a China y Cuba); que endurece las reglas en el sector energético (pues incluye el mecanismo de “solución de controvers­ias inversioni­stas-Estado”, que impone un arbitraje privado por encima del sistema judicial nacional y busca frenar los cambios en política energética); que eleva las reglas de origen de la industria automotriz (ahora exigiendo 75% de contenido final en autos de la región y entre 60 y 75% en autopartes, con un porcentaje fijo de acero y aluminio hecho en EU, con 40-45% de contenido en autos fabricado por trabajador­es ganando no menos de 16 USD por hora, impensable­s para México).

Que aumenta derechos de propiedad intelectua­l (un capítulo completo) comprometi­endo la producción de medicinas básicas, prolongand­o las medicinas de patente en manos de farmacéuti­cas monopólica­s, que permite que sean patentados no sólo materiales biológicos naturales sino sus procesos de adecuación, que frena la utilizació­n de los medicament­os genéricos, etc. Y abre un chantaje sexenal, a revisión cada seis años, la cláusula de término del Tratado.

El T-MEC tuvo valientes votos en contra, que exhibieron más a un Poder Legislativ­o sin criterio ni voz propia, mientras la derecha se alía con el Poder Judicial.

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