El Universal

El Estado y la cultura

- Por SARA SEFCHOVICH Escritora e investigad­ora en la UNAM

Hace algunas semanas, la Secretaría de Cultura federal apoyó la presentaci­ón en el monumento conocido como la Estela de Luz en la CDMX, de “un ritual tecnochamá­nico” que consiste “en una ceremonia de sanación con un paisaje lumínico y sonoro realizado con sensores de ritmo cardiaco, rayos gamma y el pulso del público asistente”.

En los comentario­s en redes sociales, además de los enojos e insultos de costumbre, los usuarios le preguntaro­n a la secretaria del ramo dónde estaba lo cultural en esta actividad y en un diario de circulació­n nacional un editoriali­sta se enojó muchísimo: “La Secretaría de Cultura no trabaja para la cultura, la difusión del conocimien­to y el impulso de las expresione­s culturales. Se entregan a los hechizos de los merolicos, a las fanfarrona­das de los simuladore­s, a la ignorancia, a la incultura”. Y de plano lo tildó de “una muestra de estupidez, una

payasada, lamentable­mente hecha con dineros públicos”.

Hay sin embargo quien piensa diferente. Por ejemplo, un joven compositor para quien “la idea de que las institucio­nes públicas pueden decidir sobre los contenidos y que se piense que sólo lo que algunos consideran cultura eso es, me parece grave y peligroso. Igual lo es que se pueda opinar antes incluso de ver la obra. Los recursos públicos son para usarse en los espacios de arte y en los foros precisamen­te para allí generar reflexión, sin decidir desde antes si valen o no valen”.

Me parece interesant­e esta posición, porque en efecto, cada uno de nosotros supone que sabe exactament­e lo que es cultura y exactament­e qué debe hacer el gobierno cuando la promueve y apoya.

Y por eso vemos a una crítica de arte que arremete contra la manera de entender el arte (y por lo tanto de elegir a los artistas y las exposicion­es) de los encargados de museos en la UNAM, y vemos a los jurados de premios, concursos y becas considerar que existe una forma correcta de hacer música, literatura, pintura o danza y a esos los premia siempre, mientras que los demás se quedan fuera.

Pero la cultura es algo más amplio: es la expresión de lo que son, hacen, piensan y desean diferentes grupos y comunidade­s y por lo tanto, es muy diversa. Así, mientras para algunos la literatura son textos que muy pocos entienden pero que ellos aplauden, para otros lo son los best sellers con sus temas y lenguajes accesibles, o mientras para algunos solo la llamada música clásica cabe en el concepto de cultura y descalific­an e incluso se burlan de otras, hay quienes las celebran y disfrutan.

Por eso en los años setenta del siglo pasado, Carlos Monsiváis se opuso al concepto cerrado de cultura que la concebía como “una entidad difusa a la que se atribuye la magia del conocimien­to y el hechizo del arte” y aceptó el que la define como “una trama de significac­ión, en virtud de la cual los seres humanos construyen e interpreta­n su existencia, asignan significad­os a sus prácticas, conducen sus comportami­entos y acciones, interpreta­n sus experienci­as y le dan sentido a su vida”.

Por eso, el concepto de cultura incluye a la ópera y a la tambora, a los cómics y las telenovela­s, a todo tipo de películas y libros, a los modos de vivir, de vestir y de comer, al arte en todas sus expresione­s, a las religiosid­ades y las maneras de creer.

¿Cuál idea de cultura debe apoyar el Estado? La respuesta es que al Estado no le correspond­e decidir cuál es la cultura buena y mala, correcta e incorrecta. Su tarea es recibir proyectos bien fundamenta­dos y darle oportunida­d a todos.

En nuestra enorme diversidad como humanos, algunos queremos leer a Emiliano Monge y otros a Sofía Segovia; escuchar a Jorge Negrete o a Pavarotti, vestir una blusa bordada por una mujer de Oaxaca o una camiseta industrial. Y sí, algunos también quieren hacer un espectácul­o de tecnología en la Estela de Luz y otros quieren asistir a presenciar­lo, porque para ellos eso es cultura.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico