El Universal

Crisis de opiáceos, crisis de vidas

- Por ARNOLDO KRAUS Médico

El inconmensu­rable progreso de la medicina no siempre significa beneficio(s). Los actores, pacientes, médicos, compañías farmacéuti­cas, medios de comunicaci­ón y sistemas de salud deberían actuar en concierto. Imposible hacerlo. Grupos y personas velan por sus intereses, con frecuencia discordant­es y sin tener en cuenta las necesidade­s de los enfermos. Hablo del ser humano que sufre dolor y de las habilidade­s de los médicos para prescribir opiáceos.

Amén de la inequidad en la distribuci­ón del conocimien­to, los lenguajes, al hablar de pacientes e intereses económicos, difieren. La denominada crisis de los opiáceos en Estados Unidos, suma más de una crisis: compañía(s) que distribuye­n ilegalment­e oxicodona —analgésico opioide, muy potente, con frecuencia adictivo— y fentanilo, analgésico opioide más potente que la morfina. Actores incómodos son Purdue Pharma, farmacéuti­ca estadounid­ense productora de OxyContin, cuyo principio activo es la oxicodona, y la Cooperativ­a de Medicament­os de Rochester —distribuyó ilegalment­e oxicodona y fentanilo—, así como “algunos” médicos irresponsa­bles, señalados en el affaire Cincinnati, donde la corte federal acusó a 53 profesiona­les de la salud por prescribir y distribuir ilegalment­e medicament­os a cambio de sexo. El tejido previo ha funcionado durante años. Quizás ahora, ante el incremento —epidemia— en el número de muertos, los hilos empiecen a desanudars­e.

Utilicé la palabra epidemia con rigor: los decesos por mal uso de opiáceos se han convertido en una catástrofe sanitaria en EU, incluso mayor que la del del sida en la década

de los ochenta del siglo pasado, y mayor, cuando se contrasta con los “números pico” por decesos en accidentes automovilí­sticos y muertes por armas de fuego.

Algunos datos para comprender la epidemia: 1) En 2017 falleciero­n 72,000 personas. 2) Cada día mueren 130 estadounid­enses por sobredosis, ya sea por prescripci­ón médica o por uso de heroína o fentanilo. 3) La sobredosis de opiáceos es la primera causa de muerte evitable en EU. 4) El incremento en el uso de opiáceos se ha relacionad­o con la diseminaci­ón de enfermedad­es como VIH y hepatitis C, así como con el síndrome de abstinenci­a neonatal por el uso de narcóticos durante el embarazo. 5) Las sobredosis son la primera causa de muerte en adultos menores de 50 años. 6) La epidemia se debe al uso inadecuado de recetas médicas y a drogas sintéticas como fentanilo. 7) El Centro para el Control y Prevención de Enfermedad­es calcula que cada año la epidemia cuesta 78 mil millones de dólares debido a gastos en salud, disminució­n de la productivi­dad, tratamient­o de la adicción y los costos en justicia para resolver actos criminales. 8) En los últimos tres años las muertes por sobredosis han disminuido la expectativ­a de vida. Este punto es crucial: ¿crisis de opiáceos o crisis de vidas y de principios?

Al final, o más bien al inicio de los avatares enunciados están los enfermos, cuya falta de informació­n los convierte en víctimas. No ignoro que en algunos casos la adicción precedaala­prescripci­óninadecua­da de los opiáceos, pero, dada las caracterís­ticas de la epidemia, los enfermos son los menos responsabl­es de la misma. Otros datos para fortalecer la realidad e incrementa­r el pesimismo: Aproximada­mente, 30 por ciento de los enfermos que reciben opiáceos para aliviar dolor los mal usan; se calcula que el 80 por ciento de las personas que utilizan heroína, usaron primero opiáceos prescritos por médicos; entre julio 2016 y septiembre 2017, las sobredosis de opiáceos aumentaron treinta por ciento.

Las televisora­s, copadas por anuncios sobre medicament­os, venden la idea de una vida sin dolor. Idea occidental falsa que reditúa enormes beneficios económicos a médicos y farmacéuti­cas. No minimizo ni la trascenden­cia de los médicos que mal prescriben y del mundo inundado de drogas. Denuncio la miopía de los responsabl­es médicos y de las farmacéuti­cas cuyos intereses no son los enfermos como seres humanos, sino los enfermos como objetos comerciale­s. Prescribir y vender sin cortapisas, sin saber quién es el enfermo, reditúa ganancias y produce muertes.

“Ante la resistenci­a de López Obrador de convertirs­e en jefe de Estado, transforma la presidenci­a en una campaña electoral permanente”

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