El Universal

Los imperdible­s de Chiang Mai

Conoce en breve la cultura del norte de Tailandia con experienci­as hechas a la medida

- DIANA PENAGOS destinos@eluniversa­l.com.mx

Aunos 700 kilómetros de Bangkok, en el norte de Tailandia, la capital de la provincia de Chiang Mai fue la primera civilizaci­ón tailandesa fundada en 1296. Esta región llena de escenarios de ensueño presume cientos de templos, bosques tropicales, una gran cultura e idílicos campos de arroz. Hay tanto de qué sorprender­se pero, para empezar, tengo en mente cinco experienci­as que no quiero perderme.

1. Toca fondo en los arrozales

La vista es fascinante desde la terraza de mi lujosa habitación en el hotel Four Seasons Chiang Mai. Se ve el pequeño campo de arroz que ocupa una parte de las 32 hectáreas totales de la propiedad. El paisaje bucólico está salpicado con uno que otro campesino que cosecha el grano con el atardecer como marco. Pero a esta romántica vista pronto le llega el baño de realidad.

Con el fin de darle a los huéspedes una probadita de la cultura local, el resort ha diseñado experienci­as personaliz­adas, entre las que se encuentra el cultivo de este cereal con mano propia. Así que me pongo el mor hom (el traje típico de los campesinos tailandese­s): un holgado pantalón y camisola hechos de una tela que asemeja a la mezclilla; el sombrero de paja y botas de hule con las cuales me introduzco poco a poco en una especie de pantano.

Un guía nos va diciendo lo que tenemos que hacer; de entrada, aprender a caminar en el lodo con el agua hasta las rodillas.

Poner un pie delante de otro se vuelve una labor titánica, es como querer salir de arenas movedizas, con los mosquitos rondando y sudando a mares. Y así, clavados en el fondo, haciendo equilibrio para no caer, encorvados, hundiendo las manos, sembramos los manojos de hierba que se convertirá­n en el alimento tan común en nuestras mesas. A esta hora el calor no pega tan fuerte, pero no imagino el que sienten los campesinos cuando en su espalda cae el vivo rayo del sol.

El paso siguiente es poner a secar los manojos recién cosechados para después descascara­rlos en una gran charola de mimbre aventándol­os al aire, con un movimiento parecido al que se hace al voltear una pizza, sin que se caiga un solo grano de arroz. Toda una odisea Cultivar arroz con mano propia Tarifas desde cuatro mil 500 dólares la noche. fourseason­s.com/chiangmai que nos hace ser consciente­s del verdadero valor de lo que nos llevamos a la boca. Lo mejor, después de esta “ardua labor”, es un chapuzón en la alberca infinita con vista hacia el arrozal.

2. Toma clases de cocina tailandesa

A la mañana siguiente, la levantada es al Descascara­ndo el grano,

alba. En este tenor de vivir en carne propia el día a día tailandés, el Four Seasons organiza una excursión al mercado Chang Phueak, donde los huéspedes haremos la compra de lo que vamos a cocinar y comer, teniendo al chef del hotel como maestro.

El lugar es parecido a un mercado mexicano en cuanto al bullicio, aunque sus frutas y verduras nos pueden parecer de lo más exóticas. Llama mi atención lo que para los asiáticos es un verdadero delicatess­en: el huevo milenario. El cascarón es de un rosa intenso y por dentro, cuando lo abres, es color chocolate. Debe su tonalidad a que se entierra en estiércol por varios meses para que fermente. Advierto: el olor hace honor a sus orígenes.

Botaneando por aquí y por allá, terminamos la compra y regresamos al hotel, donde ya nos espera una estación de trabajo a cada quién para preparar nuestros alimentos. El chef, con un buen humor y una paciencia infinita, logra hacer de nosotros unos cocineros decentes, incluidos los que somos más ineptos. La comida, acompañada de un buen vino tailandés —Monsoon Valley— nos sabe a gloria.

3. Sumérgete en la filosofía budista

Ver templos budistas en Tailandia es como ver iglesias en Europa: te topas con tantas que ya no sabes cuál es cuál. Pero si has de escoger uno en Chiang Mai, el Wat Phra That Doi Suthep sería el elegido. Dice la leyenda que una reliquia de Buda fue puesta en un cacharro sobre el lomo de un elefante. Donde este parara, sería el lugar donde debería quedarse. El elefante subió la montaña Doi Suthep hasta desfallece­r en lo alto. En ese lugar se construyó la gran estupa dorada que guarda la reliquia. Alrededor se edificó un complejo que se convirtió en un importante centro de peregrinac­ión para los budistas.

Si logras trepar los 309 escalones que conducen a la cima, la energía que sentirás es poderosa y las vistas que disfrutará­s espectacul­ares. Si no… no te preocupes, también hay un funicular para subir.

De Bangkok, puedes viajar en autobús, transporte privado, tren nocturno o tomar un vuelo de Thai Smile Airways de poco más de una hora. Para llegar a Bangkok, puedes tomar el vuelo directo de Aeroméxico México-Shanghái (17 horas) y de ahí otro de Thai Airways (cuatro horas) a la capital tailandesa.

Los mexicanos podemos tramitar la visa es decir, al entrar al país por tierra, mar o por vía aérea. Esto aplica cuando la estancia no supere los 15 días.

El baht (THB): 1.61 baht equivale a un peso mexicano, aproximada­mente.

En el invierno, de diciembre a febrero, cuando el calor no es tan intenso, y antes de las lluvias.

Trece horas más que en México en el horario de invierno; 12 en el de verano.

4. Vete de compras al bazar nocturno

En la calle de Chang Khlan —una de las más concurrida­s de Chiang Mai por tratarse de una zona hotelera, de bares y restaurant­es—, a partir de las cinco de la tarde se instalan miles de puestos, apretujado­s, pegaditos unos con otros, alineados en una larga fila, para ofrecer desde ropa, artesanías y souvenirs, hasta gadgets, juguetes y joyería. Encontrará­s las cosas más extrañas. La calidad no es lo máximo y hay muchos artículos de imitación, pero para llevar recuerdos a la familia vale la pena. Los precios son bajos y se vale regatear.

5. Pasa por local, visita un café cool

En los últimos tiempos, los cafecitos encantador­es, muy hipsters, han proliferad­o en la capital de la provincia de Chiang Mai. Se han vuelto centro de reunión indispensa­ble para los locales. La mayoría sirven buen café, pero más allá de la bebida en sí, lo que destaca es la experienci­a.

En este sentido, el Woo Café es parada obligada. La decoración se distingue por la vegetación y las flores que se entremezcl­an con las mesas y las barras; de éstas hay de postres y de café, pero también puedes pedir a la carta. En los menús de los restaurant­es tailandese­s está claramente señalado si el platillo es spicy (picante) o not spicy (según ellos, sin picante). Aunque los mexicanos estamos acostumbra­dos al chile, cabe decir que el spicy tailandés se siente hasta en el esófago, por eso pido not spicy, sin embargo, en el Woo, hasta los platillos not spicy parecen que tienen habanero. Eso no quita que la comida sea deliciosa.

El Woo Café tiene una galería de arte y una tienda donde puedes encontrar cosas realmente lindas, como las tazas, vasos y platos hechos de la cerámica de Chiang Mai. Si algo te gusta, llévatelo, porque es un hecho que no lo encontrará­s en otro lado.

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es una de las experienci­as que ofrece Four Seasons en sus campos.
 ??  ?? Wat Phra That Doi Suthep, fantástico templo budista y lugar de peregrinac­ión.
Wat Phra That Doi Suthep, fantástico templo budista y lugar de peregrinac­ión.
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Refugio para descansar en el Four Seasons.
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sin tirar uno solo.

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