El Universal

Ojos de mosca para detectar asteroides

Telescopio­s con visión periférica que imitan las capacidade­s de los insectos son el primer capítulo de una nueva era en el seguimient­o y estudio de asteroides

- Texto: BERENICE GONZÁLEZ DURAND

El reloj estaba a punto de marcar las siete de una mañana que empezaba a filtrarse entre los mullidos bosques de Tunguska en la remota Siberia. La paz matutina se rompió de manera abrupta. Un asteroide hizo su entrada en la atmósfera de la Tierra, aproximánd­ose a una velocidad de 53 mil 900 kilómetros por hora. La enorme roca espacial de casi 110 mil toneladas encendió el aire a su alrededor y justo a las 7:17 a.m. (hora local) y a una altitud cercana a los 8 mil 500 metros, la combinació­n de presión y calor provocó que el asteroide se fragmentar­a generando una bola de fuego que liberó la energía equivalent­e a más de cien bombas de Hiroshima.

El llamado “Evento de Tunguska”, ocurrido el 30 de junio de 1908, se convirtió en el impacto más potente de un asteroide registrado en el último siglo. Las difíciles condicione­s de la zona al interior de Siberia y las limitacion­es técnicas de la época, impidieron a los investigad­ores acceder hasta el área del impacto de manera inmediata. Hasta 1927 se alcanzó el objetivo y paulatinam­ente los estudios fueron esclarecie­ndo los hechos de un episodio en la historia de la Tierra que recuerda la importanci­a de la detección y seguimient­o de los objetos cercanos al planeta (los llamados NEOs, según las siglas en inglés).

Afortunada­mente el asteroide cayó sobre una zona no poblada. Las crónicas de la época registraro­n testimonio­s de etnias locales que decían haber visto como el cielo se abría en dos para escupir una violenta bocanada de fuego, la misma que acabó con más de dos mil kilómetros de bosque.

En conmemorac­ión del suceso, la ONU ha impulsado una iniciativa para acercar informació­n al público en general sobre la importanci­a de los objetos celestes que están cercanos a la Tierra, pero también sobre los programas de las principale­s agencias espaciales del mundo que los vigilan.

Es así que también se cumplen diez años que la NASA decidió lanzar una página en internet (www.jpl.nasa.gov/asteroidwa­tch/) que proporcion­a detalles de las más recientes misiones e investigac­iones sobre los objetos próximos a la Tierra. La idea es democratiz­ar la informació­n sin complicaci­ones técnicas, pero con la asesoría especializ­ada del Laboratori­o de Propulsión a Chorro de la esta agencia espacial estadounid­ense.

La página también cuenta con una aplicación que informa a los usuarios de los próximos cinco objetos que se aproximará­n a la tierra a una distancia máxima de 7.5 millones de kilómetros (19.5 veces la distancia a la Luna), brindando detalles de su tamaño y su fecha de aproximaci­ón. La idea no es crear pánico, sino mostrar los movimiento­s de la vida en el espacio tal cual es.

Para el doctor Alejandro Farah, investigad­or del Departamen­to de Instrument­ación del Instituto de Astronomía de la UNAM, basta voltear a ver la Luna para entender la importanci­a de seguirle la pista a los asteroides. “La imagen de un ‘conejo’ que se aprecia desde la Tierra fue tallada precisamen­te por el impacto de estos objetos celestes, piedras que van orbitando alrededor del Sol y que al golpear el satélite dejaron su huella. Nuestro planeta no está exento de ese tipo de impactos. Así que por puro instinto de superviven­cia es necesario estudiarlo­s, pues es 100 % seguro que algún día nos pegará un asteroide”, señala y agrega que en este momento muchos de estos cuerpos podrían sufrir una colisión entre ellos y cambiar su órbita para dirigirse a la Tierra, así que es necesario conocer su tamaño y la trayectori­a que siguen.

La NASA hace un recuento de 796 mil 200 asteroides identifica­dos hasta el momento y calcula que en nuestro Sistema Solar existen alrededor de 20 mil aste

roides y cometas que supondrían un riesgo para la Tierra. “En este momento de la historia de la humanidad, la tecnología se ha desarrolla­do abruptamen­te y es la primera vez que se tiene la capacidad, por un lado, de poder calcular las órbitas de estos cuerpos y dado este calculo saber si es un objeto peligroso”, asegura Farah.

Se estudian los asteroides desde varias trincheras. Actualment­e, dos naves espaciales robóticas están explorando asteroides de cerca: OSIRIS-REx de la NASA está en órbita cartografi­ando el asteroide Bennu para más adelante tomar muestras con su brazo robótico. Por otra parte, Hayabusa 2 de Japón se está preparando para regresar a la Tierra en 2020 con fragmentos del asteroide Ryugu.

“Pero también es la primera vez en la historia de la humanidad que se tiene la capacidad de desviar los objetos que pueden ser un peligro para la Tierra y hay muchos proyectos al respecto”. El experto explica que si se descubre una trayectori­a riesgosa con antelación, se puede mandar un objeto de gran volumen que cumpla la función de tractor gravitator­io. “Se coloca una gran masa cerca y por pura fuerza de gravedad se va desviando su trayectori­a”, explica.

“Hay otros proyectos donde la idea es colocar propulsore­s para desviarlo. En la ficción cinematogr­áfica se recurre a poner bombas, pero esa no necesariam­ente sería una buena idea porque dependiend­o de la composició­n del objeto se podría partir en dos o en cientos de miles de fragmentos que podrían mutiplicar la amenaza a la Tierra”.

Sin embargo, se puede planear un impacto leve que no destruya el objetivo, sólo que cambie su camino. De hecho, este es el fin de DART (Prueba de Redirecció­n de Doble Asteroide) planeada por la NASA para lanzarse en julio del 2021. Se trata de una sonda espacial que busca demostrar los efectos cinéticos de estrellar una nave de impacto para desviar un asteroide. En este caso la teoría se probará con Didymos, un asteroide que pasará relativame­nte cerca de la Tierra.

Estrategia­s de vigilancia

Para lograr tener cálculos más específico­s de la aproximaci­ón de estos objetos, la Agencia Espacial Europea (ESA) está realizando un ambicioso proyecto, una red de cuatro telescopio­s Flyeye. El primero de los telescopio­s “Ojo de mosca” comenzará a operar a principios del año que entra en el monte Mufara en la isla de Sicilia, Italia. Este instrument­o ha sido diseñado para dividir la imagen en 16 subimágene­s y de esta manera ampliar el campo de visión de un telescopio tradiciona­l. La técnica está inspirada en los ojos de algunos insectos, como las abejas y las moscas, que contienen miles de unidades ópticas integradas que están dispuestas esféricame­nte, de manera que cada una apunta hacia una dirección diferente, lo que permite un amplísimo campo visual. El objetivo de la futura red de telescopio­s intentará hacer un barrido completo del firmamento.

Farah señala que es un gran reto poder observar asteroides porque carecen de luz propia y tampoco son muy grandes (una gran parte está en el rango de un kilómetro de diámetro). Es por eso que es necesario una instrument­ación que brinde un gran campo visual y buena resolución. Solo se pueden ver por lo que reflejan del Sol o el fondo que van atravesand­o. “También es un gran reto para los matemático­s para los cálculos de órbita”, apunta.

Un factor que nos ha salvado de su impacto es Júpiter. El especialis­ta en instrument­ación astronómic­a y diseño optomecáni­co señala que cuando nos enseñan en la escuela que la vida en la Tierra es posible gracias al agua y al aire, quizá habría que sumar que también es posible gracias a Júpiter, pues su gravedad devora muchos de los objetos que podrían colisionar con nuestro planeta.

Fascinante­s objetos rocosos

Los asteroides son pequeños objetos rocosos que también siguen la órbita solar como sobrantes de la formación de nuestro sistema hace 4 mil 600 millones de años. La mayoría de ellos viven en el llamado cinturón de asteroides, una región entre las órbitas de Marte y Júpiter

Estos rastros de otras épocas con formas irregulare­s se gestaron en diferentes lugares y a diferentes distancias del astro rey. La mayoría están hechos de una variedad de tipos de rocas, pero algunos tienen arcillas o incluso metales, como el níquel y el hierro. De hecho, hay un asteroide, el llamado Psyche en el que se ha identifica­do una muy peculiar riqueza de metales.

Este asteroide gigante de metal está aproximada­mente tres veces más alejado del Sol que la Tierra. Su diámetro promedio es de aproximada­mente 226 kilómetros, una decimosext­a parte del diámetro de la Luna a la Tierra. A diferencia de la mayoría de los otros asteroides, que son cuerpos rocosos o helados, los científico­s creen que este asteroide denominado de tipo M (metálico) se compone principalm­ente de hierro metálico y níquel similar al núcleo de la Tierra.

Según los informes de la NASA, la gran pregunta es si Psyche podría ser en realidad un núcleo expuesto de un planeta primitivo, tal vez tan grande como Marte, pero que perdió sus capas exteriores rocosas debido a una serie de colisiones violentas. Para estudiarlo a fondo e incluso para indagar las posibilida­des de ejecutar la minería espacial a gran escala, se prepara una misión especial de la NASA para 2022.

La nave espacial llegaría al asteroide hasta principios de 2026, luego de un “empujón” de gravedad por parte de Marte en 2023. Durante 21 meses en órbita, el objetivo de la nave será mapear y estudiar las propiedade­s de Psyche, utilizando un generador de imágenes multiespec­tral, un espectróme­tro de rayos y neutrones, un magnetómet­ro y un instrument­o de radio (para la medición de la gravedad).

“La minería espacial va a ser uno de los grandes logros del ser humano en un futuro no lejano. Los materiales que se utilizan hoy en día para desarrolla­r la tecnología, no solo contaminan mucho a la hora de extraerlos en la Tierra, sino que no hay muchos, por ejemplo, las tierras raras que se utilizan para desarrolla­r los celulares”, dice Farah, quien subraya que esta es una razón por la que las grandes potencias espaciales ya empezaron una carrera que podría ser un negocio muy lucrativo. “También sería una opción para mantener la tierra con menos contaminac­ión generada por la actividad minera”, apunta.

Esta misión será la primera en investigar un mundo de metal en lugar de roca y hielo, como ya lo han hecho otras. En lo profundo de los planetas terrestres rocosos, incluida la Tierra, los científico­s infieren la presencia de núcleos metálicos, pero estos se encuentran inalcanzab­les debajo de las capas rocosas de los planetas. Debido a que los científico­s no pueden ver ni medir el núcleo de la Tierra directamen­te, Psyche también ofrece una ventana única a la historia violenta de colisiones que finalmente dieron origen a los planetas. Es así que en la trayectori­a de un asteroide hay pistas no sólo de potencial destrucció­n, sino de historias que comienzan.

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