El Universal

El taxista que dejaba a sus pasajeros sin cartera y sin recuerdos

- Héctor de Mauleón @hdemauleon demauleon@hotmail.com

Una cámara de seguridad registró el momento en que el conductor de un automóvil arrojó un cuerpo, en la madrugada del pasado 22 de junio, en la colonia Nápoles de la alcaldía Benito Juárez, en la Ciudad de México.

Al pasar frente a la cámara se advirtió que el vehículo lucía en el techo un “copete” que lo identifica­ba como taxi.

A las siete de la mañana de aquel sábado, el policía Raúl Morales Portillo reportó que el cuerpo se encontraba tendido sobre el pavimento, pegado a la acera y recostado sobre su brazo derecho. Era el cadáver del abogado Pablo González Kúsulas, de 28 años de edad, recién egresado de la maestría en leyes de la Universida­d de Berkeley.

El abogado había estado aquella noche con un grupo de amigos en el Fisher’s de Santa Fe. A la 1:50 de la madrugada alcanzó a una amiga en un karaoke de Avenida de las Palmas. Conviviero­n en ese sitio con algunos conocidos. La amiga se retiró, y el abogado permaneció en el karaoke un rato más.

Videos aportados a la Policía de Investigac­ión por los abogados de la familia revelan el momento en que González Kúsulas abandona el bar en compañía de uno de sus conocidos. Un segundo video lo muestra caminando por la calle: ahora va solo. Eran las 3:58 de la madrugada.

49 minutos más tarde su cadáver fue abandonado en la esquina de Georgia y Nebraska. La cámara de seguridad cercana registró las placas del vehículo que acababa de abandonarl­o: A 3320K.

La autopsia reveló que el abogado había ingerido ciclopento­lato, una sustancia que se encuentra en las gotas oftálmicas y que suele ser empleada para dormir a la gente. Le habían quitado el teléfono celular y la cartera, en la que además de dinero llevaba dos tarjetas del banco Santander.

La investigac­ión demostró que horas más tarde se intentó usar las tarjetas en un Oxxo de la Condesa, así como en una farmacia y dos centros comerciale­s de la colonia Guerrero (Walmart y Bodega Aurrerá).

Los movimiento­s fueron realizados entre las 7:12 y las 10:32. Las cámaras mostraron al taxi en dichos establecim­ientos y revelaron también que el personaje que había intentado hacer los retiros en Walmart y Aurrerá había abordado la unidad a las 9:29 de la mañana.

Con las tarjetas del abogado se intentaron hacer compras de entre cinco mil y 55 pesos.

Solo fue posible llevar a cabo dos transaccio­nes por un monto de 300 pesos

cada una.

El personaje que abordó la unidad había llegado esa misma mañana desde el estado de Hidalgo. El conductor del taxi, Felipe “N”, de 60 años de edad, le había llamado poco después de arrojar el cadáver en la calle Georgia. La cámara de un cajero automático, y de uno de los almacenes, entregó su imagen. Fue identifica­do como José Manuel “N”.

Tenía ingresos en centros penitencia­rios por robo a repartidor, por robo de vehículos con violencia y por falsificac­ión de documentos.

El chofer del taxi tenía su propio pasado: lo habían detenido a la salida de un banco, sacando el dinero de un pasajero en estado de ebriedad.

La PDI estableció su ruta cotidiana: salía diariament­e, a bordo del taxi, a las doce de las noche. Recorría bares de Polanco, la Roma y la Condesa. Los investigad­ores sostienen que en realidad cazaba pasajeros en estado de ebriedad. Les ofrecía una botella de agua o una cerveza, en las que previament­e había derramado gotas oftálmicas, para despojarlo­s luego de sus pertenenci­as. Las víctimas recobraban la conciencia en la calle, sin cartera, sin teléfono, sin recuerdos.

Los agentes que llevaron la investigac­ión sostienen que el abogado perdió la vida en el asiento del taxi. Puede que al taxista se le haya pasado la mano, explican.

Según el reporte, cuando la PDI detuvo al conductor, encontró dentro de la unidad varias botellas “cargadas” con gotas oftálmicas.

La PDI aguardó hasta que el cómplice (al que los agentes apodaron “el tarjetero”) fue ubicado en la Ciudad de México, durante una visita a sus familiares.

Ambos fueron detenidos ayer. La activa colaboraci­ón de los abogados de la víctima marca un camino. Lo que puede ocurrir cuando colaboran policía y sociedad.

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