El Universal

El trauma migratorio

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Las decisiones estadounid­enses en materia migratoria se adoptan sin tomar en cuenta a gobiernos vecinos —como el mexicano o los centroamer­icanos— y sin pensar en las consecuenc­ias para los afectados: su dignidad lastimada al retrasarle­s por años el derecho de asilo, al recluirlos en jaulas y al deportarlo­s sin la oportunida­d de argumentar la determinac­ión.

En medio de estas acciones hay menores de edad perjudicad­os. Únicamente en Ciudad Juárez, hay casi 3 mil menores que han sido retornados desde Estados Unidos. Se encuentran acompañado­s, pero solo por uno de sus padres; el otro se quedó en su lugar de origen semanas o meses atrás.

La promesa para ellos fue ir a la escuela, tener acceso a una mejor vida, a mejores juguetes y hablar inglés. La realidad es muy diferente. Están en un albergue con decenas de adultos y menores en situación similar, sin certeza sobre su futuro.

Especialis­tas advierten que las condicione­s que encaran les genera un trauma de identidad con efectos sintomatol­ógicos de angustia, ansiedad, tristeza e insegurida­d; además, carecen de hábitos o rutinas definidas, de un territorio con el que se sientan identifica­dos y desconocen qué va a

pasar o dónde van a estar el día de mañana, lo cual tendrá repercusio­nes en su vida adulta.

Las presiones estadounid­enses para que México sea un muro ante el flujo migratorio que sube desde Centroamér­ica ocasionan que en la práctica se erija como “país tercer seguro”, territorio donde todo migrante debe pedir asilo antes de solicitarl­o en Estados Unidos, circunstan­cia que se agudizó desde que el presidente Donald Trump amenazó con imponer aranceles a productos mexicanos si no había contención de las olas migratoria­s.

En la opinión pública se debate si la actuación mexicana es de sumisión o de cooperació­n. Voces como la del presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, afirman que la migración es un derecho humano y que no se vale evitar el pago de aranceles “con carne humana”. El discurso oficial, en cambio justifica el despliegue de la Guardia Nacional para asegurar el cumplimien­to de la ley; “no es un delito migrar, pero tienes que registrar a los indocument­ados para protegerlo­s” ha manifestad­o la cancillerí­a.

Mientras prevalecen las discrepanc­ias para atender la emergencia migratoria, hay seres humanos —algunos de unos cuantos años de edad— que esperan la oportunida­d de una mejor vida. Oportunida­d que quizá quede anulada por decisiones tomadas desde un escritorio.

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