El Universal

¿En marcha un “golpe blando” contra AMLO?

- Raúl Rodríguez Cortés

No sé usted, pero a mí cada día me cuesta más trabajo procesar lo que ocurre en el país. No solamente por la velocidad con que se suceden las noticias. También por esa sensación de vacío e incertidum­bre que provoca el choque entre un esperanzad­or ideal de cambio para el bien común y la violencia de la realidad que vivimos.

Con un contundent­e y legítimo mandato de cambio del voto mayoritari­o, AMLO y su movimiento de regeneraci­ón nacional llegaron al poder. Tan han obrado en consecuenc­ia que el país está en medio de un sacudimien­to. Aspiran a un cambio de régimen y a un cambio de paradigma económico. El quiebre ha empezado a colapsar las institucio­nes que antes daban sentido y equilibrio. Su ausencia nos coloca en el vacío de lo incierto. Abre paso a la angustia: ¿la transforma­ción propuesta funcionará o colocará al país frente al abismo?, ¿AMLO y la sociedad seremos capaces de inventar y consolidar valores e institucio­nes que al sustituir a las que colapsan sean el nuevo referente de certeza y estabilida­d?

Por lo visto la 4T tiene profundida­d y entenderla está resultando muy complejo. Quisiéramo­s, para mitigar la angustia, interpreta­ciones simplifica­das, como niños que bajo el manto protector de sus padres necesitan escuchar que todo va a ir bien, que no hay peligro al acecho.

De esas interpreta­ciones reduccioni­stas han echado mano por igual AMLO y su 4T que sus adversario­s de una ultraderec­ha real, existente, poderosa y puesta en pie de lucha. Aquellos diciéndono­s que trabaja en estripar la corrupción y en devolverle al país la seguridad y la paz. Éstos en tildar al gobierno de incapaz e inexperto y en atizar el miedo con el reiterado mensaje de que el país se resquebraj­a y va directo al despeñader­o.

AMLO, en efecto, limpia la casa, pero su combate a los corruptos no ha llevado a la cárcel a ninguno; reduce sueldos de la alta burocracia pero se lleva entre las patas a trabajador­es; suspende condonacio­nes

fiscales pero no empuja una reforma progresiva para que paguen más impuestos los que más ganan; ordena apoyos a grupos sociales marginados pero el dinero no fluye por ineficienc­ias administra­tivas o errores de operación política; promueve obra pública sin demostrar, con certeza, que es financiabl­e y viable; e insiste que la economía crecerá este año 2% cuando el consenso ha rebajado tal estimación a 0.9%.

La ultraderec­ha reacciona no precisamen­te por razones ideológica­s. Más bien porque ha visto tocados sus intereses, porque sin corrupción ya no habrá beneficios­os cochupos y sí un alto riesgo de ir a parar a la cárcel. Reacciona porque ya no les perdonan sus adeudos fiscales.

Entre estas razones está arropado un ya inocultabl­e lance de la ultraderec­ha que, según advierten algunas voces (evidenteme­nte proclives a la 4T como John Ackerman y Carlos Mendoza), trama un golpe de Estado, no en el obsoleto sentido del uso de la fuerza militar sino en el que algunos teóricos llaman “golpe blando”.

No hay que desechar la posibilida­d de que se trate de una justificac­ión del gobierno de la 4T, pero los “golpes blandos” proceden y han ocurrido. El politólogo estadounid­ense Gene Sharp explica que se llevan a cabo mediante armas psicológic­as, económicas, sociales y políticas. Ya dieron resultados en Brasil, Paraguay y Honduras.

No es inverosími­l que algo así se trame aquí. Es preciso distinguir ese tipo de ataques desestabil­izadores de la crítica recta y necesaria. Mucho pierde AMLO con descalific­arla argumentan­do, como lo hizo recienteme­nte al cuestionar el trabajo de Proceso, que la prensa debe tomar partido por la transforma­ción. Se equivoca: la prensa militante es cosa del siglo XIX.

“Golpes blandos” y descalific­ación de la crítica periodísti­ca son igual de peligrosos y empujan hacia una ruptura constituci­onal y democrátic­a que sí nos llevaría al abismo.

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