El Universal

Confianza traicionad­a

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Modificar las cifras de delitos es una tentación que segurament­e todos los gobernante­s han tenido y que con probabilid­ad alguna vez han realizado. En un país asolado desde hace una década con niveles de insegurida­d siempre ascendente­s, fabricar un descenso en el número de ilícitos implicaría un beneficio político, pero al mismo tiempo reconocer la incapacida­d de combatir el crimen. En la capital del país, la actual administra­ción acusó formalment­e esta semana a funcionari­os del gobierno previo por alterar las cifras de índices delictivos. Dos meses después de tomar posesión, en febrero de este año, la procuradur­ía de la Ciudad de México dio a conocer los primeros indicios; se mencionó que las cifras oficiales de la administra­ción pasada daban cuenta de 84.7 delitos en promedio, cuando en realidad se registraba­n 170.

Una trama de este tipo requiere de muchas manos, pero de una orden específica de un alto funcionari­o. En total, 106 personas serán investigad­as por la Comisión de Estadístic­as del Sistema de Seguridad Publica y la procuradur­ía capitalina, entre ellas el exprocurad­or Edmundo Garrido Osorio y el extitular de la Dirección de Estadístic­a Criminal, César Martínez Jaso.

Para hacer una acusación así la actual administra­ción debe tener evidencias claras… y todo indica que cuenta con ellas. El Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública realizó una auditoría —en la que también participó un representa­nte de la Organizaci­ón de Naciones Unidas— que implicó la revisión de más de 240 mil expediente­s. El hallazgo más importante es que un total de 24 mil delitos de alto impacto fueron considerad­os de bajo impacto. En el caso de homicidios, decenas de expediente­s fueron catalogado­s como hechos culposos o pérdidas de vida por causas naturales o fortuitas cuando en realidad se trató de homicidios dolosos.

De confirmars­e lo expuesto por el gobierno de la Ciudad de México, se estaría ante una traición a la confianza ciudadana por parte de quienes tienen a su cargo la responsabi­lidad de proporcion­ar espacios y ambientes seguros, pero también ante la urgencia de imponer controles de calidad a las estadístic­as que recogen todas las procuradur­ías estatales.

Maquillar las cifras solo cierra la oportunida­d de mejorar en materia de combate al crimen. Se pierde tiempo valioso para atender de manera integral un problema grave que crece, mientras con engaños se pretende hacer creer que hay avances. La realidad, sin embargo, es inocultabl­e.

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