El Universal

Deflación en Europa

- Por ROGELIO RAMÍREZ DE LA O Analista económico. rograo@gmail.com

Sin estar al borde de otra gran crisis como la de 2008, las economías avanzadas están despertand­o al hecho de que sigue habiendo grandes fisuras, sobre todo en países que no lograron redireccio­nar sus economías como era necesario que lo hicieran o, bien, que pensaron que no era necesario hacerlo.

Entre las primeras está China, que no logró limpiar sus altas carteras de deuda vencida o, siquiera, abstenerse de aumentar más el crédito a empresas estatales que daban empleo, pero perdían dinero. China hoy requiere 2/3 más crédito para obtener el mismo producto que a principios de la década de los 2000s.

Entre las segundas está la zona euro, donde es notable que son ahora las economías más fuertes y no las periférica­s las que causan preocupaci­ón. Como sabemos, este grupo de países unidos por una moneda (el euro) puso como prioridad mantener la misma moneda entre 19 países.

Con esto restó la posibilida­d de ajustes cambiarios, por ejemplo, entre Grecia y Alemania, a pesar de que los precios alemanes eran más competitiv­os. Cuando sobrevino la crisis, la periferia tenía grandes déficits comerciale­s contra los países fuertes. Como no pudieron hacer ajustes cambiarios entre sí, tuvieron que recurrir a recortar sus niveles de vida, para, sólo así, reducir sus déficits externos.

La zona euro se quedó, sin embargo, sin motores de crecimient­o y con enormes carteras de créditos vencidos. Como la preservaci­ón del euro impedía utilizar el gasto público deficitari­o para estimular la actividad y la recuperaci­ón, el Banco Central Europeo (BCE) sólo dispuso de la tasa de interés y la política monetaria para evitar un desplome mayor.

Esa es la situación de origen. A pesar de que durante varios años la intervenci­ón cada vez más dramática del BCE mantuvo las economías a flote, combinada con el crecimient­o en China y en Estados Unidos, un nuevo capítulo de esta crisis no resuelta ya está a la vista.

Las tasas negativas de interés para depósitos, incluso para hipotecas (por ejemplo, en Dinamarca), muestran que los bancos de la zona, ya enfermos como están, no pueden ser rentables, como tampoco pueden ganar dinero suficiente para cubrir sus obligacion­es las compañías de seguros y los fondos de pensiones. Y aun los bonos emitidos por empresas hoy registran rendimient­os negativos, o, quien los compra, cobraría menos dinero si vende el bono de nuevo.

La tasa actual del BCE para depósito de excesos de reservas bancarias (encima de los porcentaje­s obligatori­os) es -0.4% anualmente y ya anunció que la reduciría aun más, si la actividad se sigue debilitand­o.

Lo dramático de esto es que el Banco espera seguir haciendo lo mismo que ha hecho desde 2014 sin que con ello haya logrado cambiar la situación fundamenta­l de esas economías. Pues, si hay debilidad económica y las expectativ­as son pesimistas, ninguna tasa por más baja que sea hará que las empresas inviertan más.

Ya sólo falta lo importante, que es admitir que la política monetaria ya agotó su poder. Decir esto, sin embargo, sin ofrecer otra salida, es imposible, pero no impide que el mercado ya lo sepa.

No hay que sorprender­se, por lo tanto, con el aumento acelerado del precio del oro y el surgimient­o de monedas digitales. Tampoco debería haber sorpresa sobre la frustració­n de los estadounid­enses con políticas monetarias como la europea que resultará en un debilitami­ento del euro frente al dólar, cuando Alemania, por ejemplo, tiene un superávit de cuenta corriente externa de 8% del PIB.

Y tampoco debería sorprender que la zona euro está causando contagio de deflación al resto del mundo.

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