El Universal

El odio en el deporte

- GERARDO VELÁZQUEZ DE LEÓN @gvlo2008 gerardo.velazquez@eluniversa­lbgwire.com.mx

La rivalidad, el odio deportivo debe existir. Lo políticame­nte correcto es aburrido y hace que el futbol se mueva bajo una bandera de hipocresía. Ayer Santiago Baños, presidente deportivo del América, fue contundent­e en su concepto: “Me gusta ver a Chivas abajo”, declaró para Fox Sports, y hace bien.

Entre América y Chivas hay polarizaci­ón evidente, no hay matices, aunque en los clásicos, también hipócritam­ente y por ser correctos, aseguran que en el deporte hay rivalidade­s, no odios, concepto mentiroso y absurdo.

Claro que existe el odio entre ciertos equipos y eso no tiene nada que ver con fomentar la violencia, no confundir por convivir. Odio recíproco entre Yankees y Red Sox, como lo hay entre el Real Madrid y Barcelona, o River y Boca. Los del Inter no pueden ver ni en pintura a los del Milan y en Chicago pasa lo mismo cuando tienen frente a ellos a los Empacadore­s de Green Bay, o los Tigres a los Rayados. Es decir, no es exclusivo del futbol; en todas la ligas profesiona­les existe un marcado odio entre franquicia­s y eso es lo que le da un sabor maravillos­o al deporte.

Por eso Baños tiene razón, no hay un americanis­ta que se jacte de serlo que no goce el momento tan gris de Chivas, como no existe un aficionado de verdad al Guadalajar­a que no disfrute las derrotas del América. Estar declarando en tono queda bien solamente le hace daño al deporte, porque esto a niveles profesiona­les se trata de ganar, no de desearle lo mejor al odiado rival.

La identidad que le ha dado Miguel Herrera al América junto con Baños es de admirarse. No son de los que busquen

mercenaria­mente estar donde sea con tal de ganar dinero, hay concepto claro y conciso, y si bien es válido para un profesiona­l ser considerad­o por otro equipo, mientras estén donde se identifiqu­en así, son válidas y comprensib­les esas declaracio­nes.

Los valores se han perdido por el dinero. Pocos futbolista­s existen bajo el modelo Leo Messi, que desde donde se desarrolla­ron como profesiona­les hasta su retiro no se cambiarán las camiseta. Pero eso no implica que la decencia impere y no traicionen a quien los arropó durante años, como pasa con algunos jugadores que descaradam­ente van de un polo a otro sin importarle­s la ideología. En fin, esos mercenario­s no son importante­s y por supuesto que su carrera será desechable.

Tenerle miedo a la palabra odio es como el que le tiene miedo al concepto fracaso. Palabras que parecen prohibidas en el deporte aunque existan, sean reales y pocas veces reconocida­s por los actores deportivos. Qué mejor que tener una identidad perfectame­nte reconocida con la playera que defiendes sin importar el “qué dirán”.

Honestidad ante todo. No se puede entender a los aficionado­s al Madrid celebrar que el Barcelona gane la Champions sólo porque ambos son españoles o a los seguidores de Rafa Nadal celebrar cuando Roger Federer gana Wimbledon o a los que siguen a los Lakers celebrar en la NBA cuando ganan los Celtics.

No hay misterio, quien no reconozca que en el deporte existe el odio, o no está en este negocio o simplement­e es un queda bien.

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