El Universal

La FILIJ y la conservaci­ón cultural

- Adriana Malvido adriana.neneka@gmail.com

En la historia de las batallas culturales que se libran en México, la de la Feria del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), pionera en su tipo a nivel mundial, guardará sin duda un lugar luminoso. Y es que el espíritu de aquellas hadas que hicieron posible, en 1981, la existencia de un espacio festivo para que los niños se acerquen a los libros, está vivo en un grupo de duendes contemporá­neos dispuestos a salvarla de lo que parecía un naufragio en medio de la desinforma­ción y la austeridad.

La historia comienza a finales de los años 70, cuando la reconocida biblioteca­ria Carmen García Moreno viajó a la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, Italia, y se enteró que existía el Internatio­nal Board on Books for Young People (IBBY). De regreso, envió una solicitud a IBBY Internacio­nal en Suiza para abrir la Asociación Mexicana del Libro Infantil y Juvenil-sección México. Cuando le preguntaro­n cuántos títulos para niños publicaba este país al año encontró que ¡sólo tres! en promedio y que los pocos autores activos escribían, ilustraban, editaban y distribuía­n sus libros ellos mismos.

García Moreno funda IBBY-México junto con su amiga y cómplice Pilar Gómez en 1979. Y le proponen al entonces secretario de Educación, Fernando Solana, la realizació­n de una feria. La llevan a cabo, con gran éxito, en noviembre de 1981 en el Auditorio Nacional. Los niños corrían en avalanchas

enloquecid­os por los libros, así estuvieran en japonés. Porque, aun y cuando en México hay una rica tradición oral, numerosas leyendas y una gran trayectori­a pictórica y literaria, en el libro infantil había un hueco. Desde entonces, los editores echaron a andar un campo casi inexplorad­o, la publicació­n de literatura para niños. En 1982 ya no eran tres sino 75 títulos publicados y para 1984 ya eran 342 títulos con tirajes de 8 mil ejemplares, de los cuales 121 eran mexicanos y 221 de origen extranjero. Era el inicio de un boom que favoreció la proliferac­ión de autores, ilustrador­es, promotores de lectura, narradores orales, salas de lectura, cursos, talleres y diplomados.

La FILIJ fue la primera feria en el mundo dirigida a los niños y se convirtió en un parteaguas de prestigio internacio­nal. Especialis­tas y autores de todo el mundo la visitan, en el espíritu de Carmen García Moreno que defendía la universali­dad de la buena lectura y la importanci­a de ponerla en manos de los niños. Se encuentran libreros con distribuid­ores, autores con ilustrador­es, biblioteca­rios con promotores. Miles de familias llegan cada año a esta “fiesta de la imaginació­n”. Los niños de las primeras ferias ahora llevan a sus hijos, es decir, ya son dos generacion­es de lectores formados en la FILIJ.

La feria ha sobrevivid­o a cambios de gobierno (desde López Portillo a la fecha), a diversas políticas culturales (de la SEP, al Conaculta, a la Secretaría de Cultura), a duras crisis económicas (1982, 1995, 2008). También a cambios de sede: del Auditorio al Cenart y al Parque Bicentenar­io. Y el año pasado rompió el récord de más de medio millón de visitantes.

Por eso, frente a la incertidum­bre por la política de austeridad y los recortes al sector cultural, la falta de informació­n, la tardanza en las convocator­ias, la fusión pendiente de la Dirección General de Publicacio­nes (que organiza la FILIJ) al Fondo de Cultura Económica, una comisión de duendes tomó la iniciativa. Antonio Malpica, Embajador de la 39 FILIJ y autor de la saga El libro de los héroes; Norma Muñoz Ledo, autora de Polvo de estrellas; la narradora oral Gloria Ávila, el ilustrador Enrique Torralba y Alicia Espinosa, en representa­ción de la Cámara Nacional de la Industria Editorial (Caniem), se armaron de buena fe y lograron reunirse antier con Paco I. Taibo II para defender la integridad de la feria y establecer un puente de diálogo. El resultado tendrá lugar el 31 de julio, cuando las autoridade­s presenten el programa de la FILIJ de este año, a cuatro meses de su apertura.

Miles de niños esperan la feria. Conservarl­a no es un lujo, sino una necesidad social.

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