Colapso maya
Señal climática
Durante mucho tiempo, Lozano buscó una señal climática en el registro de polen y de diatomeas de los últimos dos mil años que explicara de alguna manera el colapso de los mayas (uno de los mayores misterios arqueológicos) en el año 800. “En esa época hubo una sequía, aunque no en todo el país; incluso algunas zonas de la península de Yucatán se libraron de ella”, dice la investigadora.
En el lago Verde, ubicado en Los Tuxtlas, Veracruz, Lozano y sus colaboradores recuperaron el registro paleoecológico de los últimos 2 mil años.
Por su origen volcánico, el lago Verde es, como otros de Los Tuxtlas, un lago cráter. De hace 2 mil 300 años, cuando probablemente se formó, no hay microfósiles. Poco a poco aparecen en la secuencia granos de polen de selva; y hacia el año 100, granos de polen de maíz y de hierbas, llamados “de perturbación”, así como partículas de carbón que indican eventos de roza, tumba y quema de selva, es decir, presencia humana.
Sin embargo, hacia el año 800, los granos de polen de maíz y el carbón desaparecen en el registro, lo cual significa que el sitio fue abandonado; además, hay evidencias de sequía.
“El abandono de este sitio permitió el desarrollo de la vegetación (se detectaron granos de polen de plantas pioneras), hasta que se estableció la selva alta perennifolia. Los datos obtenidos muestran una disminución del nivel del lago Verde y evidencias de sequía, similar a la que ocurrió en la región maya”, comenta Lozano.
Después, por cambios asociados a la Pequeña Edad de Hielo (1300-1850, lapso en que la temperatura bajó aproximadamente dos grados), aparece en la secuencia polen de plantas de montaña (pinos y encinos). También se registra el impacto causado por la deforestación de la década de los años 70 del siglo pasado y por la quema de caña de azúcar hasta la actualidad.
Palinoaplicaciones
Los palinomorfos son esporas de hongos, helechos, hepáticas, microalgas y granos de polen. Todos contienen esporopolenina, un biopolímero muy resistente y antiguo que, además de preservarlos durante miles o millones de años, permite separarlos químicamente de las rocas o sedimentos para su posterior análisis. Sus paredes tienen diferentes formas y tamaños (miden entre 5 y 500 micras).
En paleoecología ayudan a reconstruir la evolución de la vegetación y a hacer inferencias del cambio climático en el pasado, así como a reconstruir y diferenciar ambientes —marinos, continentales o de transición como pantanos o lagunas costeras— del pasado.
En exploración petrolera permiten datar edades relativas de rocas y realizar correlaciones entre diversos estratos para establecer dónde podría haber hidrocarburos.
En investigación forense ayudan a resolver casos mediante su análisis (el polen aparece en sitios donde han estado personas y objetos).
En medicina permiten elaborar, mediante su conteo diario, mapas de distribución de palinomorfos alergénicos, útiles para el tratamiento de las personas asmáticas.