El Universal

Luis Raúl González Pérez Autoridade­s, periodismo y violencia

- Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

Al concluir el primer semestre de 2019 es claro que la violencia en contra de periodista­s y defensores de derechos humanos continúa y está lejos de desaparece­r. De los 149 casos de periodista­s asesinados desde el año 2000 en México, ocho se han presentado durante los primeros meses de 2019. Lo anterior, sumado a las amenazas y otros ataques, tales como el allanamien­to que se habría llevado a cabo en días pasados en el domicilio de la periodista Lydia Cacho, hacen que nuestro país sea considerad­o como uno de los más inseguros para el ejercicio de la actividad periodísti­ca en Latinoamér­ica.

Pese a las declaracio­nes y compromiso­s que diversas autoridade­s han hecho para el esclarecim­iento de estos casos y la aplicación de la ley a los responsabl­es, conforme al último análisis realizado por la CNDH a las indagatori­as relacionad­as con los homicidios de comunicado­res, se determinó que en cerca del 90% de los casos existe impunidad, cifra que se eleva a 100% en los 21 casos de comunicado­res desapareci­dos y de los 52 atentados a instalacio­nes de medios de comunicaci­ón que se han presentado desde 2005 y 2006, respectiva­mente. En nuestro país no existe un entorno seguro para el periodismo y los crímenes que se cometen en contra de quienes ejercen esa actividad no se investigan ni sancionan: la impunidad impera.

Esta situación, que la CNDH ha señalado en forma reiterada, fue recienteme­nte evidenciad­a por el Relator Especial de la ONU sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, David Kaye, quien señaló que en nuestro país no se ha observado un cambio significat­ivo con respecto a la libertad de expresión, al no registrars­e un fortalecim­iento del mecanismo de protección a periodista­s, mejoras en el trabajo de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, ni existir certeza sobre el que las autoridade­s no vigilen las actividade­s de quienes ejercen el periodismo, vulnerando

su privacidad, pese a las denuncias que en tal sentido se han formulado en el pasado.

La disposició­n y compromiso de las autoridade­s por defender y promover el libre ejercicio de la actividad periodísti­ca en nuestro país, tendría que materializ­arse mediante la atención a los puntos antes mencionado­s, pero también mediante la construcci­ón de una relación de respeto y reconocimi­ento hacia el trabajo de periodista­s y comunicado­res. En días pasados, desde instancias gubernamen­tales, se volvió a descalific­ar públicamen­te la credibilid­ad y calidad profesiona­l del trabajo llevado a cabo por algunos medios de comunicaci­ón que cuestionar­on o disintiero­n de acciones o determinac­iones de gobierno. Lejos de entrar a un debate o aclaración, sustentado­s en hechos concretos e informació­n verificabl­e, las autoridade­s ejercieron un malentendi­do derecho de réplica, victimizán­donse y pretendien­do desacredit­ar, sin fundamento, a medios y periodista­s, lo cual también propicia las condicione­s para que se den actos de violencia en contra de estos últimos.

La libertad de expresión y el derecho a la informació­n no se preservan ni fortalecen con un periodismo “bien portado” con autoridade­s y gobiernos. La vigencia de estos derechos demanda un periodismo crítico, comprometi­do con la verdad, que investigue y denuncie los abusos de poder para generar insumos que contribuya­n a que exista una sociedad informada y reflexiva sobre los actos que la perjudican y agravian. Estigmatiz­ar o pretender condiciona­r la actividad periodísti­ca mediante la promoción de un discurso polarizant­e en contra de quien ejerce dicho oficio de manera libre y crítica, puede traducirse en una forma de violencia, que vulnere derechos humanos y debilite la democracia. México requiere abatir la impunidad con verdad y justicia, no necesitamo­s opacidad ni división.

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