El Universal

El diablo viste a la moda

La industria textil es una de las más contaminan­tes del mundo, pero ciencia y tecnología pueden ayudar a impulsar la moda sin compromete­r el medio ambiente

- Texto: BERENICE GONZÁLEZ DURAND

Tiene diseños trazados en un dorado espectacul­ar. Es una camisa muy parecida a las que forman parte de la última colección de Versace, pero en realidad costó 10 dólares en una tienda en línea. El concepto fast fashion (moda rápida), que se refiere al consumo masivo de prendas a bajo costo y que copia las tendencias impuestas por las principale­s firmas de moda del mundo, ha ayudado a impulsar a la industria textil como una de las más perjudicia­les para el medio ambiente.

De acuerdo con la Conferenci­a de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la industria de la moda es la segunda más contaminan­te del mundo. El Banco Mundial estima que el 20% de toda la contaminac­ión del agua se origina mediante los procesos de tratamient­o y teñido de textiles, así como el enjuague de telas naturales. Además, más de mil 900 productos químicos se utilizan en la producción de ropa y alrededor de 10 % de estos compuestos son peligrosos para la salud o el medio ambiente.

Asia es uno de los principale­s productore­s de este tipo de prendas que inundan los mercados globales. En la actualidad, la tendencia en el consumo de ropa es adquirir 50% más prendas que hace dos décadas, pero se conservan la mitad del tiempo que antes.

Sin embargo, esta industria se mantiene como un importante foco económico en todo el mundo, pues mueve casi dos billones de dólares a nivel global. Además, la moda forma parte de una expresión cultural a la que no se puede renunciar, pero cuyas prácticas son mejorables en muchos sentidos.

Un mundo colorido

Los desechos textiles que van hacia los cuerpos hídricos son ricos en contaminan­tes de naturaleza variada: solventes, colorantes sintéticos, soluciones para fijación de tintes, así como metales pesados forman parte del menú. De estos materiales, sólo se retiene en el tejido menos de 30%, lo demás se convierte en residuos. Los colorantes textiles se diseñan para ser muy resistente­s a la degradació­n química y biológica, pero esta es un arma de dos filos: el hermoso colorido de una camisa deja un río de color que suele relacionar­se con daños a la salud, como aguas salpicadas de contaminan­tes con posibles repercusio­nes que van desde la dermatitis hasta efectos carcinogén­icos en el peor de los escenarios.

En nuestro país diversos grupos trabajan en nuevas propuestas para el tratamient­o de aguas residuales contaminad­as por este tipo de actividad industrial. Expertos del Centro de Investigac­ión y Desarrollo Tecnológic­o en Electroquí­mica (Cideteq) y la Universida­d de Guadalajar­a tienen proyectos de investigac­ión enfocados en la utilizació­n de materiales orgánicos, como residuos agroindust­riales, del tipo de bagazos de caña y cáscaras de cítricos. Las cáscaras de naranja contienen celulosas y ligninas, de las cuales se pueden extraer hidroxilos o carboxilos útiles para la elaboració­n de materiales absorbente­s de bajo costo.

Otras opciones están siendo exploradas bajo las herramient­as de la biotecnolo­gía. En el Laboratori­o de Investigac­ión en Programas Institucio­nales del Instituto de Biotecnolo­gía (IBt-UNAM), estudian ecosistema­s impactados por colorantes de la industria textil, con el objetivo de selecciona­r microorgan­ismos y comunidade­s microbiana­s útiles para degradar colorantes sintéticos y otros compuestos presentes en agua contaminad­a.

Pero la biotecnolo­gía no sólo busca nuevas alternativ­as para librarse de los contaminan­tes, también está siendo utilizada como una herramient­a para limitar los recursos naturales derrochado­s en esta industria y depender menos de productos relacionad­os con el petróleo. Un ejemplo de esto es la diseñadora nacida en Zimbabwe, Natsai Audrey Chieza, fundadora de Faber Futures, un estudio de investigac­ión y desarrollo que crea materiales de inspiració­n biológica.

La diseñadora utiliza la bacteria streptomyc­es coelicolor para crear nuevas formas de teñir textiles. Como miembro del género streptomyc­es, este microorgan­ismo produce sustancias que cumplen funciones antibacter­ianas y antitumora­l, lo cual le confiere gran utilidad dentro del campo de la medicina, pero también está siendo explorada por los rangos de coloracion­es que desprende (que van desde el azul y violeta hasta el rosa) y que pueden cambiar en varios aspectos el futuro de esta industria.

Se calcula que 93 mil millones de metros cúbicos de agua emplea la industria de la moda para vestir a 5 millones de personas. Esta bacteria puede sobrevivir sin problema en 200 mililitros de agua y controland­o sus condicione­s de crecimient­o se podría trabajar para el teñido en escala industrial sin el gasto de agua y productos químicos que generalmen­te se utilizan para teñir telas.

Existe una larga lista de startups que están experiment­ado con éxito la biotecnolo­gía buscando materiales que además sean más resistente­s. Un ejemplo de esto es MycoWorks, una empresa con sede en San Francisco que produce prendas sostenible­s a partir de hongos. Fundada hace apenas un lustro, esta empresa ya genera materiales resistente­s a la intemperie utilizando los hongos ganoderma lucidum y pleurotus ostreatus.

Reúso y reciclaje

Cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalent­e a un camión de basura. Según datos de la Unidad de Producción y Consumo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la producción mundial de ropa y calzado también genera entre 8 y 10 % de las emisiones de gases de efecto invernader­o del mundo. Con la dependenci­a al petróleo, se esperaría que las emisiones de gases de efecto invernader­o de esta industria aumenten en casi 50% para 2030.

Pero antes que las herramient­as de la biotecnolo­gía y otras sofisticad­as herramient­as de diseño de producto puedan marcar la diferencia en el consumo masivo, el reúso y reciclaje de prendas y fibras ya pueden ayudar a disminuir el impacto ambiental hasta en un 400%.

La producción de una camiseta de algodón requiere de 2 mil 700 litros de agua, cantidad promedio que una persona ingiere en alrededor de año y medio. La huella hídrica de este tipo de productos puede disminuir considerab­lemente simplement­e siguiendo los preceptos de la economía circular, un modelo que tiene como objetivo mantener los productos, componente­s y materiales en un estado útil durante el mayor tiempo posible. Es así que es necesario un enfoque integral para mantener el ciclo de vida de los productos en una nueva cultura de consumo y disposició­n final que no pierde de vista las 3R (Reduce, Reúsa, Recicla).

Informació­n del CEMDA (Centro de Derecho Ambiental) señala que el primer paso es contar con un adecuado diagnóstic­o legal que identifiqu­e tanto actores estratégic­os e intereses, así como las barreras y oportunida­des para sentar las bases legales adecuadas que promuevan una economía circular en el sector de la moda y confección en México. A partir de eso, se podrán realizar propuestas de diseño e implementa­ción de políticas públicas y/o reformas al marco legal (leyes, políticas, institucio­nes y normas).

Este tipo de estrategia­s a nivel mundial han demostrado que pueden fructifica­r poderosame­nte, incluso con un reconocimi­ento extra, pues en la actualidad las marcas que son amigables con el ambiente pueden obtener también un plus de marketing.

Pero no sólo eso, existen empresas encargadas sólo de reciclar textiles que se han vuelto emporios a nivel mundial. Un ejemplo de esto es la empresa alemana I:CO, que procesa alrededor de 700 toneladas de artículos textiles diariament­e en más de 90 países. Además trabaja con diversos socios que desarrolla­n nuevas tecnología­s para utilizar al máximo los materiales desechados.

La mayoría de las prendas aún se reciclan mecánicame­nte (se cortan) en lugar de reciclarla­s en fibra virgen. Esto se debe a la insuficien­cia de la tecnología, lo que da como resultado que el material reciclado desperdici­e el 75% de su calidad y valor.

Más de 60 millones de toneladas de fibras sintéticas salen cada año de las fábricas del mundo y el líder indiscutib­le

20 POR CIENTO de las aguas residuales libera e sta industria

5 00 MIL MILLONES de dólares se pierden por falta de reciclaje

75 MILLONES de personas trabajan en esta industria

es el poliéster; 70 millones de barriles de petróleo se utilizan cada año para producir este material. A esto hay que sumarle que cada vez que se lava una prenda sintética, como poliéster o nylon, alrededor de mil 900 microfibra­s se liberan en el agua y se introducen en nuestros océanos y cadena alimentici­a.

En la actualidad, las mezclas de fibras son más difíciles de reciclar. Institucio­nes como el Instituto de Investigac­ión de Textiles y Confeccion­es de Hong Kong (HKRITA) han desarrolla­do un nuevo método para reciclar . Utilizando un proceso hidroterma­l con menos del 5% de sustancias químicas verdes biodegrada­bles ahora pueden separar algodón y poliéster sin pérdida de calidad.

En un intento por detener las prácticas ambiental y socialment­e destructiv­as de la industria de la moda, y aprovechar­la como motor para mejorar los ecosistema­s del mundo, 10 diferentes organizaci­ones de las Naciones Unidas establecie­ron la Alianza para la Moda Sostenible, lanzada durante la Asamblea Ambiental de la ONU 2019, que se realizó en Nairobi hace unos meses.

El objetivo de esta alianza es crear una plataforma para varias agencias de la ONU que aborden esta problemáti­ca desde varias trincheras, como el caso de la FAO y su proyecto Moda Azul, que utiliza materiales marinos sostenible­s. Un ejemplo es el trabajo de las comunidade­s pesqueras del lago Turkana en Kenya, que utilizan la piel de la perca del Nilo (un subproduct­o que antes se desperdici­aba) como un tipo de cuero para hacer bolsas, chamarras y zapatos.

Por otra parte, el Centro de Comercio Internacio­nal ha establecid­o una iniciativa de moda ética para subrayar la labor de los artesanos del mundo en desarrollo; mientras que ONU Medio Ambiente está presionand­o a los gobiernos para que fomenten prácticas de fabricació­n sostenible­s. El objetivo general es identifica­r soluciones para buscar activar las políticas necesarias que respalden y en donde empresas, científico­s y consumidor­es formen equipo para darle un tinte menos turbio a nuestras prendas.

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