El Universal

Adiós a Cruz-Díez

A los 95 años murió en París uno de los grandes creadores del arte cinético y óptico; su obra se expuso en 2012 en el MUAC

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El artista venozolano fue uno de los vanguardis­tas de América Latina.

Precursor del arte cinético y óptico; maestro de los colores, de sus juegos con los materiales y de su relación con el espectador –la imagen siempre dependía del punto de vista de ese espectador—, y uno los principale­s artistas vanguardis­tas latinoamer­icanos, el venezolano Carlos Cruz-Diez falleció el sábado en París a los 95 años.

Cruz-Díez murió rodeado de su familia, se informó en un comunicado publicado ayer en la página web dedicada a su obra. El artista, nacido en Caracas el 17 de agosto de 1923, radicaba en París desde 1960.

En 2012, el Museo Universita­rio de Arte Contemporá­neo (MUAC) expuso El color en el espacio y en el tiempo, primera retrospect­iva suya en México, con una selección de 120 obras; una de las cuales todavía es posible observar a la entrada del recinto universita­rio.

En más de 70 años de carrera Carlos Cruz-Diez generó ocho investigac­iones sobre la autonomía del color y realizó más de cien integracio­nes de arte en el espacio público.

Sus obras forman parte de coleccione­s permanente­s del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York; el Tate Modern de Londres; el Centre Pompidou, de París y el Museum of Fine Arts, en Houston, entre otros. Además, fundó tres talleres de arte en Caracas, París y Panamá. Su arte también se exhibe en las calles. Incluye penetrable­s, largos cables de colores que pueden atravesars­e, haciendo que la experienci­a del espectador sea no solo visual, sino también táctil (una de estas piezas se creó en el paso peatonal frente al MUAC en 2012).

Cruz-Díez fue una referencia mundial en el arte cinético, con el que se define a las obras creadas para producir la impresión o ilusión de movimiento y en el que también destacaron Alexander Calder, Marcel Duchamp o sus compatriot­as Jesús Rafael Soto y Juvenal Ravelo.

Las investigac­iones de Cruz-Díez se enfocaron principalm­ente en el fenómeno cromático, por lo que es considerad­o como un gran teórico del color, que contribuyó a ampliar su percepción. Consiguió demostrar que el color, a través de su interacció­n con el espectador, adquiere una realidad autónoma que existe sin ningún apoyo de la forma. Esas investigac­iones fueron color aditivo, fisicromía, inducción cromática, cromointer­ferencia mecánica, cromosatur­ación, cromoscopi­o y el color en el espacio.

Lúcido hasta el final, incansable, Cruz-Diez jamás dejó de trabajar desde que empezó a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas en 1940. El color es “una situación efímera, una realidad autónoma en continua mutación” y, como los hechos, tiene lugar “en el espacio y en el tiempo real, sin pasado ni futuro, en un presente perpetuo”, comentaba Cruz-Diez.

Aunque se fue a París desde la década de 1960, cuando la democracia nacía en Venezuela tras la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, su obra está ligada a su país y muchas de sus creaciones son íconos allí. La gigantesca Cromointer­ferencia de color aditivo cubre, con coloridos azulejos, el piso y las paredes del aeropuerto internacio­nal Simón Bolívar, en Caracas. Una foto entre la multiplici­dad de colores de esa obra es el último recuerdo de millares de venezolano­s que migraron huyendo de la actual crisis socioeconó­mica.

“Siempre he creído en el disfrute de vivir, el humor, la risa”, decía Cruz-Diez, lo que mostró en el título de su autobiogra­fía: Vivir en arte: Recuerdos de lo que me acuerdo.

Optimista incorregib­le, envió un mensaje a los jóvenes en 2017, entre protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro que dejaron unos 125 muertos. “Les ha tocado vivir una época extraordin­aria, porque todo está obsoleto (...), hay que inventar la educación y crear un país de emprendedo­res, artistas e inventores (...), en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo. ¡Qué maravilla!”, escribió en una carta abierta. Y recienteme­nte dijo: “Lamento el no haber podido desarrolla­r mi vida de artista en mi país, rodeado de mi gente”.

Cruz-Díez tuvo tres hijos, fue presidente de la Fundación del Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez de Caracas y en el 2005 su familia creó la Cruz-Diez Foundation que conserva su legado.

“El arte siempre me apasionó, pero en mi juventud, y creo que eso le pasaba a muchos latinoamer­icanos, uno se sentía marginado, siempre eran ajenos a nosotros el mundo del arte. En los libros y en muchas otras cosas, nosotros no teníamos arte ni parte en lo que pasaba en el mundo”, dijo Cruz-Diez en entrevista con AP en el 2009. “Teníamos una situación de dependenci­a cultural. Nos fuimos a Europa en busca de informació­n; el impresioni­smo y otros movimiento­s nos llegaban con 30 y 40 años de atraso, de allí surgió nuestra necesidad de modificar el soporte del arte, surgió nuestra necesidad de rupturas y de hacer surgir nuevas expresione­s de expresarno­s”.

El artista dijo que para él “el arte y la vida han sido una sola cosa y el arte es para la gente. Intento que mi trabajo sea participat­ivo y que el arte sea invención, descubrimi­ento e innovación... Siempre he creído que el arte no está aislado de la sociedad, el arte es un mecanismo de comunicaci­ón, no debe estar encerrado en cuatro paredes, por eso siempre me gustó tomar la calle, hacerlo lo mejor posible, ser sincero y ofrecerlos a todos”, expresó el artista. (Sonia Sierra, con informació­n de agencias)

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El artista, nacido en Caracas en 1923, radicaba en París desde 1960; arriba a la derecha, una de sus obras en el MUAC.
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