HOBBS & SHAW PARECE CÓMIC
La nueva cinta de Dwayne Johnson refresca la saga con personajes que poseen más calidad emocional
Con argumento de caricatura, la película es una comedia llena de vértigo y velocidad.
Casi 20 años han transcurrido para la serie Rápidos y furiosos a la que ahora se suma su noveno capítulo, aunque segundo derivado después del chafa Rápido y furioso: reto Tokio (2006). Se trata esta vez de Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw (2019), tercer filme del especialista en acción David Leitch.
La fórmula sobre la que se trabajó inicialmente conformó una saga dispareja, medio atractiva medio mala. En esta nueva entrega son protagónicos los personajes secundarios desde las partes cinco y seis.
La novedad está en el manejo del humor, raro para un grupo de películas concentradas en ser sólo acción. Ahora se revisa el esquema tradicional de la pareja dispareja que encarnan Hobbs (Dwayne Johnson) y Shaw (Jason Statham), con el primero destilando carisma y el segundo manteniendo una tiesa expresión, la viva imagen del anticarisma. Esta dinámica funciona, sobre todo cuando se agrega al villano, Brixton (Idris Elba), que también juega a ser desagradable y/o simpático.
Hay puntos de contacto con las cintas previas, pero la nueva aventura incluye a la familia de Hobbs, como parte sustancial para resolver la apocalíptica historia, junto con la hermana de Shaw, Hattie (Vanessa Kirby), y la sensacional Queenie (Helen Mirren burlándose de sí). Es una comedia familiar llena de vértigo y velocidad.
A estas alturas el público aficionado a Rápidos y furiosos comprende que es un espectáculo artificial. Con coches conducidos de forma inverosímil y situaciones dramáticas exageradas, lo que se ha incrementado desde la exitosa primera parte hecha en 2001.
El argumento es de caricatura, parece de cómic para adultos. Ningún ser humano haría lo que hacen los personajes sin sufrir un accidente mortal. El guionista Chris Morgan, a cargo de escribir esta franquicia desde hace 13 años, buscó hacer algo novedoso con casi los mismos elementos. Así, el director Leitch puede jugar con su equipo de 125 dobles, la especialidad de la casa, porque
sabe cómo lograr que cada golpe parezca letal y real. Lo referente a las escenas automovilísticas es asombroso y acentúa con ello la espectacularidad de las acciones físicas. El toque final es la fusión de todo esto con efectos especiales.
El resultado es un filme de súper artesanía visual que presenta cada momento en su punto máximo, ya en golpizas, en persecuciones a más de 100 kilómetros por hora, o lo que se les ocurre con cada máquina o herramienta o arma al alcance de la mano. Tiene, pues, igual nivel que los otros títulos de Leitch, Atómica (2017) y Deadpool 2 (2018).
Entre lo digno de aplauso está el manejo de personajes, a los que se les da mejor calidad emocional a la que ha sido tradicional. Incluso los secundarios destacan. Por ejemplo, Madame M (Eiza González afirmándose, un papel a la vez, como buena presencia en este género) es un papel clave, confirmando que la cinta apuesta a ser un juguete de calidad.
Hobbs & Shaw supera el choteado esquema de Rápidos y
furiosos; funciona gracias a que Leitch asume el reto de darle nueva vida, a que no se toma en serio la trama. Confirma que películas como ésta son un circo de tres pistas con emocionantes acciones, debidas a los trapecistas que vuelan en perfecta coreografía en cualquier vehículo. La combinación de sus virtudes hace un entretenido festín cinematográfico, afortunadamente nada chafa, digno de disfrutarse. •