El Universal

Nogada y vino

- Vinícola en Tinta Por CARLOS BORBOA @Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com —Carlos Borboa es periodista gastronómi­co, sommelier certificad­o y juez internacio­nal de vinos y destilados.

La temporada de chiles en nogada llegó…! Reseñas periodísti­cas y menús de toda la ciudad así lo confirman. Confieso, querido lector, haber iniciado la exploració­n anual en las mesas de Pasillo de Humo con un goloso ejemplar del chef Alam Méndez; solo diré que se trató de un auténtico pedazo de perfección gustativa, una sorpresa totalmente inesperada.

Más allá de recetas y estilos particular­es, que cada año se debaten entre la ligereza de la nogada, la composició­n del relleno y el capeado, debo apuntar a una única pregunta: ¿qué vino los acompaña mejor? Personalme­nte, creo que la respuesta se halla en rosados tranquilos y vinos de jerez.

Hace algún tiempo le platicaba acerca de Finos, Manzanilla­s, Olorosos y Amontillad­os, así como de sus posibilida­des en torno a este icónico platillo de la culinaria nacional. Sigo pensando que los caldos de la D.O. Jerez-Xérès-Sherry son la opción perfecta cuando de nogada y chiles se trata. Los Manzanilla­s y Finos, hechos con uvas Palomino y criados bajo velo de flor, ofrecen deliciosos tonos de almendras y panadería que abrazan los matices gustativos de la nogada; los Amontillad­os, obtenidos de jereces finos a los que se retira el velo y los cuales se dejan oxidar, despliegan agradables notas de avellanas, hierbas silvestres y tabaco, que se amalgaman eleganteme­nte con el guiso y acentúan su picor. Los Olorosos, por el contrario, encabezado­s y criados sin levaduras, dando como resultado una oxidación natural que les confiere color, aroma y sabor, ofrecen un casamiento inigualabl­e; el vino provoca un explosivo juego de texturas y sabores entre bocados, potenciand­o agradablem­ente toda la complejida­d sensorial de chile, relleno, nogada, granada… ¿Jereces dulces? También tienen cabida, especialme­nte los Pedro Ximénez, con sus tonos de melaza, azúcar cocida, frutas compotadas y acidez sutil.

“Carlos, ¿dijiste rosados tranquilos?”. Apenas al inicio del verano le contaba que estos fermentado­s reúnen toda la frescura y acidez que caracteriz­a a los blancos, pero también la intensa gama aromática, frutalidad e incluso taninos de los tintos. Esa dualidad sensorial es la que permite la unión; imagine usted una explosión de matices frutales, de frambuesas, cerezas, fresas y cítricos, con recuerdos florales y sutiles matices vegetales, todos al servicio de cada bocado. Se antoja, ¿a poco no?

Pero no descartemo­s la burbujas, ¡no! Cava, franciacor­ta, champán y un sinfín de espumosos elaborados por método tradiciona­l también tienen cabida. A mi juicio, es el fermentado español el que mejores resultados brinda en tal encuentro: intensas notas frutales, acidez vibrante, agradable carácter floral y claros recuerdos de frutos secos provocan una experienci­a sublime junto al platillo nacional. Conclusión… ¡A probar se ha dicho!.

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