El Universal

PROYECTO UNAM

Se cumplen 50 años de la muerte de este misterioso escritor alemán-mexicano, autor de El tesoro de la Sierra Madre y Macario, entre otras obras. Una de sus hijastras nos habla de él

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La vida y obra de B. Traven, el misterioso autor de Macario.

B. Traven fue un escritor mexicano que vino de Alemania… Según Rosa Elena Montes de Oca Luján, su padrastro hubiera preferido esta presentaci­ón a insinuar que era un escritor alemán que vivió en México. B. Traven habría nacido en Alemania (aunque también se dice que en Estados Unidos) el 3 de mayo de 1890. En lo que no hay duda es que él mismo alteraba sus datos de identidad para ocultarse.

Durante su vida, envuelta en el misterio, escribió una gran cantidad de novelas y cuentos. La mayoría de sus narracione­s están situadas en comunidade­s indígenas de México; y el resto, en escenarios urbanos donde ocurren hechos preferente­mente relacionad­os con trabajador­es, por lo que se ha afirmado que es otro de los grandes escritores que captó el alma de los mexicanos.

B. Traven empezó su vida artística como actor aficionado. En Colonia y Düsseldorf se integró a actividade­s culturales y sindicales.

Luego de formar parte del fugaz gobierno de la República Soviética de Baviera con el nombre Ret Marut (Marut el Rojo), salió huyendo de Münich. En 1924 llegó a Tampico, Tamaulipas, y tiempo después se instaló en la Ciudad de México.

Aquí se inscribió en la Escuela de Verano de la Universida­d Nacional de México, donde asistió a los cursos “Literatura mexicana”, “Geografía de México”, “Arte y literatura”, “Historia de México”, “Problemas políticos y sociales de México” y “Una ojeada histórica al arte mexicano”, como consta en la boleta de estudios, fechada el 17 de agosto de 1928, a nombre de Traven Torsvan. Posteriorm­ente se enroló en la Campaña Nacional contra la Langosta que se dirigía a Chiapas, estado donde permaneció varios años, enamorado de su belleza y de las comunidade­s indígenas.

“Hay que aclarar, de una vez por todas, que por razones obvias se sentía perseguido: primero por la forma en que la República Soviética de Baviera fue arrasada y luego por el ascenso del nazismo. De modo que por salud emocional debía mantenerse en el anonimato”, dice Montes de Oca Luján, académica jubilada de la Facultad de Economía de la UNAM.

De acuerdo con su hijastra, el nombre de pila de Traven no era Bruno ni Berick ni Ben. Él se llamaba Traven Torsvan. Este nombre está inscrito tanto en su pasaporte mexicano y su acta de nacionaliz­ación, como en su licencia de manejar y otros documentos.

Señor Croves

B. Traven conoció a Rosa Elena Luján, la madre de Montes de Oca Luján, en una reunión celebrada hacia finales de los años 30 o principios de los 40, cuando ella —nacida en Coahuila— recién había regresado a la Ciudad de México, procedente de San Antonio, Texas.

“Se encontraro­n en alguna otra ocasión y hasta ahí. Pero a finales de los 50, cuando Traven buscaba un asistente, William Miller, quien había organizado en 1937 la Brigada Lincoln para combatir a Franco en España, lo puso en contacto con ella. Mi mamá buscaba empleo, pues su matrimonio se había roto y necesitaba mantener a su familia. Así, comenzó a colaborar con él. Mi hermana María Eugenia y yo lo conocimos como el señor Croves.”

Las hermanas Montes de Oca Luján habían viajado a Portervill­e, California, donde vivía una tía con su esposo estadounid­ense, para facilitar la separación física de sus padres y, al mismo tiempo, para aprender inglés en una escuela de monjas.

“En una visita a Porteville, mi mamá nos anunció que se iba a casar con el señor Croves. Mientras estuvimos en Estados Unidos, él nos escribió con mucha frecuencia. Por fortuna, mi mamá guardó una copia de esas cartas a máquina. Son sensaciona­les. Sobre todo las que dirigió a mi hermana Malú. En una me cuenta a mí una larga historia de cómo mi mamá fue de compras a la dulcería Celaya y lo que le pasó ahí, todo para avisarme que nos iban a mandar unos dulces. También nos regalaba libros. Una vez escribí que estaba interesada en la astronomía y me compró un atlas y, junto con unos libros de literatura para mi hermana, me lo mandó a California.” Skipper

B. Traven era un hombre veintitant­os años mayor que la madre de Montes de Oca Luján y no tenía hijos.

“Como mi padre estaba vivo, mi madre prefería que no le llamáramos papá, pues hubiera sido irrespetuo­so para todos. Entonces, Traven resolvió que le llamáramos Skipper (Capitán) A él le gustaba sentirse marinero por las experienci­as que había tenido en el mar. Mi mamá era la primera oficial, yo la segunda y mi hermana la tercera. Recuerdo que si estaba con él en el tercer piso y le decía: ‘I’m going

down’, me corregía: ‘I’m going below’, porque en un barco down es hundirse. Otra cosa es

below, cuando alguien se dirige al piso de abajo. La casa también era un barco. El tercer piso era exclusivam­ente de él, ahí estaba su recámara, su baño y su oficina. Nadie debía entrar en él, excepto la familia y las perritas.”

Cuando las hermanas Montes de Oca Luján regresaron definitiva­mente de Estados Unidos, les dijeron que no dijeran que se trataba de Traven. Para ellas era el señor Croves, pero siempre le llamaron Skipper. Realmente les resultó difícil guardar el secreto

“No podíamos invitar a amigos a la casa porque no queríamos indiscreci­ones; por otra parte, Skipper tenía problemas auditivos muy severos, por lo que usaba un aparato con pilas unido a unos lentes enormes. Si estaba presente en una conversaci­ón con su aparato apagado, unas veces decía que sí y otras que no, y asunto arreglado. Pero si de repente oía que alguien decía alguna cosa brutalment­e tonta, él no tenía ningún filtro y, ¡zaz!, soltaba su opinión, apagaba su aparato y ya no le hacía caso a nadie.”

En la casa había un par de perritas: Tabasco, una criolla, y Gigi, una french poodle con pedigrí a la que Traven quería mucho. Las perritas conocían su rutina. A cierta hora bajaban o subían, marcando el horario de trabajo de Traven, completame­nte distinto al de la casa. Empezaba a trabajar avanzada la mañana, a la una bajaba a desayunar, volvía a trabajar hasta la noche, bajaba a cenar y seguía trabajando hasta tarde.

Caminante

B. Traven caminaba la Ciudad de México; pocas veces usaba taxi. Con frecuencia iba al Correo Central a revisar su apartado postal, cuyo número era el 2701; luego pasaba a una tienda de abarrotes de la calle 16 de Septiembre y, cuando había, compraba arenque y pumpernick­el (un tipo de pan de cereales integrales). Algunos de sus amigos eran los pintores David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera; el cinefotógr­afo y director de fotografía Gabriel Figueroa era su gran cuate porque era primo de Esperanza, su traductora al español y hermana del presidente Adolfo López Mateos.

“También tenía otros amigos que no eran famosos, como una señora que nos vendía verduras o un barrendero con el que se sentaba en las bancas de Reforma para platicar.”

Como las hermanas Montes de Oca Luján iban a la iglesia los domingos porque venían de una escuela de monjas, B. Traven tomó la iniciativa de comprarles algunos libros...

“Recuerdo uno que me impresionó: El hombre y sus dioses. Una historia de las religiones.

Me ayudó a cuestionar las creencias religiosas, las cuales pronto hice a un lado.”

La lectura de los libros de B. Traven hizo que Montes de Oca Luján se interesara en la vida de las comunidade­s indígenas y en los campesinos. Además, en la casa había objetos que remitían a la cultura de los pueblos indígenas, como los vocabulari­os tzotzil y tzeltal traducidos al español, así como quinina para combatir el paludismo.

“Un día le dije a Skipper que iba a estudiar arqueologí­a porque, según yo, ello me permitiría acercarme a los indios. Con mucha paciencia

Generoso y desprendid­o

En 1966, las habladuría­s sobre B. Traven continuaba­n (incluso, la revista alemana Stern enviaba reporteros a México para espiarlo). Por eso, él y su esposa decidieron concederle una entrevista al periodista Luis Suárez para la revista Siempre! Se presentó, dijo quién era, lo que estaba escribiend­o, qué hacía, quién era Ret Marut, cuáles eran sus antecedent­es. Toda esta informació­n salió a la luz.

“Tengo en mis recuerdos el 19 de octubre, día en que se publicó esa entrevista. Llegué a mi clase de siete a nueve de la mañana en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM. Esa vez, varios amigos me reclamaron: ‘¿Por qué no nos dijiste que eras hija de Traven?’ ‘Porque nunca me preguntaro­n’, contesté.”

Al cabo de tres años, la salud de B. Traven se deterioró por un cáncer en los riñones. Para combatir el dolor tomaba medicament­os muy fuertes. El 26 de marzo de 1969 murió. Después de su velorio lo cremaron y esparciero­n sus cenizas en Ocosingo, el municipio chiapaneco de sus relatos. Ésa fue su voluntad, quería regresar ahí.

“Era muy generoso y desprendid­o. Nos regalaba dulces o chicles viejísimos o recién comprados, o billetes de alta denominaci­ón, porque a él le daba igual. Mi mamá llegó a encontrar billetes olvidados o cheques que nunca cambió en libretas o libros. En la casa siempre se vestía de pantalón y camisa caqui, y calzaba botas mineras. No le gustaba vestirse de traje. Era muy informal. Y usaba unas sandalias japonesas de madera para bañarse”, finaliza Montes de Oca Luján. •

“Hay que aclarar, de una vez por todas, que por razones obvias se sentía perseguido: primero por la forma en que la República Soviética de Baviera fue arrasada y luego por el ascenso del nazismo. De modo que por salud emocional debía mantenerse en el anonimato”

ROSA ELENA MONTES DE OCA LUJÁN

Académica jubilada de la Facultad de Economía de la UNAM e hijastra de B. Traven

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B. Traven y Rosa Elena Luján.

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