El Universal

Lorenzo Meyer

- Lorenzo Meyer agenda_ciudadana@hotmail.com

“No es sensato mantener el 81.8% de los huevos de exportació­n en la canasta norteameri­cana ni depender de ella”.

Hay entornos donde lo prudente es manejarse a la defensiva. El sistema internacio­nal es uno de ellos y México, como un actor relativame­nte débil en un contexto de política del poder y obligado a interactua­r con una potencia muy agresiva —Estados Unidos—, tiene que manejarse a la defensiva, aunque no guste.

Apenas está la administra­ción de Andrés Manuel López Obrador tratando de capotear la exigencia del gobierno de Donald Trump de obligarle a asumir, en la práctica, el papel de barrera contra los migrantes sin documentos que buscan llegar de Centroamér­ica a Estados Unidos, cuando ya apareció otro problema. Esta vez el ocupante de la Casa Blanca —a quien nunca le han gustado las organizaci­ones internacio­nales, incluso aquellas donde su influencia es dominante, como la OTAN— acaba de dar a la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC) un plazo similar al que le dio a nuestro país en relación a los migrantes de Centroamér­ica: en 90 días la OMC deberá llevar a cabo una reforma integral que, entre otras cosas, ya no acepte que ciertos países con “economías emergentes” como México, Turquía, Corea y China —que a ojos de Trump ya son “países ricos”—, tengan un trato especial por lo que se refiere a las reglas del comercio internacio­nal. De no plegarse a lo demandado, Estados Unidos inutilizar­á al organismo.

En estos días, México está buscando ser electo miembro no permanente del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU. Esta es una posición de “prestigio” pero que conlleva peligros innecesari­os y la prudencia

demanda evaluarlos con referencia a los antecedent­es. En 2003, durante el gobierno de Vicente Fox, y en el ambiente de crisis internacio­nal provocado por el atentado de Al Qaeda en Nueva York en 2001, Estados Unidos se propuso invadir Irak pese a que el gobierno de ese país nada había tenido que ver con dicho atentado. En esa ocasión, y en la ONU, el secretario de Estado, Colin Powell, acusó al gobierno de Sadam Hussein de algo falso: de poseer “armas de destrucció­n masiva” y estar dispuesto a usarlas y pidió el aval de la ONU para actuar militarmen­te contra ese país. México, entonces miembro del CS, se resistió lo mejor que pudo a la demanda de Powell para legitimar su futura y desastrosa invasión en el Medio Oriente, pero el gobierno de Fox pagó cara esta “deslealtad”: Washington simplement­e lo borró de su radar político.

Si la ONU no tiene que enfrentars­e en el futuro a una situación como la de 2003, México quizá pueda sacar algún provecho de su participac­ión en el CS. Sin embargo, de darse una coyuntura crítica con rasgos semejantes a la que desembocó en la invasión de Irak, —hoy Irán pudiera ser el motivo— la presión de Trump sobre nuestro gobierno sería más abierta que la ejercida entonces por George W. Bush y el costo de resistirla mucho más elevado.

Actuar a la defensiva no significa pasividad. Demandar cooperació­n de Estados Unidos, como lo acaba de hacer México para detener el flujo de armas que entran a nuestro país ilegalment­e, es lo mínimo que se puede pedir a quien nos exige detener el flujo de migrantes sur-norte. El gobierno de México también está procediend­o de manera activa dando ayuda y exigiendo y alentando a otros países a hacer lo mismo, en los casos de Guatemala, El Salvador y Honduras, para atacar algunas de las causas económicas del éxodo masivo de ciudadanos de ese triángulo a Estados Unidos vía México. Esto ha llevado a sus críticos a acusar al actual gobierno de ser “candil de la calle y obscuridad de su casa” sin aceptar lo obvio: que esa política es un activismo defensivo y muy legítimo.

La asimetría histórica de poder entre México y Estados Unidos debiera llevarnos a buscar, como gran meta defensiva, disminuir una de nuestras vulnerabil­idades externas más patentes: la dependenci­a económica hacia ese país. Hoy el 81.8% de nuestras exportacio­nes tienen como destino al vecino del norte, (El Financiero, 31/07/19), de ahí lo fácil, para Trump, de amenazarno­s con tarifas.

Apoyar y apoyarnos en la ONU es muy sensato, pero estar en su CS es meternos en zona de peligro. Por otro lado, no es sensato mantener el 81.8% de los huevos de exportació­n en la canasta norteameri­cana, ni depender de ella para el 75% de las importacio­nes de gasolina. En nuestro transitar por el sistema internacio­nal, lo mejor es manejar a la defensiva.

Detener el flujo de armas que entran a México ilegalment­e, es lo mínimo que se puede pedir a quien exige parar el flujo de migrantes sur-norte

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