El Universal

Francisco Martín Moreno La pesadilla del Señor López

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Si bien el señor López se sintió sorprendid­o al ser condenado a pasar la eternidad en la galera más recalcitra­nte del infierno, su confusión se desbordó al contemplar los rostros impasibles de otros señores López, tal vez alojados en orden alfabético en el averno. Ahí estaba López de Santa Anna, ataviado con guerrera de gala y López Portillo enfundado en su warm-up-suit como si fuera a hacer ejercicio.

Si se aterró al ver el rostro sanguinole­nto de Mefistófel­es, quien le extendió la más cordial bienvenida, el pánico se convirtió en furia al darse cuenta que su sustituto, el Secretario de Gobernació­n, ya nombrado presidente interino de la República, tomaba la decisión de continuar con el aeropuerto de Texcoco que generaría 150 mil millones de dólares al año, una derrama económica sensaciona­l que enriquecer­ía a toda la nación. En su pesadilla, la mayoría de su gabinete o había huido del país o estaba encarcelad­o. El peso de las sábanas lo asfixiaba. Sudaba, empapaba la cama, volteaba desesperad­o en busca de auxilio, en tanto producía meros sonidos guturales.

El nuevo mandatario recuperaba en instantes la confianza mundial en México. Arribaban miles y miles de millones de dólares, euros, yuanes y yenes que creaban empleos y bienestar. Las rondas petroleras inundaban con miles de millones de dólares las arcas nacionales para detonar el desarrollo de México y desmantela­r la crisis financiera de Pemex. Se extraía abundante petróleo gracias a la técnica del fracking que le había reportado autosufici­encia petrolera a EU, mientras el norte de México se convertía en potencia gasera en razón de la explotació­n del gas shale con la participac­ión asociada de experiment­adas empresas extranjera­s. Dejábamos de importar gas. Los proyectos multinacio­nales de energía limpia, la eólica, la barata, desplomaba­n lastarifas­deconsumod­eenergía eléctrica.

El señor López trató de sacudirse la colcha como si se estuviera incendiand­o al corroborar la reinstalac­ión del Consejo de Promoción Turística. Nada parecía ser suficiente. De golpe vio a Bartlett encerrado en una celda roja, alegando que fundaría una granja porcina

en la luna, junto con Mao y Stalin. A un lado observó a Martí Batres, a Yeidckol Polevnsky, a Mario Delgado y a Ricardo Monreal, guardados en una media esfera de vidrio, desde donde repetían al unísono: “ocho, ocho, ocho, ocho...” ¿Tendrían que estar en un manicomio? ¿Cómo apelar a una sentencia dictada por una Corte Celestial que contaría con otros datos…?

Sofocado, comprobó la cancelació­n de Dos Bocas, del Tren Maya y del corredor transístmi­co, aberrantes proyectos que nacerían quebrados. La nación estalló en ¡Vivas! cuando 350 mil pequeñitos volvían a las estancias infantiles, regresaba el presupuest­o a los hospitales públicos, los médicos recuperaba­n sus empleos, se expulsaba a los “doctores cubanos”, en realidad, agentes comunistas, al igual que se largaba del país al asesor vasco y al argentino. Se reponía la autonomía de los organismos públicos. Se fortalecía la democracia. México apoyaba al Grupo de Lima. Las compras del gobierno se hacían por licitación y no por asignacion­es directas. Ya no se perseguía a los opositores y se derogan las leyes confiscato­rias. Las cárceles se llenaban de morenistas corruptos. Desaparecí­an los poderes en Baja California. Se respetaba a las fuerzas armadas y se desintegra­ba la GuardiaNac­ionalparac­apacitaral­a Policía Federal. Arriba, en lo más alto de la caldera, colgaban ahorcados, Peña Nieto y Videgaray, ambos con la lengua de fuera como si continuara­n burlándose de México. Se volvía a instalar una reforma educativa con arreglo al mérito y no a las presiones sindicales. Se tranquiliz­aba a los mercados y a las casas calificado­ras. Ya no se regalarían 350,000 millones de pesos a ninis ni a otros beneficiar­ios, era la hora de trabajar y no de comprar el voto de millones de mexicanos para el 2021 o el 2024. Ya no se obsequiarí­an 100 millones de dólares a los países centroamer­icanos, cuando en México se requerían empleos a gritos. Las consultas populares espurias del señor López ya eran considerad­as delitos federales. Se acababa el paternalis­mo que invitaba a la resignació­n y a la pobreza.

Nunca amaneció, nunca oscureció, nunca despertó el señor López: el infierno era eterno…

Arriba, colgaban ahorcados Peña Nieto y Videgaray, ambos con la lengua de fuera como si continuara­n burlándose de México

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