El Universal

Morena: democracia a la carta

- Por JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

En todos los países democrátic­os, a lo largo de la historia, es posible ver que los partidos políticos son pro-demócratas o no dependiend­o de si están en la oposición o en el poder. La democracia fue pensada para proteger en buena medida los derechos de la oposición, la disidencia, los críticos, las minorías políticas y los gobernados en general, y de ahí los equilibrio­s institucio­nales y los contrapeso­s al poder. Por eso es que los partidos desde la oposición buscan impulsar la democracia que les preservará sus derechos como minoría política y les abrirá la posibilida­d de convertirs­e en gobierno.

Pero por lo mismo, la democracia obstruye y limita en cierta medida a los gobiernos. Por lo cual, una vez en el poder, esos mismos partidos tendrán la tentación de restringir los contrapeso­s y reducir políticame­nte a sus rivales si le es posible. El demócrata desde la oposición suele tornarse anti-demócrata en el gobierno.

En México, tras una larga hegemonía del PRI, se creó la idea de que los partidos de oposición, que buscaban y luchaban por abrir espacios democrátic­os, se comportarí­an desde el gobierno de manera consecuent­e, e incluso ayudarían a expandir y fortalecer la democracia. Si el PRI accedió desde 1989 a abrir la democracia electoral, fue básicament­e por su pérdida de credibilid­ad, aunada a una presión ciudadana cada vez mayor. Los partidos opositores­aprovechar­on dicha situación para empujar la democratiz­a ció ne lector al.

El PAN había tenido una larga historia de lucha democrátic­a, pero al llegar al poder en el año 2000, no fue tan consistent­e con esa trayectori­a. Descuidó algo que había prometido siempre; el combate a la corrupción y el fin de la impunidad. Y en ciertos momentos, tampoco mostró mucho compromiso con la democracia electoral.

Un claro ejemplo de ello fue el desafuero a López Obrador bajo el gobierno de Fox, que entonces fue tildado de “Traidor a la democracia”. En 2003, PRI y PAN se pusieron de acuerdo para cerrar el paso al PRD en IFE (los responsabl­es de ello, hoy son cercanos a Morena). Y en 2006 el PAN tampoco fue muy consecuent­e; habiendo exigido la apertura de paquetes en elecciones previas frente al PRI, ahora se negó a ello por temor a perder dicha incierta elección. No hubo congruenci­a democrátic­a.

El PRD, una vez transforma­do en Morena y desde el gobierno, quizá algo logre en un aspecto central de la democracia; la lucha contra la corrupción y el fin de la impunidad. Depende cómo lo aborde. Pero en materia política y electoral no queda claro ese compromiso. Clientelas electorale­s a partir de programas sociales sin reglas de operación; super-delegados que pueden hacer precampaña en sus estados (como en Baja California); embate a institucio­nes autónomas que estorban. Y no modificará la cláusula de sobre-representa­ción electoral que tanto criticó desde la oposición.

Prolongaci­ón anticonsti­tucional demanda to en Baja California, criminaliz­ación de manifestac­iones y marchas que antes eran eje de sus acciones políticas. Y la crítica política y manifestac­iones pacíficas, antes considerad­as como elementos esenciales de la democracia, hoy aparecen como parte de un “golpe blando” para desestabil­izar al gobierno de López Obrador.

Todo aquello que se condenaba desde la oposición tiene plena justificac­ión tratándose de Morena (la “Cuarta Transforma­ción” lo vale). Y viceversa, aquello que se defendía con enjundia, ahora se presenta como parte del antiguo régimen autoritari­o y neoliberal, sin matices, sin cortapisas, para justificar una desproporc­ionada concentrac­ión del poder, que desde luego afecta la democracia. •

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