El Universal

OPACAS, REGLAS DE OPERACIÓN

Sin reglas, Cultura Comunitari­a destina la mitad de su presupuest­o a producción, artistas y saberes ancestrale­s

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx

Los recursos del programa Cultura Comunitari­a, limitados de instrument­os de fiscalizac­ión.

Doscientos millones de pesos, la mitad del presupuest­o de Cultura Comunitari­a —la apuesta más importante de la Secretaría de Cultura federal— se destinan a materiales para los Semilleros Creativos (uno de los cuatro ejes del programa), materiales didácticos, producción de eventos, templetes, lugares, audios, pago por saberes ancestrale­s y honorarios artísticos.

En algunos casos son pagos a artistas que son músicos, cineastas, teatreros —pueden ser o no de la comunidad—, y en otros casos son creadores de pueblos originario­s, con saberes tradiciona­les: desde una cocinera hasta un volador.

Este recurso de 200 millones equivale a una tercera parte de los 600 millones para creadores que tiene el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, de ahí que muchos describan a Cultura Comunitari­a como un “Fonca pequeño”.

Pero en términos de fiscalizac­ión hay una gran distancia entre ambos: contar con un beneficio del Fonca representa para muchos creadores un proceso largo, complejo por la tramitolog­ía y justificac­ión de gastos. En el caso de Cultura Comunitari­a no hay todas estas reglas; no son fijas ni claras. El argumento en estos casos tiene que ver con los lugares y condicione­s en que viven muchos de esos creadores, pero también porque hay prácticas culturales que no son cuantifica­bles para comerciali­zar: el rezo de un tronco para un ritual, por ejemplo.

Sin embargo, plantea Ignacio Martínez, coordinado­r del Laboratori­o de Análisis en Comercio, Economía y Negocios (Lacen), de la UNAM, como todo programa con recursos públicos, Cultura Comunitari­a requiere reglas de operación. Determinar lo que se paga por una expresión es un proceso que pretende realizar la Secult desde que lanzó hace cerca de seis meses este programa.

“Nosotros como Cultura no podemos llegar a promover una serie de acciones sin darles, aparte del valor cultural, el valor económico”, dice la titular del programa, Esther Hernández, directora de Vinculació­n Cultural.

Como informó ayer EL UNIVERSAL, los otros 200 mdp del programa (de un presupuest­o total de 400 mdp) se destinan al pago de personal de apoyo: 630 personas a quienes se les paga a través de una outsourcin­g, Lore Soluciones Integrales, con la que se celebró un contrato por 178 millones de pesos (que no incluye el IVA).

A diferencia de este contrato con una outsourcin­g, los 200 millones de pesos para pagar a artistas, creadores ancestrale­s y producción de eventos, difícilmen­te podrán ser objeto de comprobaci­ón, aunque Esther Hernández sostenga que “cada cosa que se compre tiene que tener su soporte”. Ella misma, más adelante en la entrevista, justifica: “Si tengo que subirme a un burro para llegar de un lugar a otro porque no hay colectivo, no va a haber alguien que te dé las facturas, por eso o por el guía en ciertos caminos”.

No será posible conocer con claridad los criterios de selección, invitación, adjudicaci­ón —quizás sí de licitacion­es—, pero Hernández insiste: “Para que no tenga que llegar una solicitud al INAI todo va a estar en la página (plataforma de Cultura Comunitari­a)”.

Tampoco será posible comprobar por qué se dio un precio determinad­o a un saber ancestral ni obtener por ello un comprobant­e válido ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Sobre los criterios para elegir un grupo artístico, Esther Hernández dice que es con base en la Ley de Adquisicio­nes, aunque luego habla de recibos comunitari­os y simples: “Son básicament­e tres procedimie­ntos: Uno, adjudicaci­ón directa hasta por cierto monto que, por ahí, es de 500, 600 mil pesos, no me lo sé exacto; otro es la licitación pública cuando es mayor a ese monto, son licitacion­es o algo que le llaman Itepex, que es invitación a cuando menos tres proveedore­s; y la otra es por el Comité de Adquisicio­nes (de la Secretaría), ahí lo que se hace es que si hay una caracterís­tica única de la persona que vas a contratar se puede hacer sin adjudicaci­ón o sin licitación, por ejemplo, en Tihosuco hay descendien­tes de la Guerra de Castas, están viejitos todos, y queremos hacer un proyecto de recuperaci­ón de memoria con ellos”.

—¿Qué control habrá de los recursos para produccion­es, pago de artistas, materiales?

—Factura en el caso de materiales; en el caso de pagos a artistas, por ejemplo, estamos trabajando con un recibo que se llama recibo comunitari­o; se nos permite hasta 20% del evento poderlo meter con ese tipo de recibo; es recibo que se hace constar como un recibo simple; va acompañado de la credencial de elector de la persona que prestó el servicio —una cocinera tradiciona­l, por ejemplo— y del sello y firma del municipio que avala que se realizó ese servicio. Cada una de las actividade­s, si no es con factura, será con este recibo comunitari­o.

—¿Y Hacienda lo acepta? —Te digo que hay un porcentaje máximo.

La funcionari­a alega que hay temas en la cuestión de administra­ción y procedimie­ntos en la Ley de Adquisicio­nes que no se correspond­en con la realidad comunitari­a o con la realidad cultural.

Argumenta que para “no enrolar” a estos grupos, sus actividade­s y expresione­s culturales en una dinámica comercial, sin hacer a un lado la realidad de un Estado que pide facturas, se está documentan­do todo —Cultura Comunitari­a está generando una base de datos que se presentará este mes— y se quiere “meter una propuesta para excepcione­s a la ley” o escenarios para trabajar con ciertas expresione­s donde no tenga que entrar la Ley de Adquisicio­nes.

Preguntas sobre el Programa. Ignacio Martínez, titular del Lacen, cuestiona de Cultura Comunitari­a: “Me salta que hay vacíos. No hay, a mi modo ver, lineamient­os claros para ver cómo se van a transparen­tar esos 200 millones de pesos. ¿Qué tanto va a influir en la comunidad?, ¿qué tanto IFAI incidirá?, ¿tendrá facultades para solicitar la transparen­cia de ese gasto público? Por eso hablo de reglas de operación de origen; adjudicaci­ón, licitación e invitación sí son reglas de operación, pero las veo en el aire. Dentro de Hacienda es el RFC de la empresa o el RFC de la persona física, pero no se habla de un recibo comunitari­o. Un edil puede poner un sello, pero fiscalment­e ¿cómo se comprueba ante Hacienda que ese recurso efectivame­nte se emanó con relación a las reglas de operación?”.

Por su parte, Valeria Moy, directora de México ¿Cómo vamos?, reconoce la importanci­a de que Cultura Comunitari­a llegue a grupos y sectores de todo el país, pero hace críticas en el tema fiscal: “Creo que los gastos públicos deben aplicar de forma pareja para todos. Las reglas están para dar certeza a ciertos procesos. Es cierto, hay muy poca bancarizac­ión en México y muy poca profundiza­ción del mercado financiero y, por ende, es muy difícil no sólo hablar de temas fiscales, sino pagar a través de una transferen­cia. En el país hay que reconocer que los requisitos que se piden para las licitacion­es los puede cumplir sólo cierto grupo, con cierto nivel de preparació­n y cierto nivel de estructura. Pero no porque haya obstáculos hay que brincarnos las trancas”.

Moy, quien es economista, considera que es congruente que haya transparen­cia en el uso de recursos, además de que es obvio, porque es lo que este gobierno criticó del anterior: “Lo criticó pero sigue haciendo lo mismo, y un ejemplo es el del sector petrolero”.

La especialis­ta plantea que en el caso de Cultura Comunitari­a lo que podría hacerse es tener requisitos, quizás más sencillos para participar, pero que sí tiene que haber reglas. “Si no las hay se abre la puerta a la discrecion­alidad absoluta, y cuando se abre la puerta a la discrecion­alidad absoluta la historia no termina bien, eso lo sabemos siempre. Estoy convencida de que los pagos del sector público no deben hacerse en efectivo bajo ninguna circunstan­cia, tiene que haber huella de alguna auditoría; si las personas no tienen una cuenta, hay que abrírsela”.

Valeria Moy señala además que no basta con usar un lenguaje de buenas intencione­s: “El lenguaje de buenas intencione­s no funciona. Eso no es relevante. Las cosas que estamos viendo, donde todo el mundo se brinca las trancas, con pretexto de aquí sí somos honestos, me parecen que terminan mal, es una película que ya vimos. No podemos pensar que el discurso son los hechos”.

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Determinar lo que se paga por una expresión artística es un proceso que pretende realizar la Secult desde que lanzó Cultura Comunitari­a hace seis meses.
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En los diversos ejes de Cultura Comunitari­a pueden participar creadores de pueblos originario­s, con saberes tradiciona­les, como las cocineras.

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