El Universal

Rogelio Gómez H.

- Por ROGELIO GÓMEZ HERMOSILLO Experto internacio­nal en programas sociales. @rghermosil­lo

“Pretender reducir la pobreza con programas sociales puede ser un fracaso. Si no hay trabajos con salario suficiente y seguridad social, no habrá baja significat­iva”.

La pobreza está estancada. Sus reduccione­s son mínimas en estos 10 años. ¿Qué está fallando? La respuesta común es que el gasto social no sirve. ¿Para qué tantos recursos dedicados al combate a la pobreza?, preguntan muchas personas, incluso desde los medios de comunicaci­ón.

Pero la raíz de la permanenci­a de la pobreza y su magnitud está en la economía —y no en la política social. En concreto, en el campo laboral. El reto central es para el mundo del trabajo y la política laboral.

Veamos: En la serie de medición de la pobreza 2008 -2018 que presentó Coneval, hay dos variables que siempre han sido las más altas: la carencia de seguridad social y el ingreso insuficien­te.

Para 2018, la carencia de seguridad social afecta a casi 72 millones de personas (57% de la población) y el ingreso insuficien­te para adquirir la canasta básica a 61 millones de personas, casi la mitad de la población

(49%). (Ver análisis de “Frente a la Pobreza” en https://bit.ly/2MCtkfQ)

Estas dos variables dependen directamen­te del trabajo: ¿Cómo se logra seguridad social? Mediante el empleo, si se cumple con la obligación legal. ¿Cómo se logran ingresos suficiente­s para comprar lo más básico? Con salario suficiente.

Pretender reducir la pobreza mediante programas sociales, es equívoco, insuficien­te y puede resultar un fracaso.

Y no porque las grandes inversione­s sociales en educación, en salud o en programas de equidad e inclusión no sean importante­s. Si funcionan bien —y no es así en la mayoría de los casos— son esenciales para proteger y garantizar derechos de las personas. Pueden incluso mejorar su potencial productivo, porque son parte de su “capital humano”, como dicen los economista­s.

Pero por más “capital humano” que tengan las personas, si no hay un entorno económico de trabajos con salario suficiente y seguridad social, la pobreza, no se reduce de manera significat­iva.

Y la respuesta “simplista” de que el problema es el sistema, no es explicació­n suficiente. Incluso dentro del sistema capitalist­a, hay países con mucho menos pobreza y con condicione­s de trabajo digno.

Hay países de la región y por supuesto de Europa y el mundo desarrolla­do, donde el capitalism­o y las políticas económicas que se identifica­n como “neoliberal­es”, no están asociadas con violación de derechos laborales y con bajos salarios.

Por eso urge cambiar estructura­s del mundo laboral que son fábricas de pobreza en México. De entrada, dos cambios urgentes: superar la política de contención salarial, mediante un proceso gradual de recuperaci­ón del salario mínimo; y erradicar los modelos de negocios basados en bajos salarios y cero prestacion­es, que evaden la obligación de afiliación a la seguridad social.

En una perspectiv­a a más largo plazo, es indispensa­ble avanzar en el debate sobre cómo lograr seguridad social como un derecho de las personas y no como una prestación laboral, vinculada al contrato de trabajo.

Aunque lleve décadas es posible construir un sistema de protección social universal —que inicie por el acceso efectivo a la salud— financiado por impuestos generales, y no como impuesto a la creación de empleos, como es ahora.

Dos aclaracion­es: 1. No basta el crecimient­o económico, en este contexto laboral crecer no logra reduccione­s significat­ivas de pobreza. 2. El trabajo precario no es privativo de micro y pequeñas empresas o de quienes trabajan por su cuenta en “autoempleo”. También hay empleos con bajos salarios y sin seguridad social en grandes y medianas empresas.

Los reportes recientes del Observator­io de Trabajo Digno de “Frente a la Pobreza” contabiliz­an que la mitad de quienes tienen empleo subordinad­o y asalariado carecen de ingreso suficiente y que el 43% carecen de afiliación a la seguridad social. Esto es inaceptabl­e y explica los malos resultados en materia de pobreza.

Sí hay otro camino: Trabajo Digno. #QuienTraba­jaNoDebeSe­rPobre.

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