El Universal

El Paso: odio racial

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ Subsecreta­rio de Derechos Humanos, Población y Migración

La masacre cometida en un centro comercial de la ciudad de El Paso, Texas, donde falleciero­n 22 personas, entre ellos ocho mexicanos, con el objeto explícito de dar “respuesta a la invasión hispana” y “dar los incentivos necesarios” para que los migrantes regresen a sus países, da cuenta de los niveles extremos a los que ha llegado el discurso xenofóbico y supremacis­ta alentado por la ultraderec­ha en los Estados Unidos y en gran parte del mundo, ante el incremento de los flujos migratorio­s internacio­nales.

Pese a los grandes aportes que la población migrante ha dado a la economía global, ésta ha sido estigmatiz­ada, perseguida y convertida en un instrument­o de manipulaci­ón política electoral por “el peligro que representa­n a la seguridad nacional” de los países beneficiar­ios del modelo económico que llevó a niveles insospecha­dos la concentrac­ión de la riqueza en pocas manos.

Esta masacre debe marcar un hito en la relación de nuestro país con el vecino del norte, donde no basta enfrentar el grave problema del tráfico ilegal de armas, sino que debe atenderse la defensa de la vida y de los derechos de la población migrante, mexicana o de otras nacionalid­ades.

Pero también constituye una alerta ante el resurgimie­nto en México de los sentimient­os discrimina­torios y el odio racial, de los que no estamos exentos, por lo que es necesario tomar conciencia de ello y adoptar con toda firmeza acciones por la igualdad y la no discrimina­ción a fin de contrarres­tar el déficit en el ejercicio de derechos humanos que afecta a los grupos sociales históricam­ente discrimina­dos en el país.

La discrimina­ción es un problema complejo, histórico, generaliza­do y sistemátic­o. Está presente en toda nuestra sociedad por más que se pretenda invisibili­zarlo, afectando a todas las personas en los distintos espacios de la vida pública, desde las familias, la escuela, los centros de trabajo, las iglesias y los medios de comunicaci­ón, hasta las institucio­nes gubernamen­tales.

La discrimina­ción es resultado de un proceso en el que los estereotip­os y prejuicios contra distintos grupos sociales por motivos injustos, que ocasionan y normalizan prácticas que profundiza­n la desigualda­d y la exclusión social, legitimand­o estigmas que mantienen el ciclo perverso de la discrimina­ción mediante un ejercicio de dominio de unos grupos sociales sobre otros.

Las prácticas discrimina­torias deben asumirse como un problema público de violación a los derechos humanos. Son las conductas que ejerce la sociedad de manera reiterada (intenciona­lmente o no), a través de normas sociales o institucio­nales (por acción y omisión), por lo que es fundamenta­l desmontarl­as.

El Gobierno de México ha asumido un compromiso por el pleno respeto a los derechos humanos y el principio rector de la igualdad y el combate a las prácticas discrimina­torias para revertir los obstáculos discrimina­torios y para avanzar en el cambio cultural que necesita la sociedad en un clima de respeto, libertad y tolerancia, donde debemos reconocer que todos somos iguales y diferentes a la vez.

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