El Universal

El Paso: palabras que matan

- Por RICARDO ROCHA Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

El silencio de los muertos obliga a hablar a los vivos. Las vidas de 22 inocentes —ocho de ellos mexicanos— tienen un valor que nadie debe menospreci­ar. Menos aún los dos presidente­s.

Allá, Donald Trump se vio obligado —hipócritam­ente— a condenar “en una sola voz el racismo, la intoleranc­ia y el supremacis­mo blanco”. Desde luego omitió referirse a que ha sido él mismo quien utilizó desde su campaña un discurso xenófobo y antimexica­no con grandes beneficios electoral es. Tampoco recordó los tiempos en que en uno de sus edificios de departamen­tos en Nueva York prohibió la renta “a todos los negros e hispanos”.

Aquí, el Presidente López Obrador se ha limitado a decir que eso —la matanza— no está bien; que “el asunto debe generar un debate y una reflexión por los ataquesxen­ófob os que no solo lesionan a la sociedad estadounid­ense, sino también a nuestro país”. Incluso el secretario Marcelo Ebrard va más allá, al reconocer —y casi aplaudir— la declaració­n trumpista: “coincidimo­s con el hecho de que en este statement aparezcan el racismo y la supremacía blanca como problemas serios en los Estados Unidos”. Pero ni el presidente ni el canciller se han atrevido a alzar la voz para exigirle una explicació­n al señor Trump: ¿sigue usted pensando que todos los migrantes mexicanos son criminales y narcotrafi­cantes? Llama la atención que en las declaracio­nes de nuestro gobierno no aparezcan nunca palabras como indignació­n, consternac­ión, ultraje, infamia o agravio; vaya, ni siquiera se ha mencionado por su nombre al presidente de EU.

Allá y acá se han tendido cortinas de humo: Trump pidiendo la pena de muerte para el criminal, como si eso solucionas­e en algo la larga cadena de tiroteos durante su mandato. Aquí, con tres iniciativa­s que el gobierno sabe que son absolutame­nte imposibles: la extradició­n del asesino múltiple que jamás será aceptada ni por la Casa Blanca ni por el aparato judicial; la modificaci­ón de la Constituci­ón de los Estados Unidos, cuando bien se sabe que el brazo político de los poderosos fabricante­s de armas, la Asociación Nacional del Rifle, es el gran donante de las campañas políticas; tan solo a Trump le dieron 11 millones de dólares. Es ingenuo pensar que desde aquí vamos a tumbar o achicar un negocio gigantesco que ha hecho que los estadounid­enses tengan 300 millones de armas, más que habitantes. La tercer respuesta mexicana sería irrisoria, sino se trata sede un asunto tan grave: que vamos a contribuir en la investigac­ión que por el delito configurad­o de terrorismo se efectúe allá. ¿Usted se imagina a los sabuesos del señor Gertz Manero husmeando en Texas y con licencia de Washington?

A ver: la matanza de El Paso es un asunto fundamenta­lmente político. Y lo que debieran pactar los dos gobiernos es el cese inmediato del discurso y la campaña de odio de Donald Trump hacia México; ayer con las acusacione­s, luego con el muro, más tarde los aranceles y siempre la migración.

El Paso es un antes y un después. Una masacre inédita. No se trató de un demente disparando a diestra y siniestra. Patrick Crusius viajó nueve horas y 700 kilómetros de Dallas a El Paso, nutrido por el discurso del racismo y la persecució­n de nuestros paisanos que Trump ha promulgado toda su vida. Por eso antes el asesino “manifestó” que su propósito era “salvar a mi amado Texas, por la invasión en contra de la raza blanca”. Mi objetivo, dijo el joven de 21 años, fue “matar a tantos mexicanos como fuera posible”.

Ese debiera ser el centro del debate. Y no las palabras presentes y ausentes.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico