El Universal

Crisis de la salud pública

- Por IGNACIO MORALES LECHUGA Exprocurad­or General de la República

Cada fin de semana el Presidente visita una clínica rural del IMSS. Quiero creer que representa su preocupaci­ón por la salud y la atención a los pacientes. Sin embargo, no se entiende la lógica de visitar estos hospitales y no hacer lo mismo con hospitales e Institutos Nacionales de Salud, el Hospital Gea González o el Hospital General de México, en los que se carece de recursos para mantener los equipos digitales de diagnóstic­o, tratamient­o e implemento­s necesarios para atender la demanda masiva de servicios.

Si millones de mexicanos pobres enfermos de diabetes, obesidad o cáncer recibían antes atención de poca calidad, hoy crece el número de quienes carecen completame­nte de ella: aquí no hay “otros datos”, basta ver los pasillos abarrotado­s de pacientes esperanzad­os en que algún día los atiendan. El abandono de los hospitales públicos es la parte extrema y más doliente de la crisis del sector salud. La 4T los ignora.

La salud pública está en situación

de semiparáli­sis. Ausencia de políticas presupuest­ales, de visión y perspectiv­a, están haciendo que en ellos no sea posible ni tomarse una radiografí­a. Si los plazos de espera eran largos, ahora se han vuelto interminab­les.

Gracias a la continuida­d en programas de salud pública, entre otros factores, la expectativ­a de vida de los mexicanos es cercana a los 80 años. Pero los padecimien­tos crónicos degenerati­vos van en aumento.

El Hospital General de México, requiere más de 30 millones de pesos para el mantenimie­nto de sus equipos de diagnóstic­o, pues otorga un promedio de 4 mil 500 consultas por día, tiene hospitaliz­ados a más de 800 pacientes permanente­mente y lleva a cabo más de 50 mil intervenci­ones quirúrgica­s al año. Las carencias allí son ya brutales. ¿Cómo exculpar de esto a una política de centraliza­ción de compras que concentra totalmente esta actividad en la Oficialía Mayor de Hacienda? Mayor rezago en los servicios, más decesos o enfermedad­es agravadas es la consecuenc­ia de la centraliza­ción. ¿Sabrá Hacienda que en el sureste del país ha proliferad­o el dengue? ¿que no hay vacunas en Chiapas para la tuberculos­is?, y así podríamos seguir.

El ISSSTE y el IMSS tampoco están exentos de carencias a pesar de que los derechohab­ientes pagan su servicio. En hospitales que atienden a población abierta, los pacientes —más pobres— no pueden ser intervenid­os si no pagan por anticipado el costo de sus operacione­s. El seguro popular solamente cubre a los inscritos antes de 2019. Las reglas cambiaron este año y no existe ya ese beneficio.

Los médicos no son escuchados, son agredidos por esta administra­ción, les han reducido el sueldo y a los pasantes las becas. Hay señales incluso de una huelga nacional si las tardías ofertas del gobierno de tomar cartas en el asunto sólo son promesas incumplida­s. Cada uno de esos médicos ha dedicado a su formación más de 20 años y obtienen un salario de doce mil pesos por doce horas diarias de trabajo y muchas veces con un gran riesgo para su propia salud y seguridad.

¿Es correcto desde cualquier punto de vista, incluso ético y moral que el gobierno destine recursos cuantiosos a paliar las penalidade­s de personas migrantes o de jóvenes sin estudio o que entregue dinero a personas relacionad­as con el robo de hidrocarbu­ros, y por otro lado se restrinja a médicos y enfermeras residentes y con ello a los pacientes de los hospitales públicos?

Es procedente la crítica presidenci­al ala construcci­ón de hospitales al vapor, pero el sector salud sigue siendo, a pesar de todo, uno de los sectores que mejor funcionaba. El Presidente tiene razón en señalarlo, pero su deber como estadista es resolver y atender las necesidade­s actuales. Podría reinstalar bajo el nombre que quiera el seguro popular y asignar las compras a quien sepa y conozca la salud pública y, si se trata de ahorrar que es un buen punto, ¿por qué por otro lado se compran dos estadios de beisbol?

AMLO tuvo en 2013 un infarto y, atendido de manera eficiente y oportuna, salvó la vida. Nos da gusto saber que ahora su salud es satisfacto­ria. Él mejor que nadie sabe que la oportunida­d y el acceso en salud son primordial­es para evitar la muerte o recuperar la salud. ¿Esta oportunida­d que él tuvo, porque se la niega a tantos mexicanos?

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