El Universal

Élmer Mendoza

Rafael Toriz cuenta el cuento del cuento

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Toriz es un autor que se desangra, que quita y pierde las piezas del rompecabez­as en que nos convertimo­s los seres humanos. Practica el placer de despedazar, reconocer y desgranar el privilegio de vivir. Le gusta explorar la oscura caverna que su formación le ha abierto. Interpreta el ruido del universo a partir de lo que no existe y todos los aromas reciben un nombre a partir del café que segurament­e detesta. Es un escritor que se carga a sí mismo como un sombrero de palma. Quizás un sobrepeso. Al menos eso experiment­é leyendo La distorsión, novela publicada por Penguin Random House en la Ciudad de México, en mayo de 2019. “Escribir es el camino largo para llegar a ninguna parte”, dice Rafael, quien no sólo agarró el toro por los cuernos, como matador temerario, sino que se dejó cornear para que fuera más emocionant­e. “Somos los relatos que contamos”, remata con seguridad.

Rafael Toriz nació en Xalapa en 1983. Se formó en la universida­d de los sueños e hizo dos posgrados en la universida­d del deseo. En La distorsión se percibe un juego múltiple que al final deja la sensación de que los caminos que conducen a Roma son dos: el de Eneas y el que pasa por Xalapa. Le obsesiona el lenguaje y todas esas ideas sobre procesos de escritura que brotan como fuentes donde sólo podrían ser apreciadas por él y James Turrell. Toriz es un autor de tentacione­s y consigue capítulos memorables en este ensamble donde cada

personaje salta de tablero en tablero sin importar el clima o la palabra fenecer. Con una genialidad que es imposible ignorar, el autor comparte las palabras de sus maestros pero también el universo de dudas en que todos ellos lo zambullero­n. Si alguno le enseñó que la vida es un viaje sedentario ese fue el de taller de electrónic­a. Algo que me gusta de la novela es que los aspectos autobiográ­ficos enriquecen el sentido épico del texto que oscurece los interesant­es guiños que a más de uno lo incitarán a escribir poesía y practicar un sexo desbocado como un derecho humano.

“Escribir para no pensar”, proclama Rafael y claro, en narrativa los genios no piensan, ¿para qué? Si están dotados para recordar, por ejemplo: ir con el papá a la lucha libre, hacerla de mariachi, tener contacto con los masones, tener presente a un hermano y reconocer las mujeres que nos dieron patria. Rafael es un narrador que juega, que se divierte hasta cuando trata de ser formal. “La escritura es todo menos indispensa­ble”, suelta, y claro, si no fuera paradoja sería moraleja. Vean este principio: “El único lugar para enterrar a los muertos es el lenguaje”; y para que comenten por ahí: “Escribir es un arte de otro siglo”. Rafael Toriz es un provocador exquisito; practica el arte de la ironía con elegancia de tal suerte que la claridad se vuelve opaca. Les da voz a autores que han hecho posible modificar cualquier postura frente al arte de escribir: Cioran toma café con Fuentes. Ribeyro se queda en París, pero Pitol lo invita a su casa en Xalapa. Elias Canetti dispara y cae Walter Benjamin. Es cuando Toriz, el personaje, tiene su primera experienci­a lúdica con un carrujo mal hecho pero que lo llevó a componer “La Bamba” y a regalarle su Volkswagen a Gabriel Orozco; entonces pensó: “Más cruel que el amor, solo el periodismo.”

La distorsión es una novela que lo cuenta todo. Abre puertas para sonreír, pensar, jugar, amar y buscar un trago en una botella vacía. Aquí Xalapa es una ciudad flotante poblada por un joven que está empeñado en ser escritor, aunque se emborrache en el intento. Es un estilo sobrio que va de lo profundo al sonido de una flauta. Toriz es una revelación, cuenta para armar y su historia fluye de palabra en palabra y consigue un jardín como el de Edward James en Xilitla, donde nada importa porque todo es importante. Se trata de una novela excitante y es una alegría descubrir un autor que demuestra que lo mejor de la literatura mexicana es la variedad. Los escritores mexicanos somos dueños de todas las historias y eso lo percibirán en cada página de esta novela que es un auténtico divertimen­to y el retrato de un personaje, que lleva el mismo nombre del autor, comparten el gusto por mujeres que es imposible describir y cuenta el cuento del cuento, aunque al final todo se reduce a lo que usted opine, porque es eso, esta novela no deja a nadie sin decir que le pareció. Así que espero sus comentario­s.

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