Tintes huastecos, un don inocultable
AJorge Domínguez lo motivan los colores de su tierra y su cultura. Colores que durante años sólo pudo conseguir de la naturaleza: machacando hierba y flores para pintar a escondidas de sus padres y del trabajo en el campo.
“Vengo de un sitio donde es difícil tener oportunidades en el arte, donde no tenemos acceso para comprar herramientas y trabajar con colores”, dice el veracruzano de 33 años, oriundo de la comunidad Mata de Otate, Chontla, en la región Huasteca.
Desde niño creció apasionado por trazar en sus cuadernos las formas extravagantes de la naturaleza, las danzas de su cultura y el misticismo de los dioses de quienes sus padres le hablaban en tének, su lengua materna.
Pese a las reclamos de su familia, que consideraba la pintura como un trabajo improductivo, Jorge comenzó su carrera participando en concursos escolares.
Luego, ante las carencias económicas, decidió ir a la Ciudad de México. No estudió
formalmente, pero mientras trabajaba como ayudante, asistía como oyente a clases de arte.
“La naturaleza es parte de mí. Pinto toda la extravagancia de mis raíces. Esas que nos hacen ser auténticos”, cuenta desde Canadá, donde expone sus pinturas.
Hace más de siete años, las obras de Jorge tienen difusión. Según dice, busca siempre pintar un diálogo con el pasado. Por eso, cada vez que regresa a su comunidad trabaja con jóvenes, para que estén orgullosos de expresar sus orígenes, esta vez con la facilidad de acceder a las herramientas del arte y sin esconderse de nadie.