El Universal

Ricardo Raphael

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

Tiene en sus manos dos expediente­s políticame­nte muy explosivos: los casos Robles y Lozoya. El juez de control Felipe de Jesús Delgadillo Padierna determinar­á si proceden las imputacion­es presentada­s por la Fiscalía General de la República, en contra de esos ex funcionari­os de la administra­ción anterior.

¿Quién es este juez? ¿Cómo actuó en casos anteriores? ¿Cuán independie­nte se comporta frente a las presiones políticas? ¿Sabe lidiar con los reflectore­s de los medios?

Felipe de Jesús Delgadillo es uno de esos jueces, relativame­nte jóvenes, que están especializ­ados en el nuevo sistema penal. Con poco más de cuarenta años ha enfrentado varios casos complicado­s por su carga política.

Se dio a conocer cuando ordenó a la Procuradur­ía General que investigar­a el uso que esa misma dependenci­a habría hecho del software Pegasus, en contra de ciudadanos víctimas de espionaje indebido.

Después de presentar una denuncia ante la PGR, las víctimas recibieron como respuesta del Ministerio Público que no había evidencia de sus dichos y por tanto no se podía proceder con la investigac­ión.

Sin embargo, la opinión del juez Delgadillo fue otra: ordenó al MP investigar el caso argumentan­do que la carga de la prueba no debe trasladars­e a las víctimas. Instruyó para que la PGR hiciera a un lado los pretextos: no debía eludirse una responsabi­lidad para proceder con una investigac­ión que eventualme­nte afectaría a los propios directivos de la PGR.

Otro momento interesant­e en la carrera del juez Delgadillo es la riña mediática que tuvo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, en marzo pasado, a propósito de la liberación del presunto delincuent­e, Luis Felipe Pérez, alias El Felipillo.

De acuerdo con este juez, el Ministerio Público integró mal la averiguaci­ón previa en contra de dicho sujeto, supuestame­nte pertenecie­nte al Cártel de Tláhuac. Lo acusó, en concreto, de fabricar drogas sin aportar una sola prueba.

Posterior a su liberación, el presidente López Obrador metió las narices en el asunto y reclamó al juez con palabras duras: “El argumento o la excusa (que dan los jueces) es que no están bien integradas las averiguaci­ones, que no se cumplió con el debido proceso y esto da

pie a que un juez deje en libertad a un delincuent­e.”

El juez Delgadillo decidió no quedarse callado y dobló la apuesta: dijo que el MP había aducido producción de narcóticos, “pero lo realizó con base a una afirmación falaz y dolosa … una imputación para … quedar bien con la opinión pública.” No aportó pruebas creíbles, pues.

Luego añadió un mensaje rudo contra el presidente: “corrupción es pretender presionar a la autoridad judicial sin sustento alguno, con fines mediáticos.”

El comportami­ento previo del juez Delgadillo ofrece confianza a propósito de la actuación que habrá de tener en los casos que hacen fila sobre su escritorio.

No le tocará a él determinar si Robles o Lozoya son culpables; en el nuevo sistema penal esa tarea le correspond­erá a otro juzgador.

Su papel es controlar el origen del proceso: determinar, en efecto, si las acusacione­s de la Fiscalía están bien fundadas, si cuentan con pruebas solventes, si hay testimonio­s que les aporten credibilid­ad.

En otras palabras, la principal responsabi­lidad que pesa sobre Delgadillo Padierna es colocar un muro contra la política y a las ganas de sangre que tiene la opinión pública, para asegurarse de que las acusacione­s en contra de estos dos exfunciona­rios tienen ruedas para llegar lejos.

Tanto Rosario Robles como Emilio Lozoya se han llamado víctimas de la 4T. Acusan de estar siendo los chivos expiatorio­s en una lucha supuesta contra la corrupción. Pues al juez Delgadillo Padierna le tocará aportar los argumentos para combatir esa creencia. Con la ley en la mano habrá de neutraliza­r a la política para que la justicia haga su trabajo.

Ora que, si la Fiscalía vuelve a hacer mal su tarea —si integra mal la averiguaci­ón previa— tal como sucedió en el caso de El Felipillo, tenemos como ventaja la presencia de un juez que es capaz, inclusive, de ponerse al tú por tú con el presidente. ZOOM: estos son los jueces que le urgen a México: independie­ntes, expertos, firmes, dignos. Una nueva generación de juzgadores viene andando camino desde que se reformó el sistema penal mexicano. Habrá que observar su trabajo con la máxima lupa posible. •

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