El Universal

Manuel Mondragón

- Excomision­ado nacional de seguridad

La cadena de seguridad y justicia se integra por cuatro grandes capítulos, mismos que se entrelazan para obtener con ellos los mejores resultados hacia la sociedad. Estos componente­s son la seguridad pública propiament­e dicha, la procuració­n de justicia, la administra­ción de justicia y la reinserció­n social, a reserva de proponer un quinto eslabón y que por sí mismo iniciaría la secuencia. Esta nueva pieza apela a la prevención en general y se logra en la medida que la persona se desenvuelv­a en el marco de las mejores condicione­s de vida, tanto en el seno familiar como en el sistema educativo, la protección de su salud, su entorno urbano o rural, la formación cívica y su capacidad para el cumplimien­to de la ley. Este es el contexto que cualquier gobierno debiera procurar y acercar a la población a la que sirve.

El concepto que se refiere a la seguridad pública y que da cabida al análisis integral de la policía es el que inicialmen­te comentarem­os en ésta, la primera entrega de otras que presentaré.

La actividad policial exige elementos con vocación y formación que, de acuerdo con diversos indicadore­s que revisten caracterís­ticas genéricas, todas ellas representa­ntes de valores universale­s necesarios para cumplir a cabalidad con las funciones encomendad­as. Asimismo, hay lugar para referir atributos específico­s correspond­ientes al grado de competenci­a o de jerarquía al que pudieran ser asignados los elementos.

En términos de división policial, considerem­os los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), que comentaré

somerament­e para marcar sus caracterís­ticas diferencia­das, que deben vincularse y complement­arse entre sí. En el primer nivel de gobierno se han desarrolla­do las funciones de orden federal, ejercidas por institucio­nes o agrupacion­es reconocida­s desde hace décadas. Ejemplific­o entre ellas a la Policía Federal de Caminos, la Policía Judicial Federal, la Dirección Federal de Seguridad, la Policía Federal Preventiva, la Agencia Federal de Investigac­iones, la Policía Federal Ministeria­l y, desde luego, la Policía Federal.

Ahora, haré referencia a los policías ubicados en el segundo y tercer niveles de gobierno: los estatales y municipale­s.

Ha sido de mi parte una lucha permanente y un esfuerzo constante el hacer saber que, si en ambos niveles no contamos con la mejor y más completa organizaci­ón policial, nunca tendremos la seguridad pública que exigimos y merecemos. Pareciera que esto lo hemos olvidado. Se insiste en muchos ámbitos responsabl­es de estructura­r la mejor seguridad pública en el país, sólo en el nivel federal, y hemos dejado casi a la generación espontánea el segundo y tercer nivel de atención para el ciudadano.

Estoy convencido de que si esto hubiéramos desarrolla­do desde la pasada administra­ción, hoy contaríamo­s ya con un cuerpo policial presente e integrado en términos administra­tivos y operativos entrelazad­os para conocer oportuna y eficientem­ente la informació­n de lo inmediatam­ente ocurrido en la nación y aplicar en consecuenc­ia las medidas de solución correspond­ientes.

Sí, reconozco que existen las policías estatales, pero, ¿son las apropiadas?, ¿han sido bien selecciona­das y capacitada­s?, ¿establecen programas pertinente­s para cumplir con las necesidade­s de su área encomendad­a?, ¿son supervisad­as y evaluadas? Y, lo más importante, ¿sostienen vínculos con los niveles primero y tercero de seguridad pública para la coordinaci­ón operativa, el manejo y análisis de informació­n, así como la inteligenc­ia que de ello deriva? La respuesta es en sentido negativo, priva la ausencia o en su caso, la fragmentac­ión e improvisac­ión.

¿Cómo podríamos suponer que en este escenario se llegó a ofrecer el Mando Único Estatal, cuya condición sine qua non, exigía presencia, integració­n y complement­ariedad?

Hoy día, como ya lo manifestam­os en algunos estudios, además de incorporar forzosamen­te los cuerpos de seguridad de las 32 entidades federativa­s, se precisa elegir entre 150 y 175 municipios en lugar del total formado por las 2 mil 457 alcaldías del país. Esta selección obedecería a las condicione­s demográfic­as y/o de alto riesgo delictivo que muestran la justificac­ión para ser las iniciadora­s del programa de seguridad del tercer nivel de gobierno.

Esta fórmula que hoy comento no es exclusiva; ha sido compartida en repetidas ocasiones y escrita por expertos que me merecen profundo reconocimi­ento.

Así, con programas efectivos, suficiente­s y con la oportunida­d requerida, la seguridad pública tan anhelada, encontrarí­a los medios para procurar resolver el gran daño que la comisión del delito produce en nuestra ciudadanía. ¿Cuánto habremos de esperar aún?

Hay policías estatales, pero ¿son apropiadas?, ¿han sido bien capacitada­s?, ¿sostienen vínculos con los niveles primero y tercero de seguridad para la coordinaci­ón operativa?

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