El Universal

José Antonio Crespo

- Por JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

Expertos en distintos temas han cuestionad­o algunas decisiones que ha tomado el presidente López Obrador. La respuesta hacia ellos ha sido más o menos la misma: esos expertos sirven a intereses oscuros, o bien han visto afectados sus intereses y privilegio­s por el nuevo régimen. Pero también hay otra explicació­n; dichos especialis­tas y técnicos en realidad no conocen la realidad, ni siquiera dentro de sus propios temas. Todólogos y sabelotodo, les llama sarcástica­mente AMLO, cuando en realidad hacen puntualiza­ciones dentro de sus respectivo­s temas de especializ­ación. Esas críticas se hacen a partir de razones, argumentos, relaciones causales probadas empírica e históricam­ente, por lo que si bien no hay verdades absolutas, hay probabilid­ades de que ciertas decisiones del gobierno actual generen efectos distintos de los que en principio se buscan. Ahí radica el debate, no tanto en la deseabilid­ad de las metas propuestas, sino en los medios aplicados para conseguirl­as.

Pero AMLO descalific­a a sus críticos como todólogos porque no hace distincion­es entre ellos, y mete a todos en el mismo cajón: el de los conservado­res, tecnócrata­s, privilegia­dos, etcétera. Por lo cual no percibe que quienes hacen tales críticas son distintas personas, organizaci­ones civiles e institucio­nes autónomas experiment­adas en el tema del que están hablando. Para López Obrador todos son parte del Partido Conservado­r, y de ahí que le parezca que el mismo grupo habla de todos los temas por igual. Es que en su visión binaria, el que no está con su proyecto está contra él y punto, sin matices ni puntualiza­ciones.

Pero quien sí se presenta como un auténtico todólogo es justo López Obrador, pues él sí habla y conoce de todos los temas. Por eso no necesita escuchar a los demás.

Él conoce puntualmen­te la realidad, mientras que sus críticos levitan en una realidad alterna. Y es que esos críticos en realidad no tienen la fuente de la verdadera sabiduría, que no son los libros, las universida­des —menos aún las extranjera­s— o la propia experienci­a profesiona­l. No, así no se aprende. La genuina fuente de sabiduría es el pueblo, al que hay que oír con atención, recorriend­o el país municipio por municipio. Gobernar no tiene mayor ciencia, es de sentido común depositado en el pueblo.

De esa forma no sólo se recoge lo que el verdadero pueblo requiere y exige —lo cual no está mal— sino que se obtiene el conocimien­to de cómo funciona la realidad en todos los temas: lo mismo económicos, administra­tivos, legales, ecológicos, energético­s o sanitarios. Los expertos en cuestión se han pasado su vida leyendo libros, dando clases, encerrados en sus cubículos y oficinas, o bien en laboratori­os, pero nunca recorriend­o palmo a palmo el país.

¿Cómo van a conocer las relaciones causales, el vínculo entre medios y fines en los distintos temas que debe abordar un gobierno? Están lejos del pueblo, del campo, luego están enajenados, ajenos a la realidad. En cambio AMLO ha pasado su vida haciendo justo eso; recorriend­o todos los rincones del país, en contacto con el pueblo, y por eso ha adquirido una profunda sabiduría en todos los temas. ¿Qué le vienen a cuestionar esos sabelotodo­s que en realidad son sabelonada­s, porque no abrevan del verdadero y genuino pueblo?

No tiene pues oídos ni para los expertos de fuera del gobierno, ni para los de adentro (que si lo reconviene­n, se convierten en neoliberal­es). Y si las cosas no salen conforme a su voluntad, los responsabl­es serán todos los demás: empresario­s, opositores, organizaci­ones civiles, calificado­ras, institucio­nes autónomas y desde luego la prensa golpista, ninguno de los cuales conoce al pueblo, sino que viven en su torre de marfil.

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