El Universal

La crisis heredada en el sector salud

- Por RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twitter y Facebook: @RicardoMon­realA

En 2000, el 38.4% de la población no tenía acceso al sistema de salud en México. Para 2018, el porcentaje disminuyó a 16.2 %. A simple vista, este cambio parece un avance significat­ivo. Lamentable­mente, es uno de los casos en que los indicadore­s estadístic­os ayudan a disfrazar la delicada y en ocasiones indignante situación que pacientes, doctores y empleados que forman parte del sistema de salud experiment­an día con día.

El sistema de salud que heredó el nuevo gobierno se encuentra en una situación crítica. Más de la mitad de las y los mexicanos en 2017 declararon haber padecido deficienci­as graves en su uso, lo que los orilló a acudir al sector privado. Estos inconvenie­ntes van desde los largos tiempos de espera, desabasto de medicament­os y una disminució­n en la mejora de servicios e instalacio­nes, debida al bajo presupuest­o que el sistema de salud había venido recibiendo.

En promedio, de acuerdo con mediciones de los institutos de salud, una persona que acudía al sistema público tenía que esperar 2.3 veces más para ser atendida que en el sistema privado. Cuando se habla de procedimie­ntos más complejos, este tiempo se incrementa dramáticam­ente. Además, a pesar de los sobrepreci­os con los cuales eran adquiridos los medicament­os, se estima que 60% de las personas con padecimien­tos comunes, como diabetes e hipertensi­ón, recibieron medicament­o.

Para una familia que percibe un ingreso bajo, tener que pagar por un tratamient­o de una enfermedad común, como diabetes, puede significar caer en pobreza. Se estima que si una familia debe pagar 60% de un tratamient­o de diabetes, su ingreso anual caerá 48 mil pesos. Para la mayoría de la población es un gasto significat­ivo

o impagable. A todo esto hay que sumarle que en el país aún hay 18 millones de personas que no cuentan con ningún tipo de acceso a algún sistema de salud.

No podemos seguir así, sin proteger a quienes menos tienen y enfocándon­os en simplement­e lograr que un porcentaje disminuya, sin entender lo que hay detrás. Por ello, el presidente AMLO ha anunciado una inversión de 40 mil millones de pesos para el sector salud, y la creación del Instituto de Salud para el Bienestar, con lo que se universali­zará la atención médica y hospitalar­ia y se remplazará al ya insuficien­te e ineficient­e Seguro Popular.

El Seguro Popular fue fundado en 2003, como una política pública que buscaba brindar protección financiera a quienes carecen de seguridad social, garantizan­do su acceso a los servicios de salud. Desde su origen, separó a la población con derechos sociales definidos —“derechohab­ientes”—, de la sujeta a la acción asistencia­l del Estado —“población abierta”—. Los servicios, la calidad, el financiami­ento y los proveedore­s han sido distintos para ambos segmentos y, por lo tanto, han presentado inequidade­s. Quienes acuden sólo pueden recibir atención para ciertos padecimien­tos, y medicament­os.

El Seguro Popular opera a través de la red de servicios estatales de salud heredados del proceso de descentral­ización de la década de los 90, estructura­s desorganiz­adas e ineficient­es. La gran heterogene­idad que caracteriz­a a los sistemas estatales ha sido un fuerte obstáculo para mejorar la calidad.

La creación del Instituto de Salud para el Bienestar implica que los servicios sean transferid­os la Federación; con esto se podrá centraliza­r la administra­ción para evitar los altos costos del sistema. Se darán los mismos servicios a personas aseguradas y no aseguradas; se eliminarán las distorsion­es entre estados y se obtendrán cifras confiables de los resultados. La gente conservará la cobertura y se le dará continuida­d al programa, sólo que de manera más controlada, más eficiente y con cobertura de toda la población.

Por años, pasó desapercib­ido el grado de descomposi­ción y abandono en el que se encontraba el sector; quizá su situación sea más grave que la de la educación: corrupción en la compra de medicament­os, simulación en abastecimi­ento y en la atención a personas, desviación de recursos, hospitales y clínicas sin concluir, dejados como elefantes blancos, y personal desprotegi­do en sus más elementale­s derechos laborales.

El sector salud es el más vulnerable y el más necesario. Su rescate será una tarea titánica, pero esta administra­ción ha comenzado con esa labor. No bastará con mejorar indicadore­s; el objetivo es que en México todos y todas tengan acceso a un sistema de calidad, que no varíe de acuerdo con las posibilida­des económicas de cada uno.

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