El Universal

#Pigmentocr­acia y mucho más discrimina­ción

- Luis Cárdenas

“Es un virus, no puede discrimina­r”

Andamos levemente rabiosos, parece, de pronto, que somos una sociedad encoleriza­da con muchas cosas, polarizada hasta el tuétano ante una realidad que, definitiva­mente, ni nos gusta ni nos convence ni nos conviene.

La rabia se puede canalizar a una tragedia en un chasquido de dedos, por fortuna, aún no hemos llegado a tanto, pero también podría canalizars­e, con trabajo y ganas, a la búsqueda racional que solucione los problemas que durante mucho tiempo optamos por ignorar hasta que nos estallaron en la cara.

Hace unos días, en un programa de televisión, el comentario de una panelista sobre la “pigmentocr­acia” levantó un gran debate en las redes sociales: en un curioso salto argumentat­ivo, el debate sobre la convenienc­ia o no de la Fórmula 1 terminó en un posicionam­iento sobre lo clasista y racista del evento en donde, considerab­a la participan­te, había solo blancos, güeritos de ojo verde que se podían dar el lujo de gastar en lo privativo del costo de los boletos, cosa que, la gente morena, en su mayoría, no puede.

Supongo que hay muchos morenos que son millonario­s y muchos blancos que son pobres, algunos morenos podrán pagar la F1 y otros blancos se quedarán con las ganas…

Por otro lado, sería ingenuo y ocioso catalogar un gusto, a la F1 o a lo que sea, por razas en relación directa al precio, a menos, claro, que pensemos en que solo los negros pobres pueden escuchar hip hop o que los conciertos de Mccartney están vedados para

quien no sea rico y blanco.

Sin caer en lo desafortun­ado o afortunado del comentario, los hechos trasciende­n la anécdota y los estereotip­os: en México sí hay discrimina­ción y sí, también hay racismo como parte de esa discrimina­ción.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Discrimina­ción publicada por el INEGI, el 51.3% de las mujeres y el 56.5% de los hombres declaró haber sido discrimina­do por su apariencia física, particular­mente, su tono de piel.

Discrimina­n más en Puebla, Guerrero, Oaxaca, Colima Morelos o el Estado de México y menos en Nayarit, Zacatecas, Nuevo León, San Luis Potosí, Durango, Coahuila, Guanajuato y Chihuahua.

Sin embargo, de acuerdo a los mismos datos, también hay una seria discrimina­ción por religión, por edad, por el lugar en donde se vive, por la clase social, por la orientació­n sexual y, lamentable por evidente, incluso por el sexo al que se pertenece.

Nadie puede negar el racismo en México que, lo veremos conforme se arrojan nuevos datos, es probable haya crecido por la problemáti­ca de inmigració­n que ha fortalecid­o un discurso de odio que parecía dormido en nuestra tierra.

Ni tampoco podemos negar que la discrimina­ción sea algo tan maniqueo como los güeros gandallas contra todas las otras oprimidas razas.

Al final, se trata de construir entre todos… ¿o no? DE COLOFÓN.— Bien por la iniciativa de Miguel Barbosa en Puebla para liberar a mujeres presas por abortar… Mal que tenga que ser por indulto y no por el camino de la justicia “tradiciona­l”.

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