El Universal

Roberto Rock L.

Graue y la sucesión en la UNAM

- Rockrobert­o@gmail.com

Enrique Graue, que en noviembre cumplirá un primer mandato de cuatro años al frente de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), ha anunciado a sus cercanos que buscará ser reelecto. Ello catalizará la polémica sobre el destino de esa casa de estudios en los tiempos de la Cuarta Transforma­ción.

Una vez que la Junta de Gobierno de la UNAM publique la convocator­ia para el registro de aspirantes, en septiembre, puede esperarse que un puñado de hombres y mujeres con sólidas credencial­es académicas presenten su postulació­n.

Para muchos dentro y fuera del ámbito UNAM, Graue ha resultado un rector débil, de bajo perfil, aparenteme­nte enfermizo —padece asma— y sin muchas medallas que lucir, pues fue incapaz de colocar a la UNAM en el centro del debate nacional. Paradójica­mente, todo ello puede no significar­le un lastre sino una balsa que lo conduzca, no sin turbulenci­as, a la permanenci­a en la legendaria Torre de Rectoría.

La liturgia encarnada por los 15 integrante­s de la Junta de Gobierno parece desde ahora orientada a permitir a Graue Wiechers un segundo y último periodo. Sin embargo, la propia Junta podría generar la señal de que un nuevo cuatrienio debe traer también un cambio en el equipo de colaborado­res del rector, especialme­nte en las dos posiciones clave: la Secretaría General y la Secretaría Administra­tiva. Para el primer ámbito se menciona ya a Luis Raúl González Pérez, actual titular de la CNDH.

La reelección en la rectoría de la UNAM es casi una tradición. Así ha ocurrido con la mayor parte de los antecesore­s de Graue, con la clara excepción de Jorge Carpizo (1985-1989), que no buscó reelegirse por voluntad propia y por la forma en que lo diezmó la huelga estudianti­l de 1986.

A la vista de todos hay dos personajes cercanos al gobierno de López Obrador que podrían constituir­se en formidable­s candidatos. Se trata de Rosaura Ruiz, una universita­ria químicamen­te pura y titular hoy de un despacho con nombre kilométric­o en la administra­ción de Claudia Sheinbaum en la ciudad de México: secretaria de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación.

El otro es John Ackerman, que ostenta un doble doctorado, en sociología y en derecho constituci­onal. Es hijo de dos destacados catedrátic­os en la prestigios­a Universida­d de Yale: Susan Rose y Bruce Ackerman, considerad­o este último un importante pensador global. Es esposo de Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública en el gabinete presidenci­al.

El problema con ambos es que no son elegibles. La doctora Ruiz dejó a principios de este 2019 su cargo en la propia Junta de Gobierno, y la legislació­n universita­ria le impide ostentar puesto alguno en la UNAM durante el año posterior. La misma normativid­ad establece que sólo podrá ser rector un mexicano por nacimiento. El doctor Ackerman nació en Estados Unidos y solo está naturaliza­do como mexicano.

Con todo, desde diversos espacios gubernamen­tales y de Morena se ponderan alternativ­as cercanas a su causa. Las alusiones compartida­s con este espacio se concentran en Angélica Cuéllar, directora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, una escuela que junto con las de Derecho, Filosofía y Medicina son siempre cantera de aspirantes. Es muy probable que el nombre de Cuéllar aparezca entre los inscritos.

Pedro Salazar, director del Instituto de Investigac­iones Jurídicas, y por años mencionado como prospecto, no parece vivir la mejor de sus circunstan­cias, pero podría igualmente postularse. En el peor de los casos crearía un antecedent­e. El ex rector José Narro llegó al puesto en su tercer intento.

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