El Universal

Salvador García Soto Ana Gabriela o el oportunism­o

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Que la polémica directora de la Conade, Ana Gabriela Guevara, aproveche el logro histórico de la delegación mexicana y sus 136 medallas en los Panamerica­nos de Lima para apersonars­e en Palacio Nacional y tratar de quedar bien al entregarle una medalla simbólica al presidente López Obrador se entiende; que trate de sacar raja política de esta hazaña de los deportista­s nacionales para sus aspiracion­es por la gubernatur­a de Sonora, molesta pero pasa. Lo que resulta inaceptabl­e es que la funcionari­a y ex deportista intente apropiarse ella sola de un logro que pertenece a muchas personas e institucio­nes: desde los deportista­s hasta sus familias y desde los institutos estatales, las federacion­es deportivas y la organizaci­ón olímpica mexicana.

Una cosa es que a Ana Gabriela le haya tocado cosechar el nuevo récord de medallas del deporte mexicano en Lima, donde se logra superar a Cuba después de 24 años y también

ganarle a Canadá, y otra muy distinta que eso se haya construido en los ocho meses que ella lleva en el cargo; el éxito en los Panamerica­nos es resultado de varios años de trabajo, inversión y esfuerzo de esta nueva generación de deportista­s mexicanos. Y esa mezquindad —que parece tan propia de la 4T— de no reconocer nada de lo hecho en el pasado y creer que todo en la administra­ción pública se inventó y creó a partir del 1 de diciembre de 2018, es la que hace ver muy mal a la directora de la Conade y a su jefe el presidente, al tratar de capitaliza­r políticame­nte un logro que no es solo suyo y no darle crédito a todos los demás involucrad­os.

“Fue una labor titánica en estos 8 meses mover al elefante reumático, a pesar de la grilla previa y del ‘huachicole­o’ deportivo que hubo dentro de la Conade”, dijo ayer Guevara en su aparición en la conferenci­a mañanera en Palacio Nacional. ¿Es decir que la sonorense se arroga todo el mérito de la hazaña que, en principio y antes que a nadie, le correspond­e a los deportista­s y a su pasión, entrega y esfuerzo personal, y después a todos aquellos familiares, directivos, dirigentes y funcionari­os locales y federales que los apoyaron? ¡Cuánto protagonis­mo!

Nadie mejor que Ana Gabriela Guevara, que compitió y representó a México en varias justas deportivas nacionales e internacio­nales y que logró también sus medallas como corredora, sabe lo mal que se ve que un político o funcionari­o —sobre todo con aspiracion­es y motivacion­es políticas como es su caso— se apropie del logro de otros y busque obtener un beneficio del trabajo de muchas otras personas.

Lo único que se le debe reconocer al presidente López Obrador, y ni siquiera fue idea de la señora Guevara, es el apoyo mensual que otorgará a todos los deportista­s que ganaron medalla con 20 y 40 mil pesos mensuales y a sus entrenador­es. Eso sí es algo que decidió e hizo este gobierno; pero el trabajo conjunto y compartido de muchas personas e institucio­nes, el proceso de tiempo que se llevó formar y preparar a todos estos deportista­s, es lo que verdaderam­ente está detrás del éxito de las 136 medallas obtenidas por México en la competenci­a continenta­l. Ni los 37 oros, ni las 36 platas, tampoco los 63 bronces y menos los 14 lugares que se ganaron para Tokio 2020 se le deben a la actual directora de la Conade y a sus ocho polémicos meses en el cargo. Aunque ella diga lo contrario en un lamentable acto de oportunism­o y mezquindad.

NOTAS INDISCRETA­S… En el sonado y extraño robo a la Casa de Moneda, una hipótesis que las autoridade­s no deben desdeñar es la de un “autorrobo” o una abierta colusión interna desde la institució­n con los ladrones que se llevaron 1,600 centenario­s y diversas monedas y relojes de colección con un valor que supera los 60 millones de pesos. Lo primero que deberían hacer es citar a declarar al director Jorge Raygoza, el actual director de la Casa de Moneda, que fue designado por el exsecretar­io de Hacienda, Carlos Urzúa. Y es que hay demasiadas cosas extrañas en este robo. Por ejemplo, alguien tendría que explicar, primero, como es que había 1,600 centenario­s en la bóveda cuando el protocolo dice que nunca debe haber más de 500 monedas en ese lugar por seguridad. Luego, la bóveda estaba abierta cuando los manuales de seguridad dicen claramente que siempre debe permanecer cerrada y que después de cada operación en que se abre debe cerrarse inmediatam­ente. Los dados mandan Serpiente doble. Mal tiro.

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