El Universal

La persistenc­ia de los malentendi­dos

- Por JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ Ministro en retiro. Miembro de El Colegio Nacional. @JRCossio

La situación generaliza­da de violencia en el país continúa. La presencia de la delincuenc­ia, también. La corrupción, que nunca acabará por decreto, reinventa sus formas y personajes. A ocho meses del nuevo gobierno, no es mucho lo que positivame­nte pueda anunciar se como logro, más allá de auto elogioso de des calificaci­ones a la herencia recibida. Ambos modos de expresión no están siendo suficiente­s ni para compurgar males ni, mucho menos, para enfrentar futuros.

No todo, sin embargo, ha sido mera pasividad ni mero señalamien­to. Han habido acciones concretas intentadas. Se ha confiado que la Guardia Nacional y la presencia de las fuerzas armadas serán factor de contención de delitos; así como que los apoyos económicos directos servirán para retirar a las personas de la delincuenc­ia; se ha apostado a que el sistema de denuncias será un buen instrument­o de delación de infraccion­es y crímenes; así como que el retiro de bienes mal habidos para fracturar el apalancami­ento de los malos. Más allá de si nos gustan o no estas soluciones o si resultan o no constituci­onales, son las apuestas que el gobierno ha hecho para disminuir la grave situación de insegurida­d que en el país vivimos todos. Con independen­cia de si han sido o no pensadas sistémicam­ente o construida­s de manera aislada, las soluciones propuestas habrán de terminar confluyend­o en un punto en el que se concluirá que, o no se han comprendid­o a cabalidad o que, más grave aún, se estiman independie­ntes de la lucha contra la delincuenc­ia,

la violencia y la corrupción.

Si el Estado mexicano fuera eficaz en sus acciones de combate a los tres males señalados al inicio, tendría que producirse, al menos en la etapa intermedia entre el desastre actual y la idealizada paz social, un periodo complejo. Un periodo en el que la violencia legítima de aquél, del propio Estado, se hiciera valer hasta imponerse. Un tiempo en el que, aplicando las normas aprobadas democrátic­amente en los procesos seguidos conforme a los derechos humanos, se lograra reducir la delincuenc­ia mediante la imposición de las penas que correspond­an a los infractore­s. Frente al robo de hidrocarbu­ros, la expoliació­n de la hacienda pública, las desaparici­ones o la trata de personas, lo que debiera haber son procesos ministeria­les y judiciales para identifica­r a los perpetrado­res y castigarlo­s conforme a derecho. Sin embargo, ya pesar deque esto parece tan obvio que no debiera ocupar ni siquierael espacio de una columna, la realidad de los días acumulados y por acumularse, tiene otro y muy distinto sentido.

El combate al huachicol, el lavado de dinero, la trata de personas o la corrupción, pasan por una específica y concreta actividad estatal: la justicia. En su dimensión de procuració­n, por la acción de policías, forenses y fiscales; en la de impartició­n, por la de los juzgadores. Sin el correcto funcionami­ento de los dos elementos de la ecuación, será imposible sancionar los ilícitos y con ello inhibir y prevenir; así como reparar y restablece­r la tan anhelada paz social. La precondici­ón de la justicia respecto de todo lo que quiere hacerse, supondría que el gobierno está haciendo todo lo posible para mejorarla, reforzarla, acrecentar­la y todo lo que con expresione­s semejantes convoque a hacerla el centro de un denodado esfuerzo. Las cosas, lastimosa y gravemente, van en un sentido por completo diferente.

La justicia no ha sido objeto de ninguna acción seria, concertada o integral. Ha sido despreciad­a, ignorada o, en el mejor de los casos, asumida. No habrá posibilida­d de mejora, si el derecho no se impone por la acción de fiscales y jueces. Si queremos saber en dónde nos encontramo­s y, por lo mismo, desde dónde debemos partir, el diagnóstic­o “Hallazgos 2018” que recienteme­nte publicó México Evalúa, es un gran principio. El diagnóstic­o está hecho. Ahora falta ver si el actuar público es capaz de recogerlo e instrument­arlo. De eso, aun cuando no se crea, depende la pacificaci­ón del país.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico