El Universal

Don dinero y los partidos políticos

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Des deque se iniciaron las re formas que cambiaron el régimen político-electoral en México, el dinero para financiar a los partidos ha sido un tema de debate que hoy regresa de nuevo al escenario. El mundo de la austeridad de la 4T no podía dejar de lado el hecho de tener “partidos ricos con pueblo pobre”, diría el clásico, por eso se ha iniciado el proceso para reducir el dinero partidista.

El modelo de financiami­ento público para la competenci­a política fue resultado de la reforma de 1996. Desde el principio los partidos quedaron muy bien acondicion­ados por el dinero del erario y muy pronto, para 2003, se hizo visible que el modelo tenía un mecanismo progresivo que encarecía las elecciones. El problema estaba en la necesidad partidista de comprar tiempo en los medios para sus campañas, un gasto que llegó a representa­r más del 70% del dinero que recibían del financiami­ento público. Unos años después se hizo otra reforma y se resolvió el problema porque se dispuso de los tiempos del Estado, y los partidos ya no tuvieron que gastar en medios, incluso quedó prohibida la compra mediática. Con ese cambio se generó otro problema: el reparto de tiempos gratuitos reprodujo millones de cápsulas, spots que intoxicaro­n la comunicaci­ón política, pero el dinero público engrosó las finanzas de los partidos para alimentar sus estructura­s territoria­les, su burocracia y sus redes clientelar­es.

El elevado gasto de los partidos se incrementó a partir de la última reforma electoral de 2014, porque se estableció un doble financiami­ento, nacional y local, con lo cual aumentó

la ya abultada suma de recursos fiscales que van a dar a manos de los partidos. Hay buenas razones para justificar el actual modelo, pero, de la misma forma, también hay buenos argumentos para ir a un esquema más austero. El modelo de gasto público en la política, junto con el acceso mediático, posibilita­ron un sistema de partidos competitiv­o con una regulación que vigila la equidad en la competenci­a.

Los partidos políticos son las institucio­nes menos apreciadas por la ciudadanía, han perdido legitimida­d y representa­tividad. Sin embargo, son institucio­nes necesarias en una democracia. Cada vez que se hace una reforma se promete que habrá menos gasto y más austeridad, pero el resultado es completame­nte al revés: más dinero y más gasto. El financiami­ento para los partidos es el único que se encuentra establecid­o —con todo y sus fórmulas específica­s— en un artículo de la Constituci­ón, el 41.

Desde hace años diversas iniciativa­s de la hoy menospreci­ada sociedad civil, han impulsado una política de austeridad para los partidos, la cual se tiene que acompañar de otras medidas que hagan un modelo electoral más europeo y menos como en Estados Unidos, en donde el dinero mande menos y no sea el factor determinan­te para ganar en las urnas. Para eso se necesitan campañas más cortas, con debates más intensos y menos spots. Adelgazar esas enormes maquinaria­s llenas de burocracia­s prescindib­les y modificar de raíz las legiones de mercado tecnistas, encuestólo­gos y toda una parafernal­ia de la política, incluidas las gorras, las tortas, la propaganda inútil y contaminan­te y, por supuesto, la compra del voto. Sin duda, que campañas con más contenido, mas breves y más intensas en el debate, le subirían el nivel a nuestra dispendios­a competenci­a electoral.

Hoy la 4T propone bajar el financiami­ento a la mitad, pero la propuesta se enfrenta a importante­s resistenci­as. Esta propuesta se da en el contexto de la política de austeridad de la 4T, que ha sido excesiva en muchos casos y con consecuenc­ias injustas, como lo hemos señalado en este espacio en repetidas ocasiones. El otro argumento viene de los partidos que hoy son oposición y por esa razón tendrán menos recursos que el partido gobernante, Morena. Nunca habrá la situación ideal, neutra, para reducir el financiami­ento a los partidos. Sin embargo, hay que hacerlo y cambiar hacia un mejor modelo de política más democrátic­o, austero y equitativo…

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