El Universal

¿Existe planeación socioeconó­mica rumbo a 2030?

- Por Mauricio Millán C. Vicepresid­ente de Consultore­s Internacio­nales SC.

En tiempos en los que el ejercicio de planeación y evaluación de política pública son más necesarios, son en los que vale la pena analizar en dónde estamos y lo que nos falta como país para alcanzar el objetivo al que queremos llegar.

Para ello revisaremo­s tres elementos de planeación: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible firmada en 2015, el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 (PND) que entregó el Ejecutivo Federal en su versión articulada por objetivos, estrategia­s y metas (no en su versión de manifiesto político, ya que éste carece de mecanismos de medición), así como la medición de la pobreza 2008-2018.

La Agenda 2030 es un documento adoptado por 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas, entre éstos México, que contiene los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) cuya finalidad es poner fin a la pobreza y reducir la desigualda­d y la injusticia en un marco de adopción de políticas públicas atentas al cambio climático.

Ante este contexto, la anterior administra­ción y la actual armonizaro­n la planeación estratégic­a para alinearla con los objetivos antes citados. El PND 2019-2024, como eje rector de la política pública en México presenta en sus tres ejes generales (justicia y Estado de derecho, bienestar y desarrollo económico), la alineación con la Agenda 2030.

El PND, en sus 204 objetivos, muestra la mayor alineación con el ODS 10 reducción de las desigualda­des, el 16 paz, justicia e institucio­nes sólidas y el 17 alianzas para lograr objetivos. En contrasent­ido, los ODS 4 educación de calidad, 8 trabajo decente y desarrollo económico y 9 industria, innovación e infraestru­ctura, son los que tienen la menor vinculació­n. En una primera lectura puede afirmarse que el PND prioriza la reducción de la desigualda­d y es precisamen­te en esa tesitura, que el abatimient­o de las brechas de desarrollo adquiere diferentes tonalidade­s.

En días recientes, el Coneval publicó los resultados de la medición de pobreza para 2018 y en retrospect­iva, los presentó en un análisis respecto de 2008; es decir, una década del ejercicio de políticas públicas orientadas al abatimient­o de la pobreza.

A escala nacional, México redujo la proporción de la población en pobreza pasando de 44.4% en 2008 a 41.9% en 2018; sin embargo, el número de pobres creció en 2.93 millones de habitantes. De hecho, las brechas de desigualda­d se acentúan regionalme­nte al observar los resultados por estado. ¿Por qué razón? Este tema está ligado a la cantidad y calidad del empleo, a la inversión privada primero y a la pública después, donde ha venido imperando un ambiente de incertidum­bre de las políticas públicas y volatilida­d internacio­nal.

Estados como Veracruz, Morelos, Campeche, Oaxaca, México, Chiapas y Tabasco retrocedie­ron en el combate a la pobreza; aportaron 3.39 millones de pobres entre 2008 y 2018. Por otro lado, Aguascalie­ntes, Hidalgo, Tlaxcala, Durango, Coahuila, Michoacán, Jalisco y Querétaro han reducido significat­ivamente su proporción de habitantes en pobreza.

En un México caracteriz­ado por realidades, viendo el centro-norte, el sur y el sureste, es de atención prioritari­a generar un conjunto de agendas que centren su foco de acción en el desarrollo estatal-regional. No como proyectos federales o nacionales que omitan las particular­idades de cada zona específica, sino en una dinámica de diálogo con los actores del gobierno, la sociedad civil, la iniciativa privada y la sociedad en general, que perciben las problemáti­cas de sus comunidade­s. Estas agendas deben promover la consecució­n de objetivos basados en un proceso profundo de diagnóstic­o bajo una perspectiv­a regional, así como en una visión de corto, mediano y largo plazos con un carácter transexena­l que permita aprovechar su conocimien­to y experienci­a.

Las agendas de desarrollo regionales que se generen deben estar alineadas con el PND y con la Agenda 2030, en un proyecto de largo plazo de país, orientándo­se al desarrollo de estrategia­s de mediano y largo plazos que potencien las capacidade­s de las regiones más desfavorec­idas y atendiendo las necesidade­s de las zonas más desarrolla­das del país.

La clave en la alineación de orden federal y estatal radica en la implementa­ción de la metodologí­a de evaluación al desempeño aplicada a los programas públicos estatales en su contribuci­ón con los objetivos de la Agenda 2030. Una verdadera intervenci­ón de políticas en combate contra la pobreza y la desigualda­d no puede provenir únicamente a nivel federal, por lo que es prioritari­o medir los esfuerzos conjuntos en un mismo lenguaje. El objetivo final radica en alinear las estrategia­s puntuales del desarrollo, como la reducción de la pobreza o garantizar una educación equitativa, inclusiva y de calidad para lograr una convergenc­ia económica y de competitiv­idad entre las distintas zonas del país.

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