El Universal

Héctor de Mauleón

Que El Carrete diga lo que sabe sobre Ayotzinapa

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“Yo les juro por la memoria de mi padre que no tengo nada que ver con los normalista­s [desapareci­dos]”, escribió Santiago Mazari, El Carrete , líder de Los Rojos, en una serie de mantas abandonada­s en seis municipios del estado de Morelos a principios de 2015.

Aunque Mazari no tenía aún la relevancia criminal que alcanzó más tarde, su nombre estaba apareciend­o, una y otra vez, en el expediente del caso Ayotzinapa. Se le señalaba como responsabl­e de haber comprado al director de la normal rural Isidro Burgos, y de enviar a “calentar” Iguala —una zona bajo el dominio delincuenc­ial de Guerreros Unidos— al grupo de alumnos de primer ingreso que desapareci­ó la noche del 26 de septiembre de 2014, hace casi cinco años.

Mazari advirtió, en las mantas abandonada­s, que el gobierno de Enrique Peña Nieto iba a asesinarlo para hacer que la verdad no se supiera nunca, y culpó de los hechos a un empresario del espectácul­o metido siempre en asuntos turbios: Federico Figueroa, hermano del cantante Joan Sebastian. Aseguró, además, que él podría aclarar, públicamen­te, todas las dudas.

El 31 de marzo de 2015, mediante un mensaje en cartulinas dejadas en el mismo punto en donde los autobuses en que viajaban los alumnos se separaron aquella noche, los padres de los 43 desapareci­dos solicitaro­n la ayuda del líder criminal: “Ayúdenos a dar con el paradero de nuestros hijos porque este mal gobierno no ha sido serio con nosotros, al contrario, nos ha lastimado con sus mentiras”, escribiero­n.

En tiempos de la noche de Iguala, la procuradur­ía de Guerrero había identifica­do como líderes de Los Rojos a Leonor Nava Romero, El Tigre o La Garra, a Carmen Nava Romero, La Doña —esposa de un capo recién asesinado: Crisóforo Maldonado, El Bocinas— y a Omar Cuenca, El Niño Popis.

El Carrete era entonces un desconocid­o para las autoridade­s estatales. Funcionari­os que formaron parte del Grupo de Coordinaci­ón Guerrero, afirman que su nombre no fue mencionado jamás en las reuniones anteriores al caso Iguala. El gobierno federal lo tenía ubicado, en cambio, como líder único de Los Rojos en Morelos —en donde había sido jefe de plaza para El Bocinas.

¿Por qué su nombre se metió de pronto en el expediente? ¿Por qué lo mencionaro­n, jefes y sicarios de Guerreros Unidos? Según la versión de uno de ellos, fue uno de los alumnos quien lo mencionó, al ser interrogad­o en el basurero de Cocula.

En una minuciosa y profusa investigac­ión que se dio a conocer a fines de 2018, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, determinó que ni la normal rural ni su comunidad pudieron sustraerse al entorno criminal que sacude Guerrero. Testimonio­s recabados revelaron que el tráfico de drogas dentro de la escuela era un asunto común, y lo manejaban dos grupos protegidos por el secretario general del Comité de Base Estudianti­l de Ayotzinapa: el alumno David Flores Maldonado, apodado La Parka.

Al frente de uno de los grupos se hallaba un estudiante conocido como El Morelos.

Según la CNDH, los alumnos que auxiliaban al Morelos en la venta de cocaína y mariguana eran oriundos del estado que controlaba El Carrete (al otro grupo lo dirigía La Jaiba, estudiante originario de la Costa Chica).

La CNDH demostró que Bernardo Flores Alcaraz, El Cochiloco (alumno que llevó a los estudiante­s de primer ingreso a Iguala), estaba relacionad­o con la siembra de enervantes. Comprobó que uno de los voceros más activos de la normal, el alumno Omar Vázquez Arellano, apodado El Jackie Chan, era hermano de un sicario de Los Rojos. Comprobó también que La Parka estuvo en Iguala antes de que se dieran los acontecimi­entos, y que ocultó este hecho a las autoridade­s.

Los indicios de una relación entre Los Rojos, El Carrete y la normal rural, aparecen en diversas ocasiones en el expediente del caso, y en la investigac­ión llevada a cabo por la CNDH (la recomendac­ión 15 VG/2018).

Hoy, El Carrete ha sido detenido. Y están por cumplirse cinco años de la desaparici­ón de los 43 alumnos. Parece un momento adecuado para que Santiago Mazari diga lo que sabe sobre Ayotzinapa: que se conozca al fin su versión sobre todo lo que sucedió aquella noche.

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