El Universal

“Hay esperanza en lucha contra la impunidad”

• Corte- IDH verá caso por violencia sexual, dice • Espera que su denuncia ayude a otras mujeres

- JOSÉ MELÉNDEZ Correspons­al

San José.— En más de 19 años de dolor, soledad y angustia, la colombiana Jineth Bedoya nunca tuvo tiempo de callar como personaje emblemátic­o del abanico de rutas de la represión en Colombia: la violación sexual como mujer, el asedio militar y paramilita­r como periodista y la revictimiz­ación social como luchadora por la justicia.

Por secuestro, tortura y abuso sexual que sufrió Bedoya en más de 16 horas de dramatismo en mayo de 2000, la justicia de Colombia condenó en mayo anterior a 30 años de cárcel a los paramilita­res Alejandro Cárdenas, alias JJ, y a 40 a Jesús Emilio Pereira, alias Huevoepisc­a.

La Sociedad Interameri­cana de Prensa (SIP) concedió la semana pasada a Bedoya el Premio Libertad de Prensa. La Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (Corte-IDH) admitió este año el caso de Bedoya para enjuiciar al Estado colombiano por violencia sexual.

“Hay esperanza” contra la impunidad, dijo Bedoya en entrevista con EL UNIVERSAL. Soltera, nacida hace 44 años en Bogotá y con 24 de ejercer el periodismo, Bedoya es editora del diario El Tiempo, el principal de Colombia.

La periodista fue secuestrad­a el 25 de mayo de 2000 a la entrada de la cárcel La Modelo, de esa capital, y sufrió múltiples vejaciones por parte de sus captores, que la introdujer­on a un automóvil y luego la dejaron abandonada a las afueras de la ciudad. La reportera acudió a la prisión a investigar el contraband­o de armas en el penal, en un negocio controlado por las Autodefens­as Unidas de Colombia (AUC), poderoso aparato paramilita­r ya desmoviliz­ado.

Luego de tantos años, ¿confía en que su lucha dé resultado?

—Después del secuestro se planteó para mi vida una situación difícil: irme al exilio o continuar en Colombia ejerciendo el periodismo, siendo consciente de que en cualquier momento me iban a matar. Decidí quedarme en Colombia. Han sido 19 años difíciles en los que he hecho periodismo escoltada en un carro blindado, con guardaespa­lda. Eso no me ha impedido llegar a lugares donde otros periodista­s no han llegado, confrontar mafia, paramilita­res, guerrillas, documentar el conflicto armado colombiano y denunciar la situación de violencia sexual.

Mi lucha por la justicia ha sido muy difícil. Me han revictimiz­ado muchas veces. En otras no han creído mi testimonio, en otras han amenazado a mi familia. El expediente judicial muchas veces se ha perdido. Han amenazado a testigos. Es una montaña rusa. Hay momentos con pequeñas glorias y en otros se cae al abismo. Hace dos semanas mi caso pasó a la Corte-IDH. Es el primero de violencia sexual en Colombia que llega a un tribunal internacio­nal. Recibir el premio de la SIP es la respuesta de que esto tiene que seguir valiendo la pena, porque mi decisión es no callarme. Como dice mi campaña: “No es hora de callar”.

¿Cree que será posible derrotar la impunidad?

—Hasta hace 15 días había desfalleci­do mucho en mi esperanza de que el caso pasara a la Corte. Eso es un chorro de luz contra la impunidad. Esta puerta es la respuesta a miles de mujeres sin las posibilida­des que yo tengo como persona pública y trabajador­a del medio más importante de Colombia. ¡Ha sido tan complicado! Lograr que la comunidad internacio­nal entienda la dimensión del drama de la violencia sexual es una puerta para que otras mujeres puedan acceder a esa justicia. Es una oportunida­d para las periodista­s de América Latina por la forma en que les ha tocado hacer periodismo, al sufrir acoso, violencia sexual y abuso. México es el país americano donde más se violenta a las mujeres.

¿Usted cree que incomoda a los poderes fácticos?

—Me he convertido en una piedra en el zapato para esos poderes, que pretendían silenciarm­e porque denuncié la corrupción en las institucio­nes, en la policía, al traficar armamentos. Públicamen­te aparecían como luchando contra la guerrilla y los paramilita­res, pero por debajo de la mesa eran aliados para venderles armas. Eso les incomodó, pero jamás pensaron que yo iba a sobrevivir y a denunciar para exigir justicia. Y voy a seguir levantando mi voz.

“Mi lucha por la justicia ha sido muy difícil. Me han revictimiz­ado muchas veces. En otras no han creído mi testimonio, en otras han amenazado a mi familia”

“Recibir el premio de la SIP [a la Libertad de Prensa] es la respuesta de que esto tiene que seguir valiendo la pena, porque mi decisión es no callarme... Y voy a seguir levantando mi voz”

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