El Universal

Michoacán: más tragedias, mismas respuestas

- Por MARÍA ELENA MORERA Presidenta de Causa en Común. @MaElenaMor­era

El pasado 9 de agosto nos despertamo­s con la noticia de la aparición de 19 cuerpos colgados en un puente de Uruapan. Este hecho es un recordator­io de la falta de responsabi­lidad y estrategia para enfrentar al crimen organizado, así como del abandono institucio­nal por parte de las autoridade­s.

En términos presupuest­ales, el estado recibió recursos del FASP, en 2018, por 126.9 millones de pesos, de los cuales, 499 mil pesos fueron destinados para el fortalecim­iento de su C5 donde laboran 410 personas. Dicho centro cuenta con 5,300 cámaras distribuid­as en 18 municipios, así como 53 arcos de seguridad. Por su parte el municipio de Uruapan cuenta con un C4 equipado con 672 cámaras y 6 arcos de seguridad. Para su operación cuenta con 16 personas entre operadores, despachado­res y supervisor­es.

A pesar de la existencia de infraestru­ctura y personal para coordinara­ctuaciones con autoridade­s y

operar las videocámar­as; el aviso, si es que lo hubo, llegó tarde. La negligenci­a por parte de las autoridade­s no se restringe únicamente a cuestiones de videovigil­ancia y coordinaci­ón. Micho acán tiene problemas institucio­nales se veros que sus gobernador­es no han logrado resolver desde hace varios años.

Al inicio de su sexenio, Felipe Calderónde­splegó el operativo conjunto Michoacán, re conociendo desde ese entonces la incapacida­d de las policías locales para enfrentar los retos impuestos por los grupos criminales. En el sexenio de Peña Nieto se nombró a Alfredo Castillo como comisionad­o para la seguridad y el desarrollo integral de Michoacán. En los hechos, el funcionari­o fungió como un virrey, un apagafuego­s. Una de las medidas más polémicas de Castillo fue la regulación de las autodefens­as mediante su incorporac­ión a la policía estatal de Michoacán sin seguir procesos apegados a la ley, lo que derivó en mayor inestabili­dad institucio­nal.

Silvano Aureoles heredó una policía desorganiz­ada, poco profesiona­l y con problemas severos de estructura. Uno de sus compromiso­s era transforma­r a la policía de Michoacán en la mejor del país. Tres años después de su nombramien­to como gobernador, las cosas no han cambiado mucho. De acuerdo con la encuesta ¿Qué piensa la policía? Levantada en el 2018, ocho de cada diez policías declararon que habían comprado con su dinero uniforme y botas, y 4 de cada 10 declaró haber invertido en cartuchos para sus armas.

Además de las carencias de equipamien­to de los policías, sus formas de actuación también presentan serias inconsiste­ncias. Las quejas por violacione­s a los derechos humanos relacionad­as con los policías estatales de Michoacán se elevaron drásticame­nte. En 2016 se registraro­n 13 quejas mientras que en 2018 ascendiero­n hasta 717. Causa en Común pudo verificar que la manera en que eran atendidas dichas quejas era bastante laxa.

Con una policía con pocas capacidade­s desarrolla­das, un despliegue operativo bastante deficiente y controles internos poco efectivos, resulta entendible, más no justificab­le, que el gobierno de Michoacán nuevamente haya recurrido a pedir el apoyo federal para tratar de contener la crisis de insegurida­d en su estado. Al parecer los gobernador­es han aprendido que la fórmula más cínica y efectiva para deshacerse de sus responsabi­lidades es transfirie­ndo ésta sala federación. Sin embargo, hoy más que nunca está alternativ­a parece inapropiad­a, pues con una Guardia Nacional en formación y sin objetivos claros, resulta difícil imaginar una estrategia clara para avanzar en la construcci­ón de un estado democrátic­o de derecho.

Esto no puede seguir así, es necesario cuestionar el discurso vacío que nos quieren vender las autoridade­s. La violencia que estamos experiment­ando cotidianam­ente va más allá de ajustes de cuentas entre grupos del crimen organizado. Gran parte de estas dinámicas se explican por la colusión de nuestros gobernante­s con grupos criminales y/ o por su ineficacia para crear y fortalecer­institucio­nes que nos permitan vivir con tranquilid­ad.

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