Handke La vía posmoderna de la tragedia política y la verdad
Hace más de 20 años llegó a mis manos un libro deshojado, sucio y tal vez carcomido por las ratas, un tanto enmohecido, titulado El peso del mundo. Un diario 1975-1977 (Laia 1981; Barcelona) de Peter Handke. Era un tomo que, entre aforismos, narraba un peculiar universo que me apasionó y me llevó a conocer más tarde la obra dramática y narrativa del austriaco. Fueron las palabras, el caos de esa sintaxis lúgubre, pero eficaz, el mayor descubrimiento que intentaría replicar.
Previo a Handke, leí la crudeza de Heiner Müller, Thomas Bernhard, Botho Strauss y Peter Weiss, autores considerados posmodernistas, aunque debatible según la postura filosófica y socio-política de todos, que respondían a un perfil inquietante e ilustrado: eran escritores de teatro, cine, novela, ensayo y poesía, sin limitantes, sin estructuras rígidas que retaban al lector romántico. Strauss, en su libro Crítica teatral, las nuevas fronteras (Gedisa 1989), se mofa de los estudiosos y de los gremios artísticos que clasifican a su generación como posmodernista sencillamente porque ellos “sólo escribían” sin saberse parte de un momento histórico-filosófico-literario en los años 60. Fueron los críticos quienes idealizaron esa literatura sin correcciones políticas, hoy tan peligrosas.
Handke, como heredero de la posguerra, fue ese animal rabioso y tímido que hizo de la literatura una vía de escape frente a la política estática del momento, que pretendía negar la herencia bélica inmediata, arando atajos que condujeran a la sociedad germana de la segunda mitad del siglo XX hacia la pasividad industrial extrema como negación del holocausto, aquí una clave. El Grupo 47, entre los que se encontraban Günter Grass, Heinrich Böll y el crítico Marcel Reich-Ranicki, descubrió en Peter Handke una voz elocuente, al joven escritor que deseaba apartarse del romanticismo literario, que utilizaba la palabra misma para renovar el canon academicista germano del momento, esto es, la confrontación por medio de la literatura comprendida fuera de las definiciones progresistas de la novela y la poesía.
Para comprender el trabajo del escritor austriaco debemos hacer una revisión obligada de su herencia literaria y filosófica, de su narrativa desordenada que deriva en la construcción de realidades provocadoras, aptas para una generación de lectores alejados del atavío de las teorías literarias. Handke fue un gran lector de Franz Kafka, Ludwig Wittgenstein, Friedrich Hölderlin y Roland Barthes (el aprendizaje de las estructuras), de Goethe por encima de todos; al revisar esta auto-tradición entendemos el desarrollo de su escritura desde el lenguaje, la herramienta primordial por encima de la ficción encasillada. El modelo del escritor revolucionario para Handke es Hölderlin y retoma de éste la forma cuasi matemática y metafórica de su poesía, como raíz para experimentar como narrador, poeta y dramaturgo. Es decir: la palabra como eje rector del drama más allá de la inventiva.
Novela y coincidencia
La gran caída, Desgracia imperdonable, La mujer zurda y su clásica obra El miedo del portero al penalty, además de su serie de ensayos, definen a la perfección el trabajo de Handke y su relación con el lenguaje poético, por así decirlo, el único válido para él. Para la gran mayoría de críticos metafísicos y amantes por excelencia de la conceptualización literaria, la obra del Nobel, resulta extraordinaria, pero por los motivos erróneos. Argumentan e inquieren los múltiples significados de las novelas que califican como narrativa excelsa de una profundidad épica. Pero el autor a la distancia se ríe. Reflexionemos un poco más sobre este análisis.
La definición de novela para Handke es sencilla: una novela es apenas un largo poema épico, donde lo que importa no es la ficción en sí misma, sino la consecuencia de las casualidades. En éste, la ficción o “historia” es la intersección de eventos cotidianos que encuentran un orden dentro del lenguaje, pero donde la trama, el hablar de las grandes preocupaciones contemporáneas, no tienen ninguna importancia. El autor únicamente