Las carreras de galgos en la Del Valle
Perros corriendo a 70 kilómetros por hora trataron de emular a los caballos en un circuito que existió hace 90 años en esta zona
Un arco de piedra de dos metros de alto se levanta sobre un camellón en la colonia del Valle. Al frente tiene las palabras Jardín Colonial. Hoy es nuestra máquina del tiempo, así que estás situado frente a él.
Viajas 90 años atrás: los autos se convierten en tranvías, los edificios se empequecen y desaparece el asfalto de las calles... de pronto pasan algunos perros corriendo a más de 50 kilómetros por hora frente a ti.
No, no es una jauría persiguiendo a un gato, sino a una liebre mecánica. Si volteas a tu derecha te podrás dar cuenta que hay gradas, y los canes que corren no son labradores y mucho menos chihuahuas, sino galgos. Llegaste a un galgódromo.
Sí, hubo uno en la colonia del Valle y el arco en el que viajaste tiene en el 2019 la misma ubicación que el galgódromo en 1929: se encuentra la calle Martín Mendalde, que colinda al este con Amores, al oeste con avenida Coyoacán y cruza con Matías Romero al norte y Pilares al sur.
Según el extinto diario El Nacional, las instalaciones pertenecían al señor José Rodríguez. Aunque se desconoce la fecha de la construcción, para el 19 de abril de 1929 EL UNIVERSAL informaba que al día siguiente empezaba una nueva temporada de galgos bajo la tutela de la Compañía Mexicana de Carreras, donde competirían 250 de los “más finos y veloces ejemplares”.
El evento inaugural ofrecía a la gente la posibilidad de apostarle a uno de los ocho galgos en siete carreras.
Al final este negocio, popularizado en Estados Unidos e Inglaterra, tendría sus consecuencias, pero continúa leyendo.
María de Jesús Real García Figueroa, cronista de la colonia del Valle, explica que en la actual colonia Ciudad de los Deportes, región cercana a la que ella estudia, existió una población importante de ingenieros alemanes e ingleses que trabajaron en los desaparecidos tranvías de la capital mexicana.
Aventura que ésta podría ser una de las causas por las que surgió un galgódromo, pues los perros podrían haberse importado de Inglaterra, ya que como se anuncia en las páginas de El Gran Diario de México, son greyhound, una variante inglesa de estos canes.
Sin embargo, el jefe de Servicios Veterinarios de la Federación Canófila Mexicana, Andrés Villalobos, explica que estrictamente el término “galgo” se usa para la raza Galgo Español, pero con el tiempo a cualquier perro con capacidad para alcanzar grandes velocidades, se le ha conocido así.
Aunque el nombre correcto tendría que ser “lebreles” de la cual hay razas como el greyhound.
Estos perros, refiere el médico veterinario zootecnista, alcanzan entre 50 y 70 kilómetros por hora por su anatomía: cabezas largas y estrechas, fuerte musculatura, un pecho profundo para mayor capacidad pulmonar y piernas largas, entre otras cosas. Pero, se puede adaptar fácil a una vida hogareña.
Por otro lado, EL UNIVERSAL ILUSTRADO refería que el galgódromo tenía un patio donde vivían 250 galgos de carreras. Todas las mañanas salían a caminar hora y media para “mantener ágiles los músculos del animal”; además, se les fregaba con alcohol para “tonificarlos”. Si alguno llegaba a tener una herida sufrida en alguna carrera, se les curaba con yodo.
La comida que recibían era de acuerdo al temperamento de cada animal. El menú variaba e iba desde huevos, espinacas y zanahorias, hasta hamburguesas. Al correr los canes degustaban carne cocida y cebada perla.
Para concluir el día, los perros caminaban otra vez unos dos kilómetros para después ser encerrados y que pudieran descansar en compartimientos especiales con piso de paja.
La entrada general al lugar costaba dos pesos, un palco con seis lugares valía 18 pesos y el de ocho plazas, 24 pesos. Los menores de 15 años podían entrar gratis en compañía de un adulto. De martes a sábado, había carreras a las 20:30 horas; fines de semana y días festivos iniciaban a las 16:00 horas.
Jacobo Dalevuelta, quien fuera periodista de este diario, publicó al respecto: “De todos los espectáculos que he podido ver, lo más bello que anotaré en mi carnet de recuerdos buenos es la magnífica carrera de un galgo”.
En noviembre de 1929, El Nacional publicaba que este deporte era el preferido de los “aristócratas y la gente bien”; además, se invitaba al personal del Ejército mexicano a asistir.
Para el 4 de julio de 1930, EL UNIVERSAL registraba que la colonia americana residente en la Ciudad de México celebraría en el galgódromo el día de independencia de su nación al que asistió el entonces presidente Pascual Ortiz Rubio, su esposa Josefina Ortiz de Rubio y el embajador de Estados Unidos, Dwight Whitney. Poco después hubo otro evento, pero para los franceses radicados en la capital.
La decadencia del galgódromo
En mayo de 1931 parece que la euforia por las carreras de galgos terminó. Este rotativo anunciaba que los perros serían cambiados por competencias de caballos que harían recordar al Hipódromo de la Condesa, el cual había funcionado hasta 1920.
Como detalle, en estas carreras el caballo correría sin su jinete, mejor conocido como jockey, como lo hacían los galgos. Al evento se le auguraba éxito, pues los animales competirían “sin los hechos o ventas a las que se pueden prestar los humanos”.
Para ese entonces, el lugar ya era conocido como exgalgódromo y se le bautizó como Hipódromo del Valle, que abría de 11:00 a las 16:00 horas con un precio de entrada de un peso con 50 centavos para los caballeros; damas y niños entraban gratis.
El martes 15 de diciembre de 1931 todo llegó a su fin. EL UNIVERSAL publicaba que el exgalgódromo había sido reducido a cenizas por un voraz incendio sucedido un día antes.
Por su parte, El Nacional publicó la versión, que aceptó no estaba confirmada, de la sospecha de que se había tratado de un acto premeditado por parte de los dueños del galgódromo, pues los rumores afirmaban que perdían más dinero del que ganaban y que con el “accidente” todo se solucionaba.
Pero las carreras de galgos no terminaron junto con este lugar, pues para los años 50 se inauguró el Galgódromo de la Ciudad de México, ubicado en avenida Ejército Nacional.
Después del incendio, cualquier rastro de la palabra galgódromo desaparece de las páginas de este diario por casi una década. Para 1939, bajo el lema “a la sombra de los conquistadores”, se anunciaba que un fraccionamiento llamado Jardín Colonial había comenzado a vender sus lotes en “avenida Coyoacán 1000, exgalgódromo”, como punto de referencia.
En una plana entera de este rotativo se ofrecía a la gente construir su casa en un lugar “escogido por los conquistadores” que contaba con una vista a los volcanes, abundante agua gracias a “un drenaje moderno”, calles pavimentadas y alumbrado eléctrico.
Al hacerse la planificación del fraccionamiento Jardín Colonial, la ahora calle Martín Mendalde tenía jardines centrales que hacían que el lugar pareciera un circuito para autos por sus curvas en los extremos.
Se creía que esta era la figura del galgódromo, pero en la obra Personalidades de las calles de la Colonia del Valle,
se refiere que el diseño se inspiró en el urbanismo inglés.
Hasta aquí llegó el viaje y debes regresar a 2019. Ya no hay perros veloces ni caballos. Recuerda que estas sobre la calle Martín Mendalde y el regreso a casa ya no es en tranvía, si no en Metro.
“El término galgo se emplea sólo para la raza Galgo Español; el nombre correcto debe ser ‘lebrel’”.
ANDRÉS VILLALOBOS DÍAZ
Jefe de Servicios Veterinarios de la Federación Canófila Mexicana