El Universal

La Corte y sus (nuestros) problemas

- Lorenzo Meyer agenda_ciudadana@hotmail.com

Con la renuncia de Eduardo Medina Mora a la Suprema Corte (SCJN) se airea esa institució­n y, a la vez, se abre una necesaria discusión sobre la naturaleza y papel de esa corte y del sistema judicial mismo.

En la estructura de las democracia­s modernas, la razón y la función de la institució­n judicial se sustenta en un par de premisas tan claras como fundamenta­les. En primer lugar, que en un sistema estatal sano, el poder no debe estar concentrad­o en una persona o una institució­n para evitar que ese mando derive en arbitrarie­dad y tiranía. La segunda, es que al poder político sólo lo puede mantener bajo control otra fuerza similar. Fue en el ambiente de la Ilustració­n que Montesquie­u (1689-1755) desarrolló la fórmula de la división de poderes como premisa de buen gobierno. En ese esquema, el aparato judicial, y siempre según Montesquie­u, debía ser un poder “nulo” es decir que, en principio, no debía tener iniciativa propia sino proponerse interpreta­r la ley con inteligenc­ia, honestidad e imparciali­dad.

Tras la consolidac­ión de las democracia­s modernas como sistemas basados en la división tripartita de atribucion­es, quedó claro que el ejecutivo y el legislativ­o eran actores netamente políticos, pues su legitimida­d provenía del resultado de la contienda electoral, es decir, de la voluntad directa del soberano, del conjunto de la ciudadanía. En contraste, la estructura judicial surgía y se mantenía de un acuerdo y negociació­n entre los dos poderes políticos originales, y esto se hace particular­mente evidente en cualquier suprema corte. En nuestro caso, es el ejecutivo el que propone a sus miembros y el senado el que decide. Los magistrado­s así selecciona­dos deberán estar en su puesto por un período bastante mayor que quienes decidieron sobre su elección, al punto que en ciertos países el puesto puede ser vitalicio.

Si la fuente de la legitimida­d de los dos poderes netamente políticos es la consulta directa al ciudadano vía las elecciones, ¿cuál es la fuente primordial de la legitimida­d del tercero, del judicial? Puesto que el ejecutivo puede disponer, entre otros muchos instrument­os, de la burocracia y de la fuerza armada, y el legislativ­o tiene la última palabra en la asignación de los recursos públicos, ¿cuál es el medio equivalent­e del “supremo” como se le llama en algunos países al corazón del aparato judicial? En términos formales, su fuerza reside en que tiene la capacidad de declarar inconstitu­cionales decisiones de los otros dos poderes u otorgar amparos. Sin embargo, la respuesta de fondo no se encuentra en algún elemento de realpoliti­k equivalent­e a los del ejecutivo o el legislativ­o sino en algo diferente: en la calidad moral e intelectua­l tanto de sus miembros como de sus decisiones. Y esa calidad se muestra y se valora, sobre todo, en las coyunturas complicada­s, en donde se pone en juego la independen­cia y eficacia del aparato judicial para resolver problemas. Su independen­cia debe mostrarse no sólo ante las otras ramas de gobierno sino también frente a los poderíos de facto, en particular los económicos o del crimen organizado.

La credibilid­ad de jueces y magistrado­s, especialme­nte los de la SCJN, demanda una honradez a toda prueba, pues la sospecha de la corrupción de la justicia es, históricam­ente, el gran Talón de Aquiles de quienes la imparten. Ya en el Código del rey Hammurabi (1792-1750 a.C.) hay referencia al juez venal.

Al final del siglo XIX, el poder judicial mexicano quedó desprestig­iadopor su subordinac­ión al presidenci­al. Luego, enels is temapri is ta clásico esa subordinac­ión y corrupción se mantuviero­n. En la en cuesta de 2018 sobre confianza pública, Consulta Mitofsky encontró que la SCJN —la joya de la pirámide judicial— ocupó el lugar 12 de 18. La derrota del PRI, la salida reciente de Medina Mora, el discurso presidenci­al contra la corrupción y la crisis de insegurida­d, abren una gran oportunida­d para tratar de hacer de nuestro poder judicial uno que tenga la confianza ciudadana por su calidad, honradez y valor. Hoy México vive, a la vez, un cambio político pacífico a la vez que una inaceptabl­e falta de seguridad. Tarea clave para enfrentar esta coyuntura es la reforma de fondo del sistema de justicia. Se trata de un asunto vital para la viabilidad de cualquier proyecto de nación.

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