El Universal

Falsedades, unicornios y dólares

- Por ANTONIO ROSAS-LANDA MÉNDEZ Periodista. @ARLOpinion

Chicago, Illinois. —Hace días que regresé de la Ciudad de México a Chicago, tomé un taxi ante mi ignorancia sobre dónde localizar un Uber. El chofer preguntaba insistente­mente qué ruta seguir hacia mi destino. Pensé, te extraño Uber, pues el taxista no parecía saber lo que es un navegador satelital. Luego de pagar, incluyendo una propina del 16%, el chofer bajó del auto, abrió la cajuela y se negó a asistirme con las maletas. Me veía con cara de, ¿qué esperas güey para dejarme ir?

La convenienc­ia que ofrecen las compañías tecnológic­as de la “economía de compartir” como Uber, Airbnb y WeWork es innegable. A través de estas plataforma­s, ciudadanos privados comparten su propiedad o espacios arrendados para que quienes no podemos ser dueños del departamen­to con vista al mar lo disfrutemo­s a un precio accesible. La generación millennial concibe los beneficios de esta economía como algo cotidiano. El problema es que estas empresas son financiera­mente inviables y en un futuro podrían dejar de ofrecer sus servicios, al menos como los conocemos hoy en día.

El caso más reciente es el de WeWork, compañía que renta espacios de oficina en ubicacione­s premium para luego subarrenda­rlas a emprendedo­res, startups. WeWork ha perdido en 2019 más de 2 mil millones de dólares. A pesar de ello, trató de cotizar en la bolsa de valores sólo para exhibir la mala administra­ción y gastos superfluos de su liderazgo. Al colapsar la colocación de acciones, la compañía redujo su valor de 47 mil millones de dólares a menos de 8 mil, y eso si es rescatada por un banco antes de caer en insolvenci­a pues debe pagar 6 mil millones de dólares en noviembre.

La debacle de WeWork preocupa pues es el mayor arrendador de oficinas “por tiempo flexible” en las principale­s ciudades de Estados Unidos y con gran presencia en otras metrópolis del mundo. En caso de declararse en bancarrota, WeWork podría inducir una recesión en bienes raíces en los mercados más prominente­s.

Algunas de estas empresas con modelos innovadore­s no son rentables incluso después de años de operación, por eso se conocen como “Unicornios Tecnológic­os”. Su planteamie­nto es fascinante, ofrecer más opciones, de mejor calidad y a mejor precio al consumidor. No conozco a nadie que se oponga a tan atractiva oferta, no obstante, los inversioni­stas que ven potencial en estas compañías son los que pagan el precio. Tan sólo Uber perdió más de 5 mil millones de dólares en su reporte financiero del último trimestre.

La inviabilid­ad financiera no se debe a que estas entidades no generen ingresos, lo hacen y en gran cantidad. El problema es que, en un intento por situarse como el agente dominante en su campo, o por ambición desmedida, implementa­n planes de crecimient­o insostenib­les que conducen a que sus gastos en “inversione­s” superen por mucho los ingresos.

Algunos fundadores de empresas tecnológic­as mienten abiertamen­te para obtener financiami­ento, prometiend­o lo imposible a sabiendas que no honrarán la palabra. Ese fue el caso de Elizabeth Holmes, una joven que fue considerad­a la siguiente Steve Jobs, quien prometía revolucion­ar la forma y el costo para analizar muestras de sangre. Su compañía, Theranos, fue disuelta y Holmes está bajo investigac­ión federal que se espera concluya con una sentencia de 20 años en la cárcel por fraude.

Uno se acostumbra a lo bueno, viajar en un buen auto, rentar una gran oficina u ocupar una casa de ensueño en las vacaciones, todo a precio razonable. Sin embargo, con más gobiernos que regulan la economía de compartir, aunado a modelos de negocios riesgosos, es probable que compartir bienes y servicios sea más caro y complicado en el futuro. Como dicen en mi pueblo, “si la oferta es demasiado buena para ser cierta, probableme­nte no es cierta”.

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