El Universal

Un chapuzón al inframundo maya

- Por ITZEL PORRAS jocelyn.porras@clabsa.com.mx enviada

SOTUTA, Yuc.— Estoy a punto de saltar al vacío. Son 18 metros de altura. Mis piernas tiemblan. El estómago se me revuelve y, por momentos, cierro los ojos porque me provoca vértigo mirar hacia abajo. Alicia, nuestra guía, me alienta: “¡Tú puedes! Solo déjate caer”. Me recuerda que mi arnés está sujeto a un cable y que no tengo qué temer.

Un pequeño paso al frente es suficiente. Grito con todas mis fuerzas. Estoy en un cenote a punto de sumergirme en una poza de color azul eléctrico…

La Ruta de los 7 Cenotes San Gerónimo está en el municipio de Sotuta, en lo que fue un rancho, a una hora y media de Mérida, Yucatán. Este desarrollo ecoturísti­co busca dar a sus visitantes una experienci­a privada a grupos pequeños de cinco a 10 personas. Lo que se pretende con esto es no interferir con el medio ambiente. Así que se puede disfrutar de un paseo por la selva maya, sin ruido y alejado de las multitudes.

Acabo de hacer el “Salto Nachi Cocom”. Lleva el nombre de un guerrero maya del pueblo de Sotuta que se escondía de los españoles bajo el agua. Para sobrevivir, tomaba aire en las cúpulas formadas naturalmen­te dentro de los cenotes. Los conquistad­ores lo acechaban durante un largo rato fuera del cenote. Al no verlo salir, lo daban por muerto pero, días después, se lo encontraba­n caminando por la selva. “¡Es un hechicero!”, pensaban, ya que es imposible aguantar sin respirar tanto tiempo en el agua.

Mis compañeros y yo flotamos boca arriba en el agua para contemplar el cielo. A nuestro alrededor solo se escucha el sonido del viento y el de los pájaros, como el yuya, de plumas naranjas y grisáceas. Cerramos los ojos y el tiempo parece detenerse…

Para llegar de un cenote a otro se hace un recorrido en bicicleta por un camino plano, entre arbustos, árboles frutales, cedros y ceibas. El calor es bastante fuerte, pero la recompensa vale la pena cuando de nuevo encontramo­s otro cenote y nos sumergimos en el agua.

Ahora, me preparo para deslizarme en una tirolesa colocada en la parte más alta del cenote Arcoíris. En verano, el agua suele ser verde pistache, y en noviembre o diciembre se torna, casi siempre, verde esmeralda; depende del clima y la posición del sol. En cuestión de segundos estoy del otro lado.

Una tirolesa más me lleva a hacer un acuatizaje en la poza del cenote. Pero antes, Alicia nos da indicacion­es: “cuando estén a punto de llegar extiendan las piernas para frenar con su cuerpo”. La mente parece traicionar­nos y algunos nos hacemos bolita. Por fortuna, Israel, quien forma parte del equipo de 7 Cenotes San Gerónimo, está del otro lado para recibirnos.

Es momento de visitar el cenote Caracol. Bajamos una escalera en forma de espiral para llegar al agua de tonalidade­s turquesas. Aquí hay peces bagre, se escuchan algunas golondrina­s y se ven estalactit­as de varios tamaños que cuelgan como lámparas del techo.

En este lugar también se encuentra el cenote Balam Ham (“agua de jaguar”). Se está acondicion­ando para realizar bodas “Salto Nachi Cocom”

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en el cenote Mariposa
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Ceiba, árbol sagrado de los mayas.

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